viernes, 11 de febrero de 2022

LAS ALAS DEL BALROG


J. R. R. Tolkien solía afirmar que la invención de lenguas era su vicio secreto, aunque fuera un secreto muy conocido. El vicio, que tampoco es secreto, de sus lectores consiste en debatir perennemente, y sin la posibilidad de hallar una solución, sobre varios de los detalles del legendarium que Tolkien describe somera y ambiguamente. Uno de los asuntos más recurrentemente debatido es, sin lugar a dudas, el referido a la posibilidad de que los Balrogs tuvieran, o no, alas. Tanto es así, que en la Sociedad Tolkien Española usamos los términos conalista y sinalista para definir nuestras posiciones personales al respecto. No puedo evitar mi satisfacción por que se haya extendido por toda la STE el término que acuñé en un debate totalmente informal en el seno del Smial Montaraz de la propia STE, en el que, lógicamente, yo defendía la opción conalista.

Sin embargo, es totalmente cierto que se trata de un asunto al que no podemos dar una respuesta definitiva, ya que, ni el propio J.R.R. Tolkien ni su hijo Christopher nos dejaron ninguna descripción de los Balrgos en que se señale, sin ninguna duda, si eran criaturas aladas o no. Además, si algún día se resolviera este asunto, nos veríamos privados del placer de debatir en torno al mismo, de la forma concienzuda, y rigurosa, pero divertida y amistosa en que lo hacemos. Ojalá estas formas se trasladaran a todos los debates, tanto en el seno de la STE, como en la vida social y política.

Dicho esto, voy a mostrar los argumentos, extraídos de la obra de Tolkien, en especial de El Señor de los Anillos y de El Silmarillion, en los que apoyo mi postura conalista. No puedo afirmar que dichos argumentos sean las pruebas definitivas de que los Balrogs tuvieran alas, pero espero, al menos, animar a que el debate continúe y con el mayor número posible de aportaciones.

Los Balrogs eran Maiar, el grupo más numeroso de entre los Ainür, los espíritus sagrados surgidos del pensamiento de Eru Ilúvatar. Los Maiar prestaban servicio a los Valar que eran los Ainür reconocidos como los Poderes a quienes Eru encomendó la finalización y salvaguarda de Arda y de sus criaturas. Varios Maiar desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de la historia de la Tierra Media. Melian protegía el Reino de Doriath frente al poder de todo un Vala como era Melkor. Sauron fue el lugarteniente del primer Señor Oscuro, y llegó a convertirse él mismo en Señor Oscuro. Uinen era la protectora de los marineros ante la furia de su esposo, el también Maia, Ossë que durante un tiempo sirvió a Melkor. También eran Maiar los miembros de la orden de los Istari: Gandalf, Saruman, Radagast y los dos magos azules. Arien era la Maia que dirigía la nave del Sol y Tilion era el que dirigía al de la Luna, en sus respectivos viajes por el firmamento.

Los Maiar que se convirtieron en los Balrgos se pusieron al servicio de Melkor en su rebelión contra Eru, y contra el resto de los Valar. Como los Maiar son seres espirituales necesitaban tomar una forma corpórea para intervenir en Arda. La forma que dichos Maiar adquirieron les supuso el nombre de Demonios de Poder, que es el significado de la palabra sindarin Balrog o de la quenya Valaraukar. A diferencia de los orcos, trasgos, trolls, e incluso de los Nâzgul, los Maiar que siguieron a Melkor, y por lo tanto los Balrogs, mantuvieron su capacidad de discernimiento, voluntad y libertad de decisión. Eran servidores voluntarios y conscientes de Melkor. Los Balrogs respondieron a llamada de socorro de su Señor, al que llevaban esperando varias edades, para protegerle de Ungoliant, quizás otra Maia corrompida por la codicia, pero que no reconocía a nadie como su Señor, ni siquiera a su “aliado” Morgoth.

Cuando, poco después, Fëanor quemó los barcos Teleri tras desembarcar en Beleriand, las llamas de las naves fueron vistas por los Noldor que fueron abandonados al otro lado del mar, pero también por las huestes de Morgoth. A pesar de enfrentarse a un enemigo que los superaba en número, Fëanor y los suyos estaban derrotando a los orcos de Morgoth. Cegado por su ansia de venganza y dominado por la ira, Fëanor avanzó sin esperar al grueso de su ejército, hasta que junto a unos pocos compañeros se vio rodeado por varios Balrogs a los que se enfrentaron sin dudar. A pesar de todo el dolor causado por la locura ególatra de Fëanor hay que reconocerle que fueron necesarios varios Balrogs, entre ellos su líder Gothmog para abatir, herido de muerte, al hacedor de los Silmarills.

Los Balrogs participaron también en el ataque a Gondolin. Echtelion de la Fuente se batió con Gothmog en un combate que terminó con la muerte de ambos. Protegiendo la evacuación de los supervivientes de Gondolin, Glorfindel entabló frente a otro Balrog un combate a muerte que produjo la caída de ambos por un precipicio abismal.

Después el viaje de Eärendil y Elwing a Valinor, los Valar enviaron a sus ejércitos a luchar contra las huestes de Morgoth en Beleriand. Durante la Guerra de la Cólera, la mayoría de los Balrogs fueron destruidos, salvo unos pocos “que se escondieron en cuevas inaccesibles, en las raíces de la Tierra”

Uno de esos Balrogs, que conocemos como el Daño de Durin o el Balrog de Moria, se enfrentó a Gandalf en el puente de Khazad-Dum. Tolkien nos ofrece, a través del Daño de Durin, la descripción más exhaustiva, aunque en realidad es muy somera, de los Balrogs. La mayoría de los argumentos que se esgrimen en el sempiterno debate sobre las alas del Balrog proceden de dicha descripción.

Aunque los anillos que Sauron entregó a los enanos no lograron doblegar su voluntad, les incrementó el deseo por el oro y las gemas. Cavaron más y más profundamente en sus minas de Khazad-Dum hasta que se encontraron con el Balrog que destruyó su Reino. Por eso, cuando Legolas reconoce en esa criatura que les persigue a un Balrog (quizás por algo que se cuenta en una de las primeras versiones de La Caída de Gondolin), Gimli sabe que se trata del Daño de Durin. Gandalf, por su parte, también sabe que ese enemigo es un Balrog, un Maia como él mismo, pero reconoce que está muy cansado para enfrentarse a él. Los Istari tenían vetado el uso pleno des sus poderes en la Tierra Media, por eso Gandalf luchó contra el Balrog en inferioridad de condiciones.

Tolkien nos presenta así la escena: “El enemigo se detuvo de nuevo, enfrentándolo, y la sombra que lo envolvía se abrió a los dos lados, como dos vastas alas”. Esta frase parece dar la razón a los sinalistas. En buena lógica cabe pensar que si aquello que se despliega era “como dos alas” no serían alas, sino que algo que se parece, que recuerda a las alas. Es más lo que se despliega es una sombra, no es ninguna materia tangible que pudiera conformar las alas del Balrog. Visto así, esta frase nos indica que el Balrog carece de alas, sin embargo, al igual que no todo el oro reluce, no todas las alas son como esperamos que sean.

Unos párrafos más abajo, Tolkien relata como el Balrog se prepara para el duelo contra Gandalf: “El balrog avanzó lentamente hasta el puente y se enderezó hasta alcanzar una gran estatura y extendiendo las alas de muro a muro…” Si usamos de nuevo la lógica, podemos afirmar que si el Balrog extiende las alas es debido a la sencilla razón de que, efectivamente, tiene alas, y que las puede extender a voluntad. En este caso, está claro que su objetivo no es volar, sino amedrentar a aquel anciano “gris y encorvado” que se le enfrentaba. Sin embargo, no podemos quitarnos de encima la sombra de la duda que provoca la primera frase citada.

Debemos recabar más información que nos permita resolver este empate técnico. Es el momento de escuchar a los testigos presenciales del combate entre Gandalf y el Daño de Durin. Voy a comenzar por el segundo testimonio que podemos encontrar en El Señor de los Anillos, que nos lo brinda Gimli, hijo de Glóin. Aunque su testimonio pueda parecer sólido, hay que recordar que los enanos no se dejan influir por nadie, así que, lo que Gimili afirma es, sin lugar a dudas, cierto. Después de abandonar Lothlorien lo que quedaba de la Comundiad del Anillo desciende en barcas por el río Anduin. En un momento dado, son atacados por orcos que les disparan desde las orillas, y desde el cielo por una criatura alada que es vitoreada por los orcos. Legolas, usando el arco que había recibido en Lothlórien, dispara y derriba a tan terrible criatura, aunque reconoce que no sabe a quién ha disparado. Gimli afirma que él tampoco, pero dice que esa criatura alada “Me recordaba demasiado a la sombra de Moria… a la sombra del Balrog” Frodo es el único que se atreve a decir que no se trataba de un Balrog y tiene razón. Sin embargo, si esa criatura alada le ha recordado a Gimli al Balrog, es lógico pensar que ha sido por las alas de la criatura que Legolas ha abatido. Pero nos volvemos a encontrar con al sombra de la duda sobrevolando nuestro debate.

Mas, ¿y si fuera justo esa sombra la pista que necesitamos para emitir una opinión fundada sobre las alas del Balrog? Aragorn, hijo de Arathorn, tiene algo muy importante que decirnos. Cuando la Comunidad del Anillo es recibida por los Señores de Lothlórien, Celeborn se asombra de que solo sean ocho, echando en falta a Gandalf. En ese momento Aragorn les informa de la triste noticia de que Gandalf había caído en Moria. Dada la gravedad de la perdida; Celeborn solicita que les cuente como sucedió. Aragorn toma la palabra y les narar todo lo que aconteció desde que intentaron el paso de Caradhras, hasta que llegaron a Moria, y cómo después en el puente de Khazad-Dum se encontraron con “Un mal del mundo antiguo me pareció, algo que nunca había visto antes. Era a la vez una sombra y una llama, poderosa y terrible”.

Las descripciones de los Balrogs incluyen al fuego y la sombra como sus características principales, de hecho en Moria, Gandalf ha oído que los orcos repiten continuamente la palabra ghash, fuego. Así que podemos formular la hipótesis de que en el momento en que los Balrgos tuvieron que tomar una forma corpórea, esta estuviera formada con fuego, y con la sombra que sus llamas proyectaba. Es decir, la materia del cuerpo de los Balrogs no sería “carne y hueso” sino que “fuego y sombra”. En tal caso, puede ser lógico deducir que la sombra que se despliega a los dos lados del Balrog son, de hecho, sus alas. Tan solo, hay que tener en cuenta que nos son unas alas, al igual que todo su cuerpo, como las que estamos acostumbrados a ver en las aves, o las que sabemos que tenían algunos reptiles prehistóricos, o los dragones o los ángeles caídos que comparten con los Balrogs la condición de demonios.

Todo esto sólo explica mi postura favorable al conalismo, pero no creo que pueda cerrar el debate sobre las alas del Balrog. En realidad, solo contamos con nuestras propias interpretaciones de las someras descripciones que Tolkien ofrece sobre los Balrogs, así que sólo podemos movernos en el campo de las hipótesis. Sin embargo, creo que esto es una verdadera suerte, porque así podemos continuar debatiendo y debatiendo hasta el día de la Dagor Dagorath.


 



UNA VISITA INESPERADA (Inspirado en Tolkien y en Andersen)

Este cuento fue publicado originariamente en Estel. Revista Oficial de la Sociedad Tolkien Española , nº 98, Invierno de 2002, pp. 60-61.  J...