domingo, 7 de abril de 2024

UNA VISITA INESPERADA (Inspirado en Tolkien y en Andersen)



Este cuento fue publicado originariamente en Estel. Revista Oficial de la Sociedad Tolkien Española, nº 98, Invierno de 2002, pp. 60-61.  Junto a la inspiración en J. R. R. Tolkien y Hans Christian Andersen, debo una parte esencial de la idea del desenlace a Josu Gómez, Eleder en la STE, profesor del alto élfico y actualmente elfo viajero, a quien podéis acompañar en su blog: https://escritura.social/eleder/



Desde luego que no era una noche para salir a pasear, pero menos aún para importunar a las personas decentes aporreando de tan malas maneras la puerta de la casa. Así rumiaba entre dientes el viejo Maggot, mientras se dirigía a la puerta de su casa, e intentaba imaginar por qué sus perros no habían espantado a aquel inoportuno visitante.

-¡Ya va, ya va!.— Gritó, esforzándose en que su tono reflejara todo el fastidio que le había causado tener que levantarse de la cama. Aunque su esfuerzo era vano, ya que la curiosidad por saber quién estaba llamando, era incluso superior a su enfado. De hecho, sus conocidos enfados eran más simulados, que reales, pero si te has creado una fama, te debes atener a ella, y además ¿por qué negarlo?, se divertía mucho interpretando el papel de cascarrabias.

Sin embargo, no tuvo que fingir la expresión de asombro que se le quedó en la cara, impidiendo que de su boca brotaran los habituales improperios que solía dedicar a todos los que le molestaban. Abrir la puerta y quedarse ojiplático, boquiabierto y patitieso fue todo uno. Jamás en toda su vida, había visto un ser más bello que aquella joven que le sonreía con hermosos ojos desde el dintel de su puerta donde los perros revoloteaban con inusitada alegría. 

—Buenas noches, señor mediano —aquella voz era pura música en los oídos de Maggot que ya no pudo prestar más atención al resto del saludo hasta que otra voz, ahora desde dentro del hogar, le llamó.

—¡Señor Maggot! ¿Qué haces levantado a estas horas! ¿Por qué has abierto la puerta?.

El viejo Maggot respondió, sin ser consciente de lo que decía. 

—Una princesa elfa ha llamado a la puerta y nos pide que la alojemos en casa esta noche.

—¡¿Qué elfa, ni qué elfo?! Deja de decir tonterías y vuelve a acostarte.

—Ven, mírala tú misma. 

La señora Maggot no sabía que le había sorprendido más, si la bobada que había dicho su marido, o el dulce tono musical que el viejo cascarrabias había empleado.

El señor y la señora Maggot no tardaron ni un periquete en preparar una improvisada, pero no por ello incompleta, cena con la que agasajar a su maravillosa huésped. Los granjeros se sintieron muy honrados y orgullosos cuando la bella princesa alabó tanto sus hongos, como la forma de cocinarlos.  Verdaderamente le habían gustado, pues con toda la delicadeza del mundo, la elfa les preguntó si podía repetir otro plato de hongos.

Sin embargo, un asunto impedía que la señora Maggot disfrutara totalmente de tan excelente visita. No le preocupaba el arrobo con que su marido contemplaba el rostro de la elfa, porque ¿quién no se deslumbraría ante la visión de una princesa élfica?. Esa precisamente era la preocupación de la señora Maggot, cómo comprobar que su huésped era una verdadera princesa élfica La señora Maggot acababa de tener una idea. 

—Perdonadme, que me levante, pero es que voy a preparar la cama de nuestra invitada. 

A la mañana siguiente, sentadas ante un suculento desayuno, la señora Maggot preguntó a su huésped. 

—¿Qué tal has dormido, mi señora? 

—Su hospitalidad es magnífica, señora Maggot, y le estaré agradecida eternamente, pero apenas he podido dormir. La cama era cómoda, la almohada mullida, las sábanas suaves y las mantas acogedoramente cálidas, pero he sufrido continuos episodios de estornudos, hasta que me he incorporado. Perdóneme, señora Maggot, porque no está en mi intención ofenderla, pero al levantarme, moví sin querer la almohada y…  encontré bajo ella…  pelos de gato. 

La señora Maggot sonrió con satisfacción y le respondió. 

—No me has ofendido, mi señora. Al contrario, me siento honrada y agradecida de que estés en mi casa, princesa. 


domingo, 4 de febrero de 2024

La influencia bilbaína en la obra de Tolkien

 

En El Hobbit anotado, Douglas A. Anderson apunta que “De acuerdo con el Dictionary of Obsolete and Provincial English [Diccionario de Inglés obsoleto y provincial] de Thomas Wright (1857) un bilbo es «una espada española, llamada así por Bilbao, que es donde se fabrican. Un espadachín a veces recibe el nombre de bilboman». De todas formas, no hay ninguna evidencia de que Tolkien derivara el nombre de esa espada.” Comparto el escepticismo de Anderson sobre la nula posibilidad de que Tolkien llamara a Bilbo así, por tal motivo. Sin embargo desde hace tiempo, le estoy dando vueltas a la posibilidad de una influencia vasca, en especial bilbaína, por supuesto, en la obra de Tolkien. A continuación expongo algunas razones que pueden sustentar tal idea. Además, me gustaría que el lector observe lo fácil que se pueden adaptar los nombres de los personajes de Tolkien a la lengua vasca. Por cierto, aviso para puristas, esto no es más que una broma, y creo que Tolkien era un firme partidario del humor y de no tomarse ciertas cosas demasiado en serio.


El protagonista de su primera novela se llama Bilbo, es decir Bilbao. Además Bilbo se apellida Bolsón, a lo grande, como buen bilbaíno. Recordemos que sus habitantes llaman a Bilbao el Botxo, que significa hoyo, agujero, que de hecho, es la forma orográfica de la capital del mundo, situada en La Comarca del Gran Bilbao. Asimismo, los botxeros (habitantes del Botxo, es decir los bilbaínos) son, como buenos hobbits, muy aficionados a beber, a comer y a cantar para recordar que “Un inglés vino a Bilbao…


Está claro que Bilbo bien puede ser un txikitero del Casco Viejo. Por ejemplo, es un mozoviejo, aunque es cierto que hay txikiteros casados, dada la dificultad de los varones vizcaínos para socializar con sus paisanas, la soltería de Bilbo es una señal de su bilbainismo. Además, Bilbo canta, bebe y se va, sin avisar a nadie, por ahí, con la cuadrilla, que está formada sólo por varones. En su caso, se va con la cuadrilla de Thorin Escudo de Roble de Gernika, cuadrilla a la que, por cierto, Bilbo ha pagado la primera ronda. Después la cuadrilla de Thorin, aconsejada por Gandalf Olorinzurruza, que es de Balmaseda, se va con Bilbo al caserío de Beornandia, un aizkolari que ejerce de pastor en el monte Gorbea y de apicultor.


Cuando Bilbo se retira, se va a un resort todo incluído, y le deja toda su herencia ¡será por dinero! a su sobrino Frodo, diminutivo de Frodorikoitz. En la herencia se incluye una baratija que Bilbo le ganó a  Sméagol Gollumzarreta en una apuesta. Frodo es otro mozoviejo que también se va con la cuadrilla formada sólo por varones. Haciendo la ronda llegan a casa de Elrondanea. Allí se les juntan Aragornetxea de Urdaibai, Legolasbeitia de Getxo, Gimligomezkorta de Kortezubi, además de Gandalf Olorinzurruza y Boromirgoiena que, aunque es de Vitoria-Gasteiz (la ciudad blanca, donde hacen la ley) es más borono (nombre de un pan de maíz típico del País Vasco y apelativo con el que se designaba a los que que carecían de modales y refinamientos) que patatero.


Tiempo después Frodo y Samsagazgoitia se encuentran con Sméagol Gollumzarreta. Gollumzarreta  después de perder la apuesta con Bilbo, le dió por beber vino peleón en vez de rioja y comer sushi en vez de bacalao al pil-pil, y por eso se le fue la olla del todo. Samsagaztigoitia, que solo bebe rioja y es el encargado de cocinar en el txoko, no aguanta a Gollumzarreta por los horribles pecados gastronómicos de éste último.


Por otro lado, Pipintokia y Merribai, los otros dos de la cuadrilla de Frodo, se juntan a pimplar con cualquiera que les ofrezca algo de beber. Primero beben con los orcos (nótese que deriva de la palabra mozkor: borracho) y después con los ents que son los primos de los basajaunak que viven en la Tierra Media. 


Aragornetxea, Gimligomezkorta y Legolasbeitia con Olorinzurruza se han ido a dar una vuelta por Errohanaldea, en La Llanada, donde todo se celebra a base de jarras de cerveza. Desde allí, se fueron a buscar a los protagonistas de la canción “pobrecitos, los borrachos que están en el camposanto”. Sin embargo, estos muertos no estaban en la Gloria de Eru, porque faltaron a una ronda de vinos con el Rey de Gondoragabia. Aragornetxea les demuestra que él es Elesarri, el legítimo rey de Gondoragabia y Arnorakaldo, y les ofrece su perdón y la posibilidad de disfrutar del descanso eterno, si le ayudan a evitar que unos piratas arruinen las fiestas de la Ciudad Blanca.


Mientras tanto, Gollumzarreta se empeña en recuperar su baratija, con las malas artes de un jugador tramposo de mus. Sin embargo, no ha tenido en cuenta que Saurondorrea, el primer dueño de la baratija, también la quiere recuperar. Hay demasiada gente desea la baratija, así que Tolkien opta por una solución de madre bilbaína: la baratija para ninguno: se manda a tomar viento fresco o caldo hirviendo el anillito y se acaban las tonterías.


Finalmente dos de la cuadrilla de Frodo, amplían sus horizontes vitales, abandonan la soltería y se apartan, paulatinamente, de la cuadrilla. Aragornetxea se casó con Arwene Undomielgi, su novia de toda la vida y Samsagazgoitia con Errose Kotoa, la chica más lista y guapa de su pueblo.

domingo, 7 de enero de 2024

LA CARTA DE MELCHOR


 En el Palacio Invisible de Melchor.

Cima del Monte Ararat, junto al Arca de Noé a 2 de enero de 2024:


Queridos L…. y A….:

Como Gaspar y Baltasar no han llegado aún, voy a escribiros yo la carta, bueno en realidad se la dicto a Qatuqabu y él la transcribe em un aparato de esos que los que somos muy mayores como yo, ya no sabemos manejar. ¡Ay, me acuerdo de cuando usábamos un punzón para escribir sobre tablillas de barro fresco, y qué gran revolución fue cuando los egipcios nos enseñaron a escribir sobre papiros! Supongo que a los que eran muy mayores cuando yo era joven (sí, yo también fui joven, pero ni siquiera Baltasar y Gaspar se lo creen) también les costó acostumbrarse al papiro, después de haberse pasado toda la vida escribiendo sobre tablillas de barro. Pero bueno, yo no tengo que preocuparme ya de eso, que como sabéis Qatuqabu sabe manejar a la perfección cualquier instrumento que sirva para escribir. Es el mejor escriba de la Historia, y me da mucha pena que su talento no sea tan reconocido como se merece. En este momento, Qatuqabu me pide permiso para escribiros él directamente. Por supuesto, Qatuqabu, la carta también es tuya. 


Para mí es un gran honor y una gran suerte transcribir las cartas de Sus Majestades, porque puedo ayudar a repartir ilusión y felicidad a los niños y a los adultos del mundo., Ojalá pudiera escribir también a todos los niños que ahora están pasándolo muy mal por la guerra y el hambre, cuando deberían estar jugando y aprendiendo para tener un futuro mejor. Y ojalá pudiera escribir también a todos esos que, con sus actos o con su pasividad, hacen sufrir a otros seres humanos y a la Naturaleza para recordarles que están agrediendo a los hijos y a las hijas de Dios y al resto de sus criaturas. Desde aquí, vemos y oímos como estallan las bombas de las guerras que están sucediendo al norte y al sur de Ararat y es aterrador, de verdad, que es aterrador.

Perdonad, que no quiero poneros tristes, pero es horrible lo que pasa demasiadas veces en el mundo. Aunque también sé que hay personas maravillosas en el mundo, que se preocupan de los demás, y que hacen como vosotros dos que ofrecéis vuestro tiempo para intentar hacer un mundo mejor, y que allí donde vais os esforzáis en crear un ambiente agradable para todos los que os rodean.


Ya os lo hemos dicho muchas veces, ¡qué buen tipo es Qatuqabu! Y Baltasar, Gaspar y yo sabemos que vosotros también lo sois. Nos los dicen muchas veces vuestros padres, y que están muy orgullosos de vosotros. Sí, ya sé que, a veces, os regañan, pero eso también es parte de la tarea de ser padres, y a todos nos regañaron nuestros padres cuando éramos niños y adolescentes.

Si no se lo decís a nadie, os cuento una vez que me regañaron a mí. Ya os contó Baltasar hace años que mi Palacio Invisible está construido con madera del Arca de Noé. Fue mi abuelo Hayk quien decidió construir el Palacio con madera del Arca como homenaje a su antepasado Noé, porque cuando mi abuelo llegó aquí, desde Babilonia, se encontró los restos del Arca en muy mal estado. Lo que pasó es que como aquí en la cima del monte Ararat hace mucho frío, estamos a  más de cinco mil metros de altitud, hace falta mucha leña o carbón para calentarnos, pero por aquí no hay vegetación, porque  en el suelo hay una capa de decenas de metros de nieve durante todo el año. Así que mi abuelo hizo un trato con unos mercaderes fenicios para que ellos le trajeran leña de los cedros de su país y carbón que compraban a un montañés que vivía al otro lado del Gran Mar y que nos lo encontramos también cuando fuimos a Belén a adorar a Jesús. A cambio, ellos podían llevarse toda la nieve que cupiera en sus carros, para conservar el pescado en su país, donde en verano hace mucho calor. Por cierto, aquel carbonero montañés nos sigue proporcionando el carbón que llevamos a los que se portan mal.

En uno de aquellos inviernos durísimos, tendría yo doce o trece años, a uno de mis primos mayores se le ocurrió gastarle una broma al abuelo. Mala idea. Mi primo Kadmos, que había vivido muchos años lejos de Ararat, no sabía que mi abuelo tenía muy mal humor y que hay cosas con las que no se juega. Tomamos “prestado” un haz de leña de uno de los carros de los fenicios y nos acercamos a donde estaban los restos del Arca. Allí, Kadmos prendió la leña y cuando logró que hiciera mucho humo volvimos corriendo a Palacio, gritando:

-¡El Arca! ¡el Arca de Noé se está quemando!

Todos en Palacio acudieron corriendo a sofocar el fuego, temiendo lo peor, que el Arca se hubiera quemado y hubiéramos perdido la reliquia sagrada para siempre. Pero cuando los adultos llegaron hasta el fuego y vieron lo que pasaba, enseguida se dieron cuenta de lo que había sucedido. Todos, y especialmente el abuelo, se enfadaron mucho con Kadmos y conmigo. Nos cayó la mayor bronca de la historia de nuestra familia, y a Kadmos y a mí nos castigaron a tener que descargar, sin ningún tipo de ayuda, los carros de leña y carbón de los fenicios cada vez que éstos vinieran y hasta que al abuelo se le pasara el enfado. ¡Siete años le duró el enfado!

Hemos tenido que parar un buen rato porque a Qatuqabu le ha dado un ataque de risa con la historia de mi castigo. Él ya la había oído más veces, pero siempre que se la cuento se ríe muchísimo. En este rato han llegado por fin Baltasar y Gaspar, así que con sus saludos puedo acabar la carta.

Dad muchos recuerdos a mamá, papá,  los abuelos, la yaya, los tíos, los primos y a vuestros amigos. L…., este año te toca hacer la EBAU, no te agobies, es un examen más, si trabajas bien, la aprobarás y sacarás buena nota. A…., este es tu primer curso en el Instituto, ya has visto que es diferente al Cole, pero si sigues trabajando como siempre, sacarás el curso tan bien como hasta ahora. Disfrutad del ajedrez y del rugby, son dos deportes geniales para desarrollar los valores que de verdad importan para ser buenas personas. Y seguid siempre en vuestro camino de scouts la Luz de Jesús Rescatado, con la intercesión de su Madre, Nuestra Señora de las Angustias.


Con cariño de vuestros Reyes Magos, escriba, y sobre todo amigos:.


Melchor, Gaspar, Baltasar y Qatuqabu.



viernes, 29 de diciembre de 2023

EL CAMINO A BELÉN


¡Vamos, Astotxo, venga, qué vamos a llegar tarde! Sí, ya sé que llevamos más de seis meses caminando mucho, comiendo poco y durmiendo mal. Pero justo, por eso mismo, ya que hemos llegado hasta aquí, tenemos que esforzarnos más, y llegar hasta ese pueblo llamado Belén. Ese fue el lugar que nos dijo el criado del sabio persa que vimos ayer, ¿no?. Quizás deberíamos habernos unido a su caravana, pero esos animales tan raros que montaban no me daban buena espina, ¿cómo pueden tener las patas tan largas? ¡La cantidad de cosas extrañas que nos estamos encontrando desde que salimos de Oiz!

¡Eh, mira, ahí arriba! ¿ves la Estrella?, cada día que pasa brilla un poco más, porque está a punto de llegar. No, yo tampoco sé muy bien quién va a llegar. Pero, cuando, a principios de primavera, resplandeció en el cielo la más brillante de las estrellas, sentí que esa estrella me anunciaba que alguien me llamaba a acudir a su llegada. Ya sé que es muy extraño, y yo tampoco lo entiendo, pero desde entonces sé que tengo que conocer al que va a llegar.

Sí que es raro todo esto, porque según nos acercamos a Belén me siento más descansado, tranquilo y feliz, y eso que buen susto nos llevamos aquel día ¿eh?. ¿Te acuerdas que me tuve que tirar de cara al suelo, porque pensé que me iba a quedar ciego?. Y tú rebuznaste y pateaste como cuando un rayo quemó el Gran Roble donde se juntaban los gigantes a descansar después de hincar las Piedras Largas en el suelo. Bueno, o al menos eso nos contaba padre sobre las Piedras Largas, y a él se lo contó el suyo, quien decía que el padre del padre de su padre vió una vez a uno de esos gigantes medio dormido junto al roble.

Pero, ¿qué te pasa? ¿qué has oído?, tranquilo, Astotxo, tranquilo. Bueno, bueno, nos salimos del camino, que te has asustado, y tu buen oído ya nos ha salvado más de una vez. Ah, ya lo oigo yo también. Son soldados, soldados romanos. No parece una patrulla, ni un destacamento de castigo, pero tienes razón, mejor nos escondemos hasta que pasen de largo.

Claro, por eso nos hemos encontrado tanta gente en los caminos, desde que hemos entrado en este país y están todas las posadas llenas. El César de Roma ha decretado que todo el mundo se empadrone en su ciudad de origen, pues bien lejos estamos de casa nosotros. Pero, bueno, de momento nosotros a lo nuestro, que es llegar a Belén, y los asuntos del César, para el César.

Mira, mira, Astotxo ese pueblo debe ser Belén, no parece un sitio importante, a ver si nos hemos equivocado. Pero fíjate, que la Estrella, está ahí, a las afueras del pueblo. No sé qué decirte, la Estrella señala justo ahí, pero parece un establo o una cueva, no sé, no sé... Eh, ¿a dónde van esos pastores con tanta prisa?. ¡Van hacía donde está la estrella! Venga, vamos con ellos, que se les ve ilusionados y parecen conocer bien el camino.

¿Has oído lo que han dicho? Que un mensajero del Señor de las Alturas les ha anunciado que ahí, a las afueras de Belén, ha nacido el Salvador para toda la humanidad y que aunque es el Señor de todas las criaturas, lo encontraremos envuelto en pañales, reclinado en un pesebre. ¿Será cierto que el Señor de las Alturas no nos ha abandonado, que nos va a salvar de la Oscuridad de este mundo, como decían las profecías del Viejo Baskardo?. Si no hubiera visto sus caras radiantes de felicidad y no hubiera oído en sus palabras la belleza de la Verdad, pensaría que a esos pastores se les fue la mano con el vino, pero ni estaban ebrios, ni mentían; lo que han contado es cierto.

Ya sé que no ves nada con tanta gente, Astotxo, ya te cuento yo. Un muchacho se ha adelantado, con pasos tímidos, entre la muchedumbre, y está tocando maravillosamente un tambor. La melodía me recuerda a las que se tocan en la montaña, casi me parece oír a padre tocando para madre. Todos los días tocaba para ella, hasta que madre murió. Nunca más volvió a tocar. Son recuerdos muy dolorosos, Astotxo, pero hay algo en la música de ese pequeño tamborilero que enjuga mi tristeza y sé que tiene que ver con el niño que ha nacido. Acerquémonos más, que quiero verlo.

Mira que justo ahora lo está levantando su madre. Su madre es bastante más joven que yo, pero en sus ojos veo los de madre, en sus manos veo las de madre. Es como volver a ver a madre. Y su marido, José me han dicho que se llama, bien se ve que es un trabajador; fuerte, serio, no dice nada, pero ¡con qué cariño le ha preparado un asiento a su esposa y con qué ternura sostenía al niño mientras ella se sentaba!. Y el niño nos mira y sonríe, ¡nos ha conocido Astotxo!. Él nos llamó porque nos ha elegido para que llevemos a las montañas la noticia de que ha nacido el Hijo del Señor de las Alturas, y que empieza un nuevo tiempo, el Tiempo de lo Bueno, que yo, Onentzaro, conmemoraré cada año.





martes, 19 de diciembre de 2023

UN VIAJE POR LA ECONOMÍA DE LA TIERRA MEDIA


He participado con el presente artículo en los Premios Aelfwine de ensayo literario de la Sociedad Tolkien Española. Aunque, lógicamente, uno siempre alberga la esperanza de ganar, era consciente de lo difícil que era alcanzar tal objetivo. La calidad de los trabajos que se presentan a este certamen es sobresaliente, (puedo dar fe de ello, ya que fui miembro del jurado en las ediciones de 2020 y 2021) y muchos de los participantes son investigadores y académicos de la obra de Tolkien de reconocido prestigio, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Pero como para mí, ya supuso una gran ilusión poder participar, y voy a disfrutar leyendo y aprendiendo con los trabajos ganadores: ¡enhorabuena, Mónica Sanz Rodríguez y Francisco Collado!, me siento muy satisfecho con la experiencia. Por eso, y porque, la mayor ilusión de quien escribe algo es ser leído, lo subo a mi blog.

Creo que a pesar de su longitud, puede ser una lectura amena ya que, al ser un ensayo con más vocación literaria que científica, he abordado el tema desde una perspectiva más personal y subjetiva que exclusivamente científica. El ensayo, además, está pensado para ser leído tanto por quienes conocen a fondo el legendarium, como por los que simplemente sean sus lectores, o incluso por los que aún no se hayan acercado a la obra del profesor de Oxford.

Espero que el lector pueda encontrar algunos asuntos interesantes, en este viaje (el título del ensayo es un reconocimiento al autor cuyo nombre “tomé prestado” como pseudónimo para participar en el certamen: John K. Galbraith)  por la economía de la Tierra Media. Asimismo, espero que también pueda ser interesante mi opinión sobre cuál fue el mayor pecado de Fëanor, por el que rompió con la naturaleza con que Eru creó a los Eldar. De igual modo, confío en que la hipótesis propongo sobre las últimas consecuencias del “mal del dragón” y el origen de estas criaturas en el legendarium suscite, por los menos, algunas preguntas en los lectores.


Un viaje por la economía de la Tierra Media.


Frente al detallismo con que Tolkien nos narra y describe muchos de los aspectos y asuntos de la Tierra Media, de los pueblos que la habitan y de los propios personajes, destaca la escasa información que el profesor nos ofrece sobre la economía de estos mismos pueblos. Sin embargo, por escasos que sean los datos con que contamos, no sólo el sistema económico o su modo de producción y de redistribución de la riqueza en una sociedad dada, sino también la relación del pueblo común con el dinero y los bienes, nos puede decir mucho sobre las características de dicha sociedad, de una manera similar a como sucede con su lengua y su cultura o su relación con la Naturaleza, o con otros pueblos. etc. Con este ensayo pretendo, aunque sea de una forma muy somera y básica, iniciar un viaje por la economía de los diferentes pueblos de la Tierra Media con la intención de que dicha economía nos ayude a entender mejor aquellas sociedades. Además, intentaré descubrir algunos rasgos de la concepción que sobre la economía tuviera el profesor Tolkien, dado que creo que nuestro autor no pudo evitar asociar las prácticas económicas que le parecieran más benéficas para la humanidad a los pueblos con los que él más se identificaba, y las prácticas más nocivas para la humanidad con los pueblos y seres que estaban al servicio del Mal, en cualquiera de sus formas.

Por ejemplo, en el caso de dichas fuerzas del Mal, Tolkien señala, con un claro tono de denuncia y de desaprobación, la práctica del esclavismo, de la predación  sobre los pueblos vencidos mediante el saqueo y el botín de guerra, de la apropiación tributaria de los recursos de los pueblos sometidos, de la explotación absoluta hasta la esquilmación del paisaje y de los recursos naturales, con los únicos objetivos de alimentar su maquinaria de guerra, o de la acumulación suntuaria y privativa de riqueza inmovilizada sin ninguna perspectiva de emplear tal riqueza en ningún momento.

Sin duda, la descripción que hace Tolkien de los métodos del Lado Oscuro, por usar la terminología "galáctica", obedece a cuestiones morales. Tolkien denuncia la ambición egoísta, que suele ir acompañada de la traición y la cobardía, y el uso de otros seres vivos como meros medios para cumplir dicha ambición, porque llevan a emprender el camino del Mal. Frente a ello, el profesor elogia la entrega generosa, el valor del que lucha por amor a los demás, la fidelidad a los amigos y al deber, el respeto tanto por los semejantes, como por los diferentes y por toda la Naturaleza como las virtudes que llevan a hacer lo que es correcto, lo que es bueno para la Humanidad y para la Naturaleza. Esto no debe entenderse como maniqueísmo por parte del autor, sino como el resultado del conocimiento de que, en las diferentes circunstancias que nos va planteando la vida, hay que arriesgarse a tomar decisiones, y, claro está, de la aspiración de que estas decisiones nos lleven a hacer lo que es correcto. Tolkien se aparta, así, de las cómodas ambigüedades y de las narrativas excesivamente introspectivas de otras obras, que ya existían en tiempos de Tolkien. Como señala Tom Shippey, Tolkien era todo lo contrario a un autor encerrado en su Torre de Marfil y aislado del mundo. De hecho, y esto es tan solo una opinión mía, su experiencia vital, su Fe y su formación y práctica como filólogo (no en vano, la Filología, conforma junto a la Geografía y la Historia, los puntales de las Ciencias Humanas y Sociales) le permitían tener una visión más amplia y profunda de la realidad que la de la mayoría de la gente de su época, y mucho más que la de la nuestra. 

Veremos que no debemos deducir de lo anterior que Tolkien considerara que el dinero fuera algo malo por naturaleza, pero no le concedía la misma importancia que le daba la sociedad de su tiempo, y mucha menos que la que le da nuestra sociedad. El dinero, las posesiones materiales que se obtienen lícitamente son el medio necesario para conseguir el bienestar que sustenta una vida digna, que va más allá de la satisfacción de las necesidades materiales básicas. Sin embargo, Tolkien sabía que concederle demasiada importancia, o toda la importancia, a la riqueza es algo muy peligroso y dañino. 

Si nos fijamos en los Pueblos Libres de la Tierra Media, cuanto menor es la importancia que conceden a la economía, al dinero y a las posesiones, mayores son las virtudes que de ellos destaca Tolkien. Mientras que según le conceden mayor importancia, se vuelven más posesivos, ambiciosos y codiciosos, para incluso acabar cayendo algunos en el lado del Mal, tal como le señalaba el doctor Lecter a la agente Starling.

Por ejemplo, los Elfos son, en general, el pueblo que cuenta con la menor estructura económica de toda la Tierra Media. De hecho, no conciben el trabajo como un medio para ganarse la vida u obtener beneficios, sino como la forma en que cada cual desarrolla las habilidades para las que está dotado, que suelen coincidir con sus gustos. Es más, no creo que a ninguno de ellos le hubiera parecido adecuado llamar trabajo a lo que hacían. De alguna manera la Naturaleza les provee, y ellos se dedican a embellecer el mundo por el mero placer que obtienen de realizar y contemplar cosas bellas. Los Elfos comercian con otros pueblos, Doriath comerciaba con los enanos, y el Reino de los Bosques lo hacía con los hombres de Valle, y en ambos casos esta actividad despertó la ambición de sus respectivos reyes, muy parecidos entre ellos, por cierto. En el caso de Doriath, donde volveremos más adelante, la ambición de Thingol acabó en la ruina de su Reino, mientras que la ambición de Thranduil no acabó en desastre, tan solo por la intervención de un ser generoso. Aunque, si pensamos en el caso más claro del mal que pueda causar la ambición egoísta de un elda, sin duda nos encontraremos con la figura de Fëanor.

Creo que no es necesario extenderse demasiado sobre Fëanor para señalar que bien engañado por Melkor, bien dominado por su orgullo egoísta, llevó la avaricia a un grado tan alto, como el que alcanzó como creador de la belleza al captar la Luz de los Dos Árboles en los Silmarills, porque Fëanor se niega a compartir con otros su obra. Después de que  Ungoliant, instigada por Melkor, hubiera devorado la Luz de los Dos árboles hasta extinguirlos, se negó; en un acto de egoísmo cruel solo superado por el propio Fëanor tanto en la matanza de hermanos contra hermanos en Aqualondë, como en el posterior abandono de la hueste de Fingolfin; a entregar los Silmarills, aunque esto fuera ya imposible, a Yavanna, para que la valië reviviera a los Dos Árboles, Pero el corazón de Fëanor ya se había envenenado con la ponzoña egoísta de la avaricia desde el momento en que oculta los Silmarills al mundo. El disfrute natural de los Elfos consistía en embellecer el mundo, pero Fëanor traiciona a su propia naturaleza al hacer que los Silmarills tan solo adornen su propio orgullo. Son más que conocidas las trágicas y terribles consecuencias del egoísmo de Fëanor, tanto para su propio pueblo: los noldor, como para la generalidad de los eldar y de los pueblos que habitaban Beleriand durante la Primera Edad del Sol, como fue el caso de los Hijos Menores de Ilúvatar: los hombres.

Desde que cantaron los temas inspirados por Ilúvatar para que Eä fuera creada, los Ainür sabían de la futura aparición de los Hijos de Eru: los Elfos y los Hombres. Por culpa de las distorsiones de Melkor, fue muy poco lo que los Ainür pudieron conocer sobre los Elfos, y menos aún sobre los Hombres. Cuando los elfos despertaron, los Valar procuraron protegerlos de Melkor, con la mejor de las intenciones, pero no con la mejor de las ideas, e instruirlos en sus conocimientos sobre Arda y sus criaturas. Lo que los Valar pudieron enseñar a los Elfos sobre los Hombres se reducía a que Eru había concedido un Don a los Segundos Nacidos, que ni los propios Valar, ni los Elfos, ni mucho menos los Hombres entendieron jamás, pero en el que Melkor vio una oportunidad para pervertir la obra de Ilúvatar y apropiarse de sus Hijos. Este Don era la mortalidad de los hombres en Arda, de cuya consciencia debía surgir el libre albedrío, y la intuición de la posibilidad de una vida posterior a la terrena más allá de los confines físicos de Eä.

Los Elfos, cuya aparente inmortalidad no era otra cosa que una longevidad total y absolutamente ligada a la existencia de Arda para desaparecer en cuerpo y espíritu el día en la Tierra desapareciera, entendieron que ellos no disfrutaban de la libertad que el don de Ilúvatar concedía a los humanos, y aunque lejano en el tiempo, según nuestra perspectiva humana, su destino era desaparecer paulatinamente de Arda, para que ésta fuera el dominio de los Hombres y extinguirse cuando los días de Arda llegaran a su fin. Los Elfos llegaron a envidiar el don de los hombres, y dedicaron todos sus esfuerzos a evitar el deterioro de Arda, para retrasar su fin lo máximo posible. Tanto el desconocimiento de los Valar, y cierta desidia de los mismos tras su “fracaso” con los Noldor, como el reparo que  buena parte de los Elfos tenían hacia los humanos impidió, que salvo los miembros de las conocidas como las Tres Casas de los Hombres, que la gran mayoría de los Segundos pudiera resistirse a la influencia de Morgoth primero y de Sauron después. Estas pérfidas influencias hicieron a los humanos más proclives a caer que cualquier otra raza, y la ambición desmedida por lograr y acumular bienes materiales casi se convirtió en una característica de muchos hombres.

Fue entre los pueblos humanos que se unieron a Morgoth primero, y a Sauron después, donde se dio en mayor grado la codicia por el dinero y por acumular bienes materiales sin más objetivo que esa misma acumulación, y con peores consecuencias para esos mismos pueblos y sus vecinos. Sin embargo, también podemos encontrar ejemplos en los que la codicia corrompió y pervirtió a los descendientes de las Tres Casas de los amigos de los Elfos. Ya antes de que Sauron descubriera que podía manipular la absurda locura y el orgullo de Ar-Pharazon, el reino de Númenor inició una práctica que señalaba la creciente corrupción de sus gobernantes y que allanaba el camino para el futuro éxito de los argumentos que Sauron proclamó ante aquel rey.

Los númenoreanos comenzaron a visitar las costas de la Tierra Media para explorar, de nuevo, aquellas tierras. Allí se encontraron con gentes con las que compartían ancestros, pero que no habían llegado hasta el oeste de Beleriand y que ahora se hallaban a merced del Señor Oscuro. Los Dúnedain les ofrecieron su ayuda y conocimiento, para proteger a aquellos parientes lejanos, aunque puede que también por sentirse halagados ante la admiración que habían suscitado entre los habitantes de la Tierra Media, que los vieron como si fueran elfos.

En estas expediciones Númenor también entabló amistad y alianzas con los Elfos regidos por Gil-Galad. En la guerra que los elfos hicieron contra Sauron a causa de los intentos del Señor Oscuro por dominarlos a través de la forja de los Anillos de Poder, las tropas de Gil-Galad fueron derrotadas. Fue la intervención tardía, muy tardía, de Númenor lo que cambió las tornas y Sauron fue obligado a retirarse tras las fronteras de Mordor. A partir de entonces, se inició un cambio en la mentalidad de númenoreanos, al plantearse que su victoria sobre Mordor debería otorgarles los mismos “privilegios” que a los Elfos. El mismo sentimiento de superioridad frente a otros pueblos humanos provocó que la política de Númenor hacia la Tierra Media cambiara dramáticamente, para convertirse en una potencia colonialista que exigía tributos a sus colonias y protectorados. Númenor ya estaba lista para caer en las artimañas de Sauron.

De la posterior estructura económica de los reinos númenoreanos en el exilio sabemos bastante poco, como por ejemplo que en Gondor circulaba moneda, y que una de sus fracciones dio nombre a las Cuadernas de La Comarca. Creo que puede ser lícito intuir que las únicas crisis a las que no tuvieron que enfrentarse fueron las económicas, o que si las hubo sus consecuencias fueron  menos graves que aquellas provocadas por las guerras externas e internas. Sin disfrutar de una situación equiparable a la de los Elfos, podemos imaginar que el nivel de vida en los reinos era más que aceptable. Totalmente distinta sería la situación entre los montaraces del norte. Después de la desaparición de su reino, se vieron obligados a llevar una vida que presenta trazas de clandestinidad y exilio, manteniendo una suerte de guerra de guerrillas contra los partidarios del Señor Oscuro o de sus servidores más directos.

En el caso de Rohan, nos encontramos con un pueblo menos sofisticado que Gondor, su cultura era eminentemente oral, como señala Aragorn, aunque no por ello los Rohirrim carecían de sabiduría. Además sabemos que no hace mucho tiempo, según los términos habituales del legendarium de Tolkien, que han entrado en la Historia de la Tierra Media por lo que aún mantienen muchos rasgos culturales, sociales y “económicos” anteriores a su asentamiento en la Marca como reino federado y aliado con Gondor.

El primero y más definitorio de dichos rasgos es su relación con los caballos. Ya el propio nombre con el que los gondorianos les designan lo deja claro: los Rohirrim, los señores de los caballos. Su riqueza, su medio de transporte, su simbología y arte, su método de combate, todo gira en torno a los caballos. Pese a que en otros aspectos, los Rohirrim nos recuerden a los anglosajones, la trascendencia de los caballos en su forma de vida nos recuerdan a los pueblos  seminómadas que vivían en las estepas euroasiáticas y en menor medida a los que vivían en de las praderas norteamericanas o en las araucanas. Compartían con estos pueblos su sobresaliente pericia para el combate a caballo; el ejército de Rohan estaba formado casi exclusivamente por la caballería que dominaba tanto las tácticas y destrezas de la caballería ligera, como de la pesada. Además los Rohirrim, como aquellos pueblos de las estepas, presentaba una notable fuerza de carácter, y un espíritu indómito, tal como los ingleses se veían a sí mismos.

La sociedad eorlinga estaba formada por guerreros, y guerreras, (no parece que Eowyn fuera la única escudera de Rohan) libres que siendo completamente fieles a su Rey no se sienten sometidos totalmente a la voluntad de su soberano. Por cierto, los ingleses, también, se atribuyen a sí mismos esta misma condición, como una herencia recibida más de los sajones que de los normandos.

La actitud y la aptitud guerrera de los jinetes les otorgó la alianza con Gondor y una tierra para vivir. Porque a diferencia de los pueblos de estas características en la saga realidad, los Rohirrim no constituían una sociedad belicosa agresiva que practicara la rapiña sobre otros pueblos menos habituados a la guerra. Ni siquiera cuando no supieron ver que los Druedain eran humanos y los atacaron, quizás la única villanía cometida por Rohan en el legendarium, se apropiaron de los bienes de sus víctimas. Así que los rohirrim debían procurarse el sustento de la tierra en que vivían. Una sociedad guerrera, que hasta no hace mucho tiempo no era realmente sedentaria, sería, sin lugar a dudas una sociedad austera, acostumbrada a vivir con lo imprescindible, sin embargo, hay que discernir primero qué es imprescindible.

Los caballos son caros, lo fueron en el pasado, y lo son en el presente, y los caballos de batalla lo son más aún. Pero para Rohan los caballos son imprescindibles, así que buena parte de sus recursos se destinaban al mantenimiento de su cuadra. Afortunadamente para ellos, La Marca está formada por llanuras que podían ofrecer buenos pastos, al igual que las praderas y las estepas. Sin embargo, cuanto mayor sea el terreno dedicado al pasto, menores son los dedicados tanto al cultivo de alimentos, como el destinado a la cría del resto del ganado. Además los caballos, no sólo necesitan comer, sino que también requieren cuidados muy especializados, adiestramiento, establos seguros y confortables, etc.

A lo que también hay que sumar los arreos de los caballos que, dada su función guerrera, debían de ser de la mejor calidad posible. En relación con ello, acostumbraban a ser elementos de bella factura, ya que se elaboraban en materiales nobles, tanto por una cuestión práctica como estética. Tolkien presenta a la clase guerrera, y en especial a su élite, con unos gustos estéticos muy similares a los de los personajes de Beowulf. No parece que hubiera tesoros “inmovilizados” custodiados en el castillo de Meduseld, pero tanto la decoración, como el ajuar del mismo estaban realizados por manos expertas que utilizaron maderas, telas y metales nobles En un primer momento, puede parecer que estos lujos áulicos contradicen la austeridad que hemos presentado como propia de un pueblo guerrero como eran los Rohirrim, sin embargo, hay que señalar que lo más probable es que tanto ropas, como joyas y ajuar palaciego estuvieran destinados a ser usados habitualmente. Por supuesto, que debemos contar con la intención de resaltar la figura del monarca frente a su pueblo y frente a los posibles visitantes, pero el hecho de que todas esas joyas no estuvieran apartadas de la vista del pueblo ni del uso índica que no se las poseía por mera codicia, sino que por necesidad. Una necesidad que debemos valorar desde la mentalidad de los Eorlingas y su sentido del honor y no desde nuestra mentalidad, claro está. Por ello podemos entender que en una sociedad pobre, como la de Rohan, no se apreciara un posible descontento hacia el Rey, ni que éste fuera una autoridad mantuviera a su pueblo sujeto a insoportables exacciones económicas, salvo en los momentos en que el trono estuvo ocupado por un usurpador, o cuando el Rey estuvo despojado de su propia persona por Saruman a través del traidor y codicioso Lengua de Serpiente. Es más, sabemos que en las escasas ocasiones en que Rohan no tuvo que luchar por su supervivencia o por la de Gondor, el rey destinaba al bienestar del pueblo aquellos recursos que no hubo que gastar en la guerra, como sucedió durante los reinados de Fréawine y su hijo Goldwine.

Fuera de los límites formales tanto del Reino de Rohan, como de los de los reinos Númenoreanos, nos encontramos tres territorios con una población mayoritariamente humana y que constituyen los lugares humanos más interesantes desde el punto de vista de la economía. El primero de ellos es la Región de Bree.

Situada en la zona central de Eriador, en un cruce de caminos muy frecuentados, Bree está muy cerca, geográfica, social y culturalmente de La Comarca, de hecho hay un número notable de vecinos de Bree que son hobbits.  Aunque el origen de Bree  probablemente sea anterior a la llegada de los Dúnedain a la Tierra Media, perteneció sucesivamente al Reino de Arnor y al de Arthedain durante la Tercera Edad. Por ello y por la posible influencia dunledina en Bree, los Montaraces del Norte la protegen, sin que lo sepan sus propios habitantes, y a pesar de la desconfianza de estos últimos hacia aquéllos.

Tanto por su historia como por su geografía Bree es un enclave comercial pequeño pero bastante importante. Podemos comprobar que en Bree circulaba moneda, lo cual no era habitual en la Tierra Media.  Asimismo, se podía esperar cierta previsibilidad en el precio de las cosas, según su valor habitual en el mercado. Es reseñable, también, que por su condición de centro comercial, Bree también influía en los usos y costumbres de los lugares donde alcanzaba su influencia económica. Por ejemplo, fue en Bree donde se inició el hábito de fumar en la Tierra Media, que después arraigó tanto en La Comarca, que casi llegó a considerarse como algo típico de los hobbits, o al menos, tal era la historia que se contaba entre los Medianos. 

Debido a todo lo anterior en Bree conviven, permanente o temporalmente, gentes procedentes de casi toda la Tierra Media, disfrutando de una tranquilidad y prosperidad más que aceptables, y parecer ser que sorprendentes para muchos de los habitantes de otros lugares de la Tierra Media. Aunque también sabemos que en Bree vivían personas poco recomendables, cuya codicia les lleva a colaborar con las fuerzas de la Sombra por dinero o, simplemente, por odio y resentimiento a los Pueblos Libres, especialmente a los Dúnedain, pero su capacidad de acción no habría bastado por sí sola, para romper la tranquila convivencia de Bree. Sin embargo, como en todo polo comercial, la escasez de mercaderías, el surgimiento del mercado negro, y el trasiego de mercenarios, desertores, bandoleros, contrabandistas, etcétera derivados de la guerra arruinaron su economía y la convivencia que se sustentaba en la prosperidad garantizada por el comercio. Lo que se agravó cuando ese puñado de vecinos de Bree que eran unos indeseables no perdieron la oportunidad de pescar en río revuelto y medrar, con malas artes, a costa de sus convecinos.

Mas si hubo un enclave humano que sufrió las más terribles consecuencias de una guerra motivada por la codicia fue Valle. Valle fue una ciudad-estado que fue levantada al “rebufo” del descubrimiento y explotación de las minas del Reino de Erebor. Dado que los Enanos de Erebor ni cultivaban la tierra, ni tenían ganado, y ni siquiera cazaban o recolectaban, como recuerda Thorin, los habitantes de Valle surtían de alimentos al pueblo del Rey bajo la Montaña. En Valle importaban tanto los metales, como las joyas extraídas en Erebor. Así como también se importaban productos manufacturados tales como armaduras o elementos de ajuar doméstico, y “juguetes mágicos”. Muchos años después, Bilbo obsequió a los niños hobbit con algunos de estos juguetes mágicos en la fiesta de su 111⁰ cumpleaños, asombrando tanto a los niños que llegaron a olvidarse de comer.

Creo que no hay más menciones a la producción juguetera en la Tierra Media, y más aún de juguetes mágicos, lo cual es muy destacable. Hay que tener en cuenta que en el legendarium de Tolkien magia significa aquello que supera las capacidades naturales de una raza, fabricar armaduras prácticamente indestructibles no es magia para los Enanos, aunque lo sea según nuestros parámetros humanos, pero si los propios Enanos consideraban que esos juguetes eran mágicos, tenía que ser porque sus funciones superaban lo que se podía esperar de un objeto fabricado incluso con su increíble destreza. Si estos juguetes fueran lo que nosotros llamamos autómatas serían un buen fundamento para una de las intuiciones que subyacen en este ensayo.

Los comerciantes de Valle vendían después estos productos de Erebor en su mercado, al que debían acudir clientes de todo el Norte de la Tierra Media, y probablemente de otras regiones. Como la prosperidad de Erebor fue ingente en aquellos tiempos, también lo fue la de Valle, y en ambos reinos la bonanza económica devino en derroche y ostentación. Y así, aunque Thorin no lo reconozca, fue cómo las noticias de esa prosperidad llegaron a los codiciosos oídos del dragón Smaug.

Los dragones son los seres más absurdos e incoherentes, desde el punto de vista de  la economía, de todo el legendarium tolkieniano y también de las mitologías que más han influido en la cultura occidental. Siendo dicha incoherencia económica una de las causas por las que provocan los más graves perjuicios a los personajes de las mitologías. Los dragones presentan una codicia insaciable por los objetos valiosos: joyas, gemas, metales preciosos, etcétera, con la única pretensión de acumularlos para reposar sobre ellos y disfrutar de su contemplación. Dado que los dragones no son capaces de realizar ninguna obra por sí mismos, la única forma que tienen de obtener esos tesoros, que tanto ansían, es mediante el robo, la extorsión, el saqueo etcétera. Los dragones matan para robar, y apartan lo robado de los circuitos económicos donde hubieran podido generar más riqueza. Es decir, no solo privan de su patrimonio a sus víctimas, sino que también dificultan la posibilidad de generar más patrimonio en el futuro, limitando el bienestar de las siguientes generaciones. Tom Shippey llama a esta concepción de la riqueza “el mal del dragón” que no es exclusivo de estas criaturas. Por ello, y, en consonancia con las convicciones católicas de Tolkien, en su obra los pueblos que consideran la riqueza sólo como un medio para el bienestar común son los más felices y ejemplares moralmente, frente a los que padecen el “mal del dragón” porque consideran la riqueza como un fin en sí misma, o hasta como un Señor al que servir. 

Smaug atacó con todo su poder a Erebor. Asesinó a los Enanos que se encontraban allí, arrasó los bosques de la Montaña, mientras que en la cercana ciudad de Valle las campanas repicaban en toque de alarma. Samug destruyó todo lo que halló a su alrededor al entrar en la Montaña, salvo el tesoro de los enanos, sobre el que se tumbó a descansar. Valle y sus habitantes fueron las siguientes víctimas del dragón, y así, consumida por la voracidad de Smaug, nos encontramos con Valle en El Hobbit.

Aunque, desgraciadamente, podemos encontrar miles de ciudades reales arrasadas por hombres codiciosos como dragones, lógicamente, no podemos encontrar en la realidad lugares arrasados por un dragón. Sin embargo, tengo la intuición de que la Valle que surgió y creció a la estela de las minas de Erebor, tuvo alguna inspiración en una localidad real de la que podemos rastrear sus huellas en la historia de la economía occidental de los últimos cinco siglos y hasta en la actualidad: Jáchymov, en la actual República Checa, donde ya el propio paisaje, típicamente centroeuropeo, de Bohemia nos evoca los paisajes que de los cuentos de hadas tenemos grabados en nuestro imaginario colectivo.

Jáchymov, como otras localidades de la región de Karlovy Vary comparte tanto la cultura checa, como la alemana por motivos geográficos e históricos, y, por ello, también ha sido conocida por la la población germanoparlante como Sankt Joachimsthal o Joachimsthal; es decir el valle de San Joaquín, aunque el nombre popular, y parece ser que previo a la misma ciudad, en alemán era simplemente  Thal; el Valle.

En el siglo XVI se descubrió en el Valle una mina de plata, en torno a la cual surgió la localidad de Joachimsthal y una floreciente industria de acuñación de monedas de plata. En el ámbito del Sacro Imperio Romano Germánico se llamó joachimsthaler o thaler a estas monedas de plata, de las que derivan la palabra tálero en español, tolar en esloveno y dollar en inglés. Aunque ya nadie use palabra tálero en español, desde el siglo XV existió una moneda de plata española que recibió un nombre con la misma etimología, y que se convirtió en la primera divisa de uso mundial durante el siglo XVIII: el real de a ocho o peso duro, y que fue conocida en el ámbito anglosajón como dólar español.

Tolkien usa el nombre Dale, que es un sustantivo que en inglés significa Valle, que mantiene su etimología anglosajona, y por lo tanto germánica, para su ciudad de Valle, en vez del “afrancesado” Valley. con lo cual Dale y Thal comparten tanto su significado y origen etimológico, como algunas muy importantes características económicas y hasta, desde cierto punto de vista, como diría Obi-Wan Kenobi, una historia similar. La importancia de la minería, de la industria y del comercio son claras y fundamentales para ambas ciudades. Y dentro de la industria, también podrían coincidir en la fabricación de “juguetes mágicos” si estos son autómatas, como los que se fabricaban en Bohemia durante la Edad Moderna. Además, tanto la región donde está Thal, como en la que está Valle comparten una historia dramática y sangrienta debido a que allí se han sufrido numerosas guerras debidas a la codicia de los hombres y de sus gobernantes. Por otro lado, ambas se encuentran relativamente cerca de otros centros mineros de gran relevancia siderúrgica como los Montes Metálicos de Silesia, o las Colinas de Hierro explotadas por enanos de la misma casa que los reyes de Erebor, la Casa de Durin. Todo esto no son más que intuiciones, pero creo que no debemos descartar que alguna de ellas pueda ser sea tal como acabo de exponer.

Los hobbits constituyen una de las grandes y agradables sorpresas que se encuentra cualquier lector de Tolkien, sorpresa que no cesa en las sucesivas lecturas que podamos hacer de El Hobbit y El Señor de los Anillos, porque como afirma Gandalf: “Los hobbits son criaturas realmente sorprendentes, como ya he dicho. Puedes aprender todo lo que se refiere a sus costumbres y modos en un mes y después de cien años aún te sorprenderán.”

Así pues, no es de extrañar que su economía y su relación con el dinero y los bienes sea tan peculiar, como habitual, según lo que esperaríamos encontrar en una sociedad preindustrial, idílica y armoniosa, donde se combinan naturalmente sensatez, bondad, humildad y alegría con firmeza, honradez y valentía. Tales eran los valores que Tolkien atribuía a sus compatriotas, en especial a aquellos que no habían sido contaminados por la industrialización y sus consecuencias desnaturalizantes y deshumanizadoras. Me refiero, claro está, a los habitantes de la campiña inglesa, esa región en la que, al igual que en La Comarca, “nunca pasa nada”. Nunca pasa nada, salvo que Miss Marple, el padre Brown o más recientemente Agatha Raisin visiten la campiña, o algún mago, benévolo o malévolo, haga lo propio con La Comarca.

Al formar parte de una sociedad preindustrial, los hobbits carecen de máquinas. Para ser más precisos, los hobbits carecen de máquinas movidas con energías diferentes de las naturales: es decir la propia fuerza de los hobbits o la de sus animales, o la de la Naturaleza en forma de viento o corrientes de agua. Además, el hecho de que los hobbits sean seres muy habilidosos también favorece que no necesiten de esas máquinas movidas con energías que alterarían su relación natural con el medio ambiente.

Por otro lado, su producción artesanal les surte de todo aquello que necesitan para vivir con dignidad, pero sólo en la cantidad necesaria para ello. Es decir en la economía hobbitica no hay ninguna sobreproducción de bienes y servicios destinados a la acumulación y posterior venta de los mismos, como, efectivamente, sucede en las economías industrializadas, rompiendo con el orden y armonía de natural de las cosas y del medio ambiente, tal como eran apreciados por los hobbits.

Sabemos que los Hobbits conocían el comercio y la distribución de bienes y servicios, por ejemplo, las tabernas existentes, y muy apreciadas en La Comarca, o el tabaco son pruebas de ello. Sin embargo, estos negocios se mantenían dentro de un orden y escala naturales, quien se encargaba de ellos, ganaba, lógicamente, pero no se aprovechaba de la posibilidad que le hubiera otorgado la acumulación de los bienes y la especulación con los mismos. Más adelante veremos cómo cuando esto llegó a suceder, por la intervención de sujetos ajenos a los Medianos, la concepción del mundo que tenían los hobbits, se vio seriamente amenazada.

No podemos repasar la economía de los hobbits sin acercarnos a un peculiar fenómeno que suscita una gran curiosidad entre los lectores de Tolkien, me refiero al funcionamiento del sistema de entrega de regalos de cumpleaños y los mathoms. En las sociedades preindustriales los regalos constituían tanto una herramienta política como social y económica. Se esperaba de los aristócratas (emperadores, reyes, nobles, terratenientes) que fueran anfitriones generosos ofreciendo regalos a sus huéspedes; ya fueran sus iguales, ya fueran legados de otros aristócratas; que demostraran el respeto y aprecio que sentían por los homenajeados. A su vez, dichos huéspedes debían corresponder con regalos que certificaran la reciprocidad de tales respeto y aprecio.

El sistema de regalos de cumpleaños de los hobbits mantiene la tradición al mismo tiempo que la transgrede. En los cumpleaños de los hobbits hay regalos, pero a diferencia de nuestra costumbre, es quien cumple años el que debe ofrecer regalos a sus familiares y amigos. En este punto debemos recordar que la codicia por el Anillo llevó a Sméagol a infringir esta tradición. Así pues los hobbits actúan como los buenos anfitriones clásicos, pero vuelven a romper con los usos históricos porque los regalos de los cumpleaños hobbits no solían tener un gran valor económico ni una finalidad política, si acaso podría ser un medio para fortalecer la cohesión social, pero en un contexto mucho más igualitario que el de las sociedades clientelares, feudales e incluso capitalistas.

Puede parecer lógico que si un solo individuo debía entregar regalos a muchos, no ofreciera regalos caros por el propio bien de su economía particular y el de la economía de toda La Comarca. Aunque los hobbits estuvieran lejos de ser conscientes de ello, un flujo continuo de regalos cuyo valor económico fuera real habría provocado que, tarde o temprano, La Comarca hubiera sufrido una notable inflación que hubiera castigado a los hobbits con un duro empobrecimiento y con  un crónico endeudamiento, como bien sabemos que ambas lacras golpean a las sociedades ricas y consumistas, al tiempo que subyugan a las sociedades empobrecidas desde el triunfo de la revolución industrial. Por otro lado, creo no equivocarme al pensar que en esta práctica de ofrecer regalos no especialmente valiosos también influyeran dos rasgos característicos de los hobbits. En primer lugar, el hecho de que no sobreestimaran los bienes que no eran necesarios para garantizar un bienestar razonable, y en segundo lugar su tendencia a romper con algunos convencionalismos sociales que en vez de facilitar tanto una socialización fluída, como la convivencia armoniosa podían dificultarlas, al convertirse más en muestras de un cumplimineto hipócrita que de un verdadero aprecio mutuo.

Tolkien nos dice que los hobbits nunca se cansaban de recibir regalos, lo cual no deja de ser una seña de su visión optimista y esperanzada de la vida, de su natural joi de vivre, pero no es lo mismo disfrutar recibiendo regalos, que tener sitio para guardarlos. Por mera estadística, cada día del año es el cumpleaños de alguien y dado que los hobbits mantenían los lazos familiares a través de varios grados y   que solían ser gente muy sociable, era habitual que cada habitante de La Comarca recibiera varios regalos al mes, o incluso a la semana, y es lógico pensar que ni siquiera en los más grandes y confortables agujeros-hobbits el espacio fuera ilimitado. Los hobbits encontraron una solución tan sencilla como ingeniosa, es decir, tal como eran ellos, que les evitó tanto los problemas económicos, como, en parte, los de espacio. No sólo se ofrecían, como ya hemos dicho, regalos que no fueran costosos, sino que además estos regalos se reciclaban, ya que los hobbits practicaron una suerte de economía circular avant la lettre con sus sistema de regalos de cumpleaños. No tenían ningún problema en regalar a otros aquello que habían recibido previamente como regalo por parte de un tercero. De nuevo vemos que en la naturaleza de los hobbits no era normal ni el apego ni a las cosas, ni a los convencionalismos sociales que no fueran verdaderamente útiles.

He señalado más arriba que solucionaban los problemas de espacio sólo en parte, porque hay que tener en cuenta que debían esperar a su cumpleaños para “reciclar” los regalos que se habían acumulado durante un año, tiempo durante el que el sentido común de las gentes sencillas, que no simples, como eran los hobbits suele ser renuente a deshacerse de aquello que pueda ser realmente útil en un futuro cercano o lejano. De hecho es una verdad evidente tanto para los hobbits, como para nosotros que esos objetos se vuelven necesarios justo momentos después de habernos deshecho de ellos.

El ingenio y el peculiar pragmatismo de los hobbits acuñaron el término mathom para los objetos que presentan esas dudas sobre su utilidad futura y la necesidad de su conservación. Incluso destinaron un lugar especial para conservarlos de una forma similar a como se hace en un museo, al que dieron el claro y sencillo nombre de La casa de los mathoms. Sin que, insisto, tanto el fenómeno de los mathoms, como la existencia de la casa destinada a los mismos no debe llevarnos a pensar en ninguna clase de avaricia acaparadora por parte de los hobbits, sino en su notable sentido común nacido de la experiencia y de la prudencia. No sería raro que hubiera otras razones por las que los hobbits no quisieran deshacerse de los mathoms. Por ejemplo, ciertos regalos podían suponer recuerdos entrañables de quien se los hubiera entregado, y el valor sentimental de un regalo siempre es más importante que cualquier otra característica del mismo. 

A ello también podemos añadir el carácter eminentemente curioso de los hobbits. Los hobbits no se sentían especialmente fascinados por el fulgor de las joyas o el brillo del oro, pero éstos despertaban su curiosidad por aquellos objetos que no eran habituales para ellos. Por esto mismo, los hobbits apreciaban contar con medios suficientes para vivir confortablemente, pero albergaban cierto miedo supersticioso si alguien vivía demasiado bien, porque temían que alguna desgracia pudiera alcanzar tarde o temprano al afortunado torciendo su suerte para siempre. Si pensamos en alguien bien acomodado como Bilbo, vemos que nunca le supuso ningún problema deshacerse de sus posesiones, salvo en el caso del Anillo Único, claro está. Sin embargo, en este caso no era la voluntad de Bilbo la que actuaba, sino la que el mismísimo Sauron otorgó al Anillo. Si queremos saber cómo actuaría con cualquier otra posesión, no tenemos más que recordar como Bilbo prefiere evitar un conflicto entre los pueblos, que deberían guardar y unir sus fuerzas para enfrentarse a los ejércitos de la Oscuridad, a la posesión de una de las joyas más hermosas, valiosas y deseadas de la Tierra Media: la piedra del arca, que algunos autores vinculan con uno de los Silmarills.

Puede que haya quien piense que el ejemplo de Lobelia contradice, al menos en buena parte, lo que he señalado hasta ahora sobre los hobbits. Sin embargo, no creo que el afán de Lobelia por hacerse con las cucharas, y el resto de las posesiones de haber tenido ocasión, de Bilbo no responde a una posible avaricia por parte de Lobelia, sino que es una muy clásica revancha por alguna, o algunas, también muy típicas rencillas familiares. Probablemente en su origen no fuera más que un malentendido derivado del incumplimiento de expectativas que, aunque no estuvieran apoyadas en la lógica, Lobelia hubiera albergado sobre cómo los Bolsón debían cumplimentar a sus primos Sacovilla-Bolsón. Si a ello añadimos el carácter tanto de Bilbo: poco dado a las interacciones con su familia extensa, como de Lobelia: bastante dada al mal genio, tenemos el germen de la bola de nieve creciente e irrefrenable en que suelen convertirse las disputas familiares por nimias, que éstas fueran.

Se han publicado varias teorías sobre la dictadura que Zarquino impuso en La Comarca al finalizar la Guerra del Anillo. Este rencoroso personaje, por medio de sus rufianes, implantó un régimen de terror para llevar a cabo tanto una estricta represión de las actividades recreativas que tanto caracterizaban a los hobbits, como unas durísimas exacciones económicas que les privaron de lo más básico para subsistir con dignidad. Algunos han visto en esta política un reflejo de las privaciones materiales que sufrió el pueblo británico después del terrible esfuerzo de la Segunda Guerra Mundial, cuya traducción más significativa fue el endurecimiento del racionamiento de alimentos básicos iniciado ya durante la guerra. Otros autores, por su parte, han visto una denuncia del régimen soviético, que, como cualquier totalitarismo, privó a sus ciudadanos de todas las libertades y del más mínimo bienestar necesarios para llevar una vida acorde con la dignidad humana.

Es posible que ambas interpretaciones tengan parte de razón. Ya he apuntado más arriba que Tolkien no era un escritor aislado del mundo en que vivía, sino más bien al contrario y no podía soportar todo aquello infligiera daño al ser humano y a la Naturaleza. Sin embargo, sabemos de la escasa simpatía que el profesor sentía por las alegorías, así que creo que la política de Zarquino se puede entender mejor, si pensamos en quién era Zarquino en realidad y cuál era su objetivo. El objetivo real de Saruman, llamado Zarquino por sus orcos y sus secuaces, era castigar a Frodo, Sam Merry y Pippin con el sufrimiento de aquello que más amaban en la Tierra Media: La Comarca y sus habitantes, por haber destruido el Anillo Único y haber acabado con sus dementes ambiciones de poder. Saruman intentó hacer mucho más daño del que pueda parecer evidente a los hobbits mediante la represión de la alegría y la privación material, porque también buscaba quebrar su ánimo y personalidad.

Los hobbits de La Comarca sintieron miedo y hambre, pero también un enorme desconcierto e incertidumbre al comprobar lo absurdo de las confiscaciones de Saruman. Para los hobbits era inconcebible que alguien pretendiera acumular bienes para una reducida camarilla, que ni participó en su producción, ni tenía la capacidad de disfrutarlos, mientras que privaba a la mayoría de la población disfrutar del producto de su  propio trabajo. La dictadura de Zarquino suponía la ruptura total del orden natural de las cosas según la cosmovisión de los Medianos. Ya que Saruman no pudo destruir el mundo de los hombres, intentó, después, destruir el mundo de los hobbits. Sin embargo, el ladino mago blanco subestimó a los hobbits porque la soberbia del malvado siempre le hace menospreciar a sus adversarios. Nunca se imaginó que sus corazones albergaran tanto valor, ni que sus cuerpos fueran tan resistentes, ni mucho menos que sus cabezas fueran inteligentes, y Saruman perdió. Su juicio estaba envenenado por el rencor, la ambición, el orgullo y… por el mal del dragón. En relación con esto, volveremos a Saruman en las últimas líneas de este ensayo.   

Probablemente los Enanos sean, de entre los pueblos libres de la Tierra Media, el que presente un carácter más industrioso y mercantil. Por eso es normal y lógico que desarrollaran un sistema económico más complejo que el resto, en cuanto que su objetivo no sólo era asegurar la subsistencia, aunque ésta fuera confortable, o la provisión de bienes suntuarios para el ornato de ciudades y ajuares palaciegos, sino que además, aspiraban a importar desde el “mercado exterior” aquello que ellos no podían producir, y exportar hacia dichos mercados todo aquello solo los enanos producían o producían más, y sobre todo, mejor, que otros pueblos.

Además, me parece lógico intuir que los Enanos eran el pueblo de la Tierra Media con el más desarrollado sentido del honor del trabajo, con el más auténtico orgullo de clase obrera. Eso no significa que los Enanos fueran trabajadores asalariados sometidos a un régimen de explotación capitalista. De hecho no me parece posible que una empresa así pudiera desarrollarse en la Tierra Media -dejando a parte los prerrequisitos sociales, económicos y técnicos necesarios para el establecimiento de una economía capitalista- porque la evolución del capitalismo deviene en la acumulación de capital por parte de unos pocos, y la imposibilidad de disfrutar del producto de su trabajo para la mayoría. Tal situación contraviene el principio ideal, que Tolkien pudo aprender de su Fe, de que el dinero, de un lado, debe ser un medio para llevar una vida digna, que cubra las necesidades materiales, intelectuales y espirituales de todos los miembros de la sociedad y de otro lado, de que no debe ser un fin en sí mismo que sea acumulado por una parte de la sociedad. En la Tierra Media los Enanos organizaban su trabajo en un régimen similar al cooperativismo si era necesaria la participación de muchos individuos, o en pequeñas empresas que podemos calificar como domestic system, o incluso como trabajadores autónomos cuando no se necesitaba poca mano de obra. Todo ello, con independencia de que su sistema político recuerde más al de una monarquía cuasi absoluta, que a cualquier otro régimen menos jerarquizado.

La concepción de la economía y del trabajo de los Enanos, que está íntimamente relacionada con su carácter fuerte, tenaz, hasta la obstinación y difícilmente influenciable, les otorga un papel muy destacado en todo el legendarium, así como la simpatía y admiración de muchísimos lectores de Tolkien. Sin embargo, todo ello fue también el origen de severos y dramáticos conflictos con otros pueblos y razas, así como la causa de las más terribles desgracias en los diferentes reinos que los Enanos fundaron.

En este sentido, cabe recordar el sangriento desenlace, que hemos anunciado con anterioridad, de las antaño respetuosas relaciones que llevaron a los Enanos de Ered Luin a regalar el Nauglamir a Finrod Felagund. Cuando años después de recibir el collar de manos de Húrin, el rey Thingol encargó a los Enanos de Eryd Lindon que engarzaran el Silmarill, que recuperaron Lúthien y Beren, en el collar, se despertó la codicia por tan hermosa joya en los Enanos, a cuya posesión estimaban tener derecho porque se trataba, además, de la obra de sus antepasados de la que se sentían justamente orgullosos. Era sólo cuestión de tiempo que el conflicto se desencadenara acarreando trágicas consecuencias para todos los partícipes. A la muerte del rey de Doriath a manos de los Enanos, le sucedió el enfrentamiento entre los propios Enanos por la posesión del Nauglamir y poco después, cayó sobre ellos la venganza de Beren que mató a los asesinos del padre de su esposa.

Ya hemos visto cómo el Reino de Erebor también sufrió un destino trágico. Aunque indudablemente Smaug fue el culpable de la ruina de Erebor, no podemos obviar que fue la ingente cantidad de riquezas acumuladas en el Reino lo que despertó la codicia asesina del dragón. Incluso, cuando gracias a la colaboración de Bilbo, la compañía de Thorin pudo recuperar el tesoro, sólo la valiente generosidad del Hobbit evitó que el tesoro del Rey bajo la Montaña provocara un conflicto que conllevara la desaparición total del reino y de los últimos de sus habitantes. La generosidad de Bilbo produjo, incluso, que Thorin reconociera, aunque fuera en los últimos instantes de su vida, que la concepción hobbítica que otorgaba un mayor valor a la comida, a la música, y a la alegría que al oro era la única que podía garantizar la felicidad, el bienestar y la paz a cualquier pueblo de la Tierra Media.

Quizás el final de Khazad-Dum sea la única desgracia, padecida por los Enanos como consecuencia de su actividad económica, más grave aún que la ruina de Erebor. La cantidad y calidad de las bajas, las pérdidas materiales y las secuelas psicológicas sufridas por el pueblo de Durin en la caída de Khazad Dum la convierten en una catástrofe total y definitiva.

La historia es bien conocida. Khazad Dum era el más próspero, hermoso y poderoso de todos los reinos Enanos sobre la faz de la Tierra Media. Tanto es así que el propio nombre de Khazad Dum revela que estamos ante el Reino Enano por excelencia, el Reino Enano por antonomasia, literalmente hablando.

Khazad dum sobresalía también porque mantenía unas excelentes relaciones con sus vecinos Elfos, lo cual, obviamente fue algo totalmente excepcional en la historia de la Tierra Media. Si hubo algún momento anterior al fin de la Guerra del Anillo en que Elfos y Enanos lograron construir en puente entre sus dos pueblos enemistados desde sus respectivos despertares, ese puente se construyó en Khazad Dum, aunque sepamos que el símbolo de esa amistad no era el puente de Khazad Dum, sino las puertas del Reino.

Pero sobre todo, Khazad Dum basaba su poder y riqueza en la minería del mithril. El metal más dúctil, versátil y valioso de la Tierra Media era extraído de las entrañas de la tierra por los expertos mineros Enanos y trabajado por sus dotados herreros para constituir una aparentemente infinita fuente de bonanza para el Reino del Enano. Mas, las artes del Enemigo lograron alimentar la codicia de los Enanos desde que los anillos de poder llegaron inopinadamente, según los planes de Sauron, a manos de Durin III.

Los Enanos presentaban una fuerza de voluntad inquebrantable y una fidelidad a su pueblo tan resistente como el mithril. Pero, la maligna influencia del Señor Oscuro cebó la codicia del pueblo de Durin por extraer más y más mithril. Para ello tuvieron que excavar cada vez más profundamente, hasta que despertaron a una criatura que se había ocultado al mundo durante milenios en la más escindida sima subterránea. El despertar del Balrog supuso el fin del más poderoso reino de los enanos y el inicio de una serie de horribles desgracias, que no terminaron hasta que Gandalf derrotó al demonio de fuego.

Párrafos más arriba he mencionado lo que Tom Shipey llama el “mal del dragón”, y al final de sección dedicada a los hobbits nos hemos encontrado con Saruman, que era el más capacitado de entre los Istari que fueron enviado por los Poderes, por los Valar a la Tierra Media para ayudar e inspirar a los Pueblos Libres en su lucha contra la constante amenaza del Señor Oscuro y sus tentaciones. Sin embargo, ya en El Hobbit Saruman nos muestra algunos rasgos que podrían llevarnos a dudar de sus intenciones. Después en El Señor de los Anillos, el mago blanco, que incluso se presenta como “hacedor de anillos” desvela su ambición de hacerse con el Anillo Único para dominar la Tierra Media, someter, por cualquier medio, a los Pueblos Libres a su voluntad para sustituir al mismísimo Saruron como Señor Oscuro. La idea de Saruman no es, en absoluto descabellada. Sauron es un Maia, como él, así que la naturaleza del mago blanco le puede capacitar para destronar a Sauron y apropiarse de su dominio. Además Saruman se ve a sí mismo como alguien mejor preparado, más sabio, y con mayor potencial de “estadista” que Sauron. Ni que decir tiene, que Saruman se consideraba superior a cualquier otra criatura de la Tierra Media, fuera cual fuera la condición o raza de tal criatura.

Saruman llegó a tal convencimiento después de muchos años de estancia en la Tierra Media y por muchas causas. Se suele señalar que todo el esfuerzo que dedicó a estudiar el Mal, en principio para combatirlo, le llevó a empatizar con el Mal, con sus métodos y con su desmedida ambición de Poder. Analizar y explicar los actos del Mal no es lo mismo que justificarlos, pero para ello hay que mantener a la codicia y a la tentación del poder alejados de uno mismo, tanto por convicción de que el Mal nunca es el camino adecuado, como por responsabilidad hacia el resto de los seres con los que convivimos. Sin embargo, las semillas de la codicia, y del orgullo se hallaban en Saruman desde el momento en que fue consciente de sus capacidades. No sabemos si Saruman hubiera logrado no sucumbir a la codicia y a la tentación si no hubiera viajado nunca a la Tierra Media, o si no se hubiera dedicado a estudiar el Mal, pero una vez que esto fue así, la codicia, la ambición, y con ellas la envidia, el rencor y el odio crecieron en el ánimo del mago, hasta convertirse en un ser malvado.

A pesar de lo que Saruman pensaba, se me antoja realmente difícil que hubiera podido destronar a Sauron y ocupar su lugar. No sólo porque el Mal, afortunadamente para los Pueblos Libres, lleva en sí mismo también el germen de su propia destrucción, sino porque además sus acciones nos recuerdan a las de unas criaturas malvadas y poderosas, pero de un rango inferior al del Señor Oscuro, que ya hemos mencionado aquí. Unas criaturas que eran muy inteligentes, cuyas voces eran hipnotizantes y hechizantes, que odiaban a los Elfos, Hombres, Enanos y Medianos, que despreciaban la Naturaleza, que ambicionaban poder y dominio, que acumulaban riquezas y tesoros con la avaricia de quien no pretende darles más uso que su contemplación para alimentar su orgullo personal, y criaturas de cuyo origen sabemos muy poco, pero que por su aparición y actos bien podría ser que en algún momento Tolkien hubiera considerado que en un principio pudieran ser maiar corrompidos por Melkor: los dragones.

Sabemos que Melkor no contaba con la capacidad de crear seres, al menos seres inteligentes y autónomos, ex novo. Así pues, para “crear” a los dragones tuvo que valerse de otras criaturas que le sirvieran de materia prima y que además ya contaran en su naturaleza, con la inteligencia, la capacidad y la ambición suficientes para encarnar el malvado poder de los dragones. De hecho en el cuento De Túrin Turambar se señala que un espíritu maligno habitaba en Glaurung. 

Soy consciente de que esto es pura especulación, pero también creo firmemente que la hipótesis de un origen Maia para los dragones es coherente con el legendarium y el corpus tolkeniano. Si se piensa que el hecho de que los dragones se reproduzcan rompe esa coherencia, hemos de pensar que los Maiar que entraron al servicio de Melkor bien pudieran haber desarrollado esa capacidad, bien por la propia intervención de Morgoth sobre esos Maiar, o bien porque, al igual que su Señor, sintieron deseo sexual que al cumplirse dio origen a una descendencia que podría perpetuarse durante generaciones. Aunque sigo argumentando dentro del campo de la especulación, el conocimiento científico también avanza así, partiendo de la especulación teórica a la búsqueda de pruebas empíricas que corroboren o rebatan las hipótesis previas.

En este sentido, lo más parecido que tenemos a una prueba es una frase del propio Tolkien en la que describe la acaparación de todo tipo de objetos valiosos que Saruman llevó a cabo en la Torre de Orthanc. Mediante esta descripción, Tolkien nos señala tanto lo que hubiera sido la evolución lógica de un Maia corrupto, como lo que constituía un síntoma más del fracaso absoluto de Saruman, que no fue capaz, ni siquiera, de desarrollar todo su potencial maligno. En la página 141 de la edición del año 2002 de Planeta-DeAgostini de Los Cuentos Inconclusos se puede leer la oración con la quiero terminar este ensayo y que creo no deja duda sobre la opinión del profesor al respecto: 

“Saruman, en su degradación, no se había convertido en un dragón, sino en una corneja.”

Y a partir de aquí eres tú, que me estás leyendo, quien puede continuar este viaje, porque… The Road Ever Goes On.


UNA VISITA INESPERADA (Inspirado en Tolkien y en Andersen)

Este cuento fue publicado originariamente en Estel. Revista Oficial de la Sociedad Tolkien Española , nº 98, Invierno de 2002, pp. 60-61.  J...