jueves, 20 de julio de 2023

ME HAN LLAMADO SEÑOR


Mamadou Diouf estaba preparando con cierta preocupación, su puesto ambulante de artículos deportivos casi-oficiales, en la calle principal del pueblo Era su primer verano en Castilla, ya había trabajado varios años en las costas españolas y no estaba muy seguro de lograr vender mucho en las fiestas de los pueblos, a pesar de lo que le dijo Charly, el nigeriano del puesto al lado.


-Ya verás amigo, en este pueblo son buena gente y generosos, te van a tratar mejor que en la costa. Aquí te respetan porque ven que trabajas. Y la gente gasta, igual hasta gasta más que en la costa que, ya sabes, allí van a la playa y los bañadores no tienen bolsillos. Además, aquí las fiestas empiezan en muy buenas fechas. Fíjate, ocho de julio y en sábado, esto se llena de gente y por esta calle pasan todos y tienen la cartera llena. Hasta los polis son majos, como dicen los españoles. Encima, aquí no hay ingleses borrachos, y no veas que tranquilidad hay sin ellos, tío.


Mientras colocaba las camisetas de la NBA, recordaba sus sueños en su Senegal natal, cuando destacaba en el colegio jugando al baloncesto. A pesar de medir casi dos metros, era muy rápido y ágil, y poseía una visión de juego que le permitía jugar en cualquier posición, y liderar a su equipo. Con apenas catorce años ya jugaba con chavales de más de veinte y asumía la capitanía con naturalidad, autoridad, pero también con generosidad. Su padre, que patroneaba un pequeño barco de pesca, se lo había enseñado: “Si quieres que tu gente se parta el alma por ti, primero debes partirtela tú por ellos, y nunca le pidas a nadie que haga algo que tú no estés dispuesto a hacer.”


Cada vez que tenía ocasión, veía los partidos de la NBA y de las ligas europeas, en especial de la ACB, su favorita después la liga estadounidense. La señal pirateada, de la parabólica de segunda mano que habían comprado sus padres en un mercado de Dakar, se perdía frecuentemente, pero Mamadou conocía también el juego que era capaz de deducir lo que había sucedido durante la interrupción. No podía evitar soñar con jugar en Estados Unidos o en España, aunque sabía que era casi imposible lograrlo sin tener una beca para estudiar la secundaria en aquellos países. Tanto sus padres como sus profesores se volcaron para que Mamadou pudiera lograr la beca, pero tanto la escasez de sus recursos, como la crisis económica mundial hicieron imposible la obtención de la beca. Además, en muy poco tiempo, Mamdou supo que nunca jugaría ni en la NBA, ni en la ACB,... ni en ninguna otra liga.

 

Souleymane Diouf, su padre, fue asesinado.

 

Mientras descargaba el pescado, un coche demasiado caro como para ser el de algún pescador, llegó a toda velocidad hasta donde se encontraban Souleymane y sus dos empleados. Del coche bajaron tres hombres vestidos con trajes a medida y gafas oscuras. El menos alto de los tres se dirigió al padre de Mamadou.


-Buenos días, Diouf. Te dije que volvería a visitarte, y aquí estoy de nuevo, sabes que soy un hombre de palabra.


Souleymane no soportaba la presencia de aquel individuo, aunque fuera muy poderoso y muy peligroso.


-Hace un mes, usted me ofreció mucho dinero por usar mi barco para traficar con esclavos, mi respuesta sigue siendo no.


-¡Qué escrupulosos sois los pobres, Diouf!, ¡qué escrupulosos y qué estúpidos!. Yo no trafico con esclavos, lo sabes. Soy senegalés como tú, no soy como esos europeos y esos árabes que secuestraban y vendían como ganado a nuestros antepasados hace siglos. No, yo no hago eso. En Europa hay mucho trabajo para hombres fuertes y mujeres... decididas, y yo tan sólo, les facilito una pasaje hasta allí. Pero bueno…, puedo entender que tengas miedo, eres pobre. Mira te compro el barco. No hace falta que trabajes conmigo, te compro el barco, pon tú el precio.


-No voy a venderle ni mi alma, ni mi barco.


Fueron las últimas palabras de Souleymane. Aquel hombre se dio la vuelta y sus guardaespaldas dispararon al pescador. Uno de los empleados de Souleymane intentó enfrentarse a los asesinos y también murió. El otro pudo huir hasta la casa de su patrón e informar a Mamadou y a su madre de lo sucedido. Debían huir, porque los asesinos de Souleymane no iban a permitir que sobreviviera ningún posible heredero.


Su madre se quedó en Mauritania, donde tenía familia, pero fue ella misma quien animó a Mamadou a que intentara llegar hasta España.


-Hijo, tú conoces y admiras a España por su baloncesto, y soñabas con jugar allí. Aunque no sea con el baloncesto, estoy segura de que en España podrás encontrar una vida mejor que aquí.


De repente una voz le sacó de los terribles recuerdos, de la muerte de su padre y del horror del viaje desde Mauritania. Era un chico de unos doce años, acompañado de su hermana mayor que le estaba diciendo:


-Señor, ¿puedo probarme esa gorra de Jordan?


Mamadou le acercó la gorra al chaval y le dijo:


-Te queda perfecta.


-Venga, llévatela que te la regalo yo. -Le dijo la joven a su hermano -Señor, ¿cuánto cuesta la gorra?


-Son diez euros, por favor.


-Aquí, tiene.


Mamadou, sonriente y feliz, envolvió la gorra, con todo el esmero que sus escasos medios le permitían y se la entregó.


-Muchas gracias, señorita.


Y emocionado, le dijo a Charly.


-Me han llamado señor, me han llamado señor.






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