lunes, 12 de junio de 2023

LA MAGIA EN LA OBRA DE TOLKIEN: MISTERIO, MITO Y REALIDAD.


Una de las muchas características que diferencian la obra de J.R.R. Tolkien de la de otros autores del género, que se suele catalogar como fantasía, es la concepción de la magia que se presenta en el legendarium. De hecho, tanto el concepto de magia, como el resto de los aspectos propios del corpus tolkieniano nos indican que su inclusión en la sección de fantasía de librerías y bibliotecas no es, propiamente hablando, correcta. A menos, que también incluyamos en tal sección, a los grandes clásicos de la literatura universal como, por ejemplo, Homero, Virgilio, Dante, Lope, Cervantes, Shakespeare y a un buen número más de autores que escribieron sus obras antes del surgimiento del positivismo decimonónico, e incluso a algunos cuyas obras son posteriores al positivismo como Borges, García Márquez o Ramiro Pinilla. Por eso mismo, tampoco pueden acertar aquellos que con relativa frecuencia califican a algún autor de fantasía como el “nuevo” Tolkien, tal como también ha sucedido con varias bandas de rock que fueron calificadas como los nuevos The Beatles. Sin desmerecer su calidad, ni unos ni otros alcanzan a llegar a lo que está más allá del talento y de la técnica, y que marca la diferencia entre los artistas geniales y los artistas brillantes, aunque ser un artista brillante ya es algo que está al alcance de muy pocas personas.

El hecho de que en la obra de Tolkien aparezcan seres "mágicos", o más propiamente dicho, seres con habilidades sorprendentes o incomprensibles para otros personajes y para los lectores, es uno de los principales motivos por los que se le adjudica esa errónea calificación de literatura fantástica al legendarium de Tolkien. Sin embargo, muchos de estos seres “mágicos” no estarían de acuerdo con que se les calificara de esta manera. Lo habitual es que sean otros pueblos quienes los califiquen así.

En el legendarium cada especie parlante considera como magia aquello que otra especie puede realizar, con total naturalidad, pero que supera sus propias capacidades, mientras que, al mismo tiempo, cada especie considera que sus propias capacidades, incluso las que superan las de las otras especies, son parte de su propia naturaleza, y las realizan de la misma forma con que hablan, caminan o comen. Recordemos la habilidad innata que tienen los hobbits para moverse con tal sigilo, que a ojos de la gente grande era una especie de magia que les permitía desaparecer y aparecer de repente. Sin embargo, Trancos, que ha desarrollado, aunque haya sido por adiestramiento, la misma capacidad no lo consideraba como algo mágico, lo que le lleva a alarmarse ante la desaparición de Frodo en el Poney Pisador. Tal desaparición supera las capacidades de un hobbit, por lo que, en este caso, no queda más opción que suponer que ha ocurrido una intervención ajena al hobbit.

Es muy frecuente que los lectores de Tolkien califiquemos también esas capacidades como mágicas. Desde luego, no está al alcance de ningún ser humano forjar armas y herramientas como lo hacen los enanos, ni “esconderse” como los hobbits, ni ninguna de las habilidades con las que están dotados los elfos, pero también es cierto, que percibimos que el componente natural y orgánico de esa magia, frente a lo sobrenatural, “artificioso” y espectacular de la magia en otras obras abiertamente fantásticas. Por ello, solemos decir que la magia en el legendarium es sutil. Por supuesto que hay ocasiones en que la magia se manifiesta de una manera menos sutil, más espectacular en la obra de Tolkien, pero sigue siendo orgánica y consustancial al personaje que la ejerce. Como por ejemplo, en el cambio de aspecto que opera Finrod en Beren, sus compañeros y él mismo, o el que opera Lúthien también sobre Beren y ella misma, o, por supuesto, la creación de la belleza deslumbrante de los Silmarills por Fëanor al ser capaz de recoger la luz de los Dos Árboles en las joyas, sin embargo tanto Lúthien, como Finrod, y Fëanor estaban dotados para realizar dichos prodigios. También es espectacular el rescate de los hobbits atrapados por el tumulario que lleva a cabo Tom Bombadil, pero, igualmente, Tom Bombadil no ha hecho nada que para él no sea natural.

Es fácil imaginar el asombro y el deseo de Sam Gamyi  de ver la “magia de los elfos” al contemplar los poderes de Galadriel. Mientras que la misma Galadriel, con unos buenos modales propios de los mejores colegios ingleses, le indica que ella no considera como magia lo que Sam entiende así, sino que para Galadriel la magia son los artificios del Enemigo para engañar a los pueblos libres.

Se suele aludir también a los fuegos artificiales de Gandalf y al artefacto explosivo de Saruman como ejemplos en los que la magia deja de ser sutil en la obra de Tolkien, pero, en mi opinión, en estos casos, los lectores no deberíamos calificarlos como magia, sino como ciencia. Los hobbits y los rohirrim pueden pensar que en ambos casos están presenciado algo mágico, pero los istari no eran magos “al uso”. Los istari también eran sabios, quizás con un cierto parecido a los Reyes Magos de Oriente a nuestros ojos de humanos actuales, pero sobre todo: eran Maiar. Formaban parte de la segunda categoría de los Ainur, de los  “Sagrados” vástagos del pensamiento de Eru, ante quien cantaron los temas musicales que el propio Eru les inspiró previamente a la creación del mundo, en la cual colaboró dicho canto de los Ainur. Los Istari fueron enviados a la Tierra Media por los Valar para ayudar a los pueblos libres a resistir frente al Señor Oscuro: Sauron, otro Maia, como eran ellos. Pero los Istari llegaron a la Tierra Media con sus poderes disminuidos por voluntad de los Valar. Por eso, tanto Gandalf, como Saruman recurren a elementos naturales o manufacturados para crear los fuegos artificiales y el artefacto explosivo y no a sus poderes. Me parece totalmente lícito pensar que pudieran conocer y dominar el uso de la pólvora, aunque nadie más que ellos la conociera en la Tierra Media. Además, Tolkien nos presenta un contrapunto muy significativo entre el radicalmente diferente uso que Gandalf y Saruman hacen de su conocimiento y de la ciencia.

Aunque más adelante profundizaré en los cantos que interpretaron los Ainur, en dichos cantos tenemos una pista de que la música nos ofrece un buen ejemplo para entender esta magia orgánica o consustancial a los personajes de la obra de Tolkien. Volviendo a Lúthien, porque como se señala en el episodio especial de Fase 24, Lúthien es el paradigma del personaje poderoso por su propia naturaleza, nos encontramos, que con su canto fue capaz de cegar los codiciosos ojos de Morgoth y escapar de su perversa e implacable mirada. Es más que posible que esa misma canción en la voz de otro personaje no hubiera surtido ningún efecto, porque el poder de esa canción se debe a la naturaleza de Lúthien. Ella es la  hija del rey Thingol, el único de entre los sindar que contempló la luz de los Dos Árboles, y, más importante aún, es la hija de la reina Melian, la maia, cuyo poder impedía que ni Melkor, ni sus tropas pudieran traspasar las fronteras de Doriath.

Más arriba he mencionado ya el rescate de los hobbits por parte de Tom Bombadil. A los ojos de los lectores Tom Bombadil es el personaje más mágico, porque es el más incomprensible, de El Señor de los Anillos. Sabemos muy poco a ciencia cierta de él, que vive feliz en el bosque, que le gusta la ropa colorida y estrafalaria, que es inmune al poder del Anillo, que nadie; salvo su esposa Baya de Oro; puede “atraparle” o influir sobre él, y que… canta. Tom Bombadil canta en El Señor de los Anillos, canta en los poemas recogidos en Las aventuras de Tom Bombadil, (cuya lectura recomiendo en su edición bilingüe tanto por la belleza y musicalidad del original en inglés, como por lo bien que están trasladadas esa belleza y musicalidad a la versión en español y sin necesidad de retorcer nuestro idioma), canta en cualquier lugar y situación. Si hubiera que describir a Tom Bombadil con tan solo dos palabras, éstas serían: alegre y cantarín. Así pues, la magia, que, insisto, no sería tal para él, y la música están íntimamente relacionadas en Tom Bombadil y forman parte natural de su esencia. Pero no solo debemos fijarnos en las grandes hazañas que aparecen en la obra de Tolkien para entender la magia natural que subyace en la música. La permeabilidad entre el legendarium y la realidad también se hace patente en este asunto.

La música es la más abstracta de las artes, pero también es la que con más facilidad puede conmover el alma y la mente humanas, e incluso de animales y plantas. Es más, la propia Naturaleza, también interpreta música que nos conmueve cuando escuchamos desde el canto de los pájaros hasta el ulular del viento entre los árboles del bosque, o desde el repiqueteo de la lluvia sobre las piedras, hasta el arrullo del arroyo. Seguro que hay una explicación científica para ello, pero para el común de los mortales bien podría ser algo mágico.

Probablemente la humanidad interpretó algún tipo de música, bien mediante la voz, bien mediante la percusión rítmica de objetos, con anterioridad a cualquier otra expresión artística, quizás con la única excepción de pintar su cuerpo. Es lógico imaginar que aquellos remotos antepasados nuestros percibieran la música como algo sobrenatural. No hay que remontarse a cientos de miles de años para comprobarlo. Al igual que le sucede a Sam, cuando, los que no contamos ni con la más mínima habilidad musical, escuchamos a alguien cantando o tocando cualquier instrumento podemos llegar a pensar que estamos presenciando algo que se escapa a nuestro entendendimiento, algo mágico y, en determinados casos, que nos acerca a lo divino.

Hemos visto más arriba, cómo la música, que Iluvatar inspiró a los Ainur, fue una de las fuerzas creadoras de las que se valió Eru para la creación del Universo: Ëa, y del mundo, de nuestro mundo: Arda, aunque la discordancia de Melkor introdujo en el mundo la codicia, la envidia, el rencor, en definitiva el Mal*. Asimismo, según las leyendas élficas, que se recogen en El Silmarillion, después del fin de los días, es decir, del fin del mundo, momento en que Melkor será derrotado definitivamente, los Ainur y los Hijos de Ilúvatar (probablemente solo los humanos) cantarán ante Él una música aún más grande y, acorde totalmente con los pensamientos de Eru, porque tanto los Ainur, como Hijos de Ilúvatar “entenderán plenamente la intención del Único (…) e Ilúvatar pondrá en los pensamientos de ellos  el Fuego Secreto”**

Este nuevo mundo surgido de la segunda Gran Música era el verdadero Don de Eru a los hombres: la vida eterna junto a Él, tal como se expresa en la Esperanza que alienta la Fe católica que profesaba Tolkien. Antes de la segunda Gran Música, los humanos no pueden entender el don de Eru, en el que sólo ven dolor y muerte. Son incontables los ejemplos, a lo largo del legendarium en que los seres humanos no entienden que la mortalidad sea un don, frente a la aparente inmortalidad rebosante de salud y de dicha de los elfos. Lo mismo nos pasa a nosotros, hombres y mujeres de la saga realidad, cuando se nos hace humanamente insoportable el dolor de ver sufrir o fallecer a un ser querido, incluso contando con el consuelo de la Fe ese dolor sigue existiendo y hace muy difícil comprender el misterio de la vida eterna posterior a la muerte terrenal. Nuestra inteligencia humana, aún siendo muy poderosa, no es capaz de entender plenamente los Misterios de la Fe, porque sin Misterio no hay Fe, porque no hay creencia, sino un espejismo de certeza. En lo referente a la Religión la certeza es imposible, pero su espejismo es muy peligrosa porque deviene en fundamentalismo, dado que tal certeza no es más que la autoafirmación excluyente de ciertas personas.

Tampoco los personajes del legendarium de Tolkien comprenden los designios de Eru. No me refiero solo a los criaturas “de carne y hueso”, es decir todos los que no son Ainur, sino que ni los propios Ainur, ni siquiera de entre ellos los más poderosos de los Valar entienden completamente el pensamiento de Eru. Manwë era “el que comprende mejor sus propósitos”**, pero eso no significa que los entienda completamente, ni mucho menos. Tan poderosa como Manwë es Arda, la Señora de las Estrellas, “pues la luz de Ilúvatar vive aún en su rostro”** y con esa luz creó las estrellas que iluminan todo el Universo del que Varda conoce todos los rincones, pero ni aún así, puede entender la totalidad del pensamiento de Eru. Melkor, por su parte, había sido el más dotado en poder y conocimiento pero, como el mismo Eru le recuerda, sus pensamientos propios son solo una parte del todo** y, además, su egoísmo, codicia y rencor le apartaron del conocimiento del pensamiento de Eru, y ya no se le cuenta entre los Valar. 

En la obra de Tolkien, tanto los humanos como los Ainur solo comprenderán plenamente el pensamiento de Eru al cantar en su presencia después del fin de los días. Igualmente, nosotros, los mortales de la saga realidad, solo entenderemos el pensamiento de Dios y  por ello todos los Misterios de Vida y de la Muerte, cuando estemos en Su presencia. Mientras tanto, debemos esforzarnos en incrementar nuestra Fe, en promover la Esperanza para nosotros y para toda la Humanidad, en construir un mundo mejor practicando el Amor a Dios, al prójimo, y a la belleza: tanto a la creada por manos humanas, como a la de la Naturaleza que son reflejo de la belleza y del Amor de Dios.

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*SANCHO, E,. “La música de los Ainur y San Atanasio” en Estel, nº 92, 2022, pp. 47-49. 

**TOLKIEN, J. R. R., El Silmarillion, Barcelona, Minotauro, 1984, pp. 14, 16 y 28.


2 comentarios:

  1. Me gusta el artículo. Con respecto al comienzo del mismo, yo soy partidario de dejar de considerar El Señor de los Anillos como Fantasía. El propio Tolkien creo que no considera a la Fantasía como género, más bien es una propiedad de la literatura en general. Lo suyo es cuento de hadas.

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  2. En las librerias debería estar en la seccion de mitologia y la épica. Muy de acuerdo contigo con el artículo.

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