viernes, 24 de septiembre de 2021

UN DESCANSO EN EL FRENTE OCCIDENTAL

 Estaba repasando sus notas y apuntes, disfrutaba con la búsqueda de la coherencia y de la belleza del idioma, así que, aquella tarea, que para otros podía resultar tediosa, para él suponía un refugio en medio del desastre, el caos y el dolor de la guerra. Sin embargo, no por ello descuidaba sus obligaciones para con sus compañeros de armas. No perdía de vista a su compañía, y permanecía atento a la conversación de aquellos muchachos, hijos de la campiña inglesa, en los que había encontrado todas las virtudes que él apreciaba en un buen camarada y que se necesitaban para la defensa de su país, de sus gentes y paisajes. Sabía que ellos confiaban en él, y no les iba a defraudar, pero, sobre todo, estaba seguro que esos soldados iban a arriesgarlo todo por su compañía, por su teniente, por su tierra y por su rey. Se sentía realmente orgulloso de compartir la suerte de aquellos soldados, que por fin, podían disfrutar de unas horas de tranquilidad, después del tan atronador como mortífero cañoneo alemán.


Dulces recuerdos del hogar, de la familia, de novias y esposas se entremezclaban con canciones groseras, rudos chistes e historias de lugares exóticos a los que ellos nunca habían viajado, y, desgraciadamente, nunca iban a viajar. Cuando la conversación versaba sobre las increíbles riquezas que atesoraban los Emperadores de la China, el soldado de primera Miller pidió a sus compañeros que escucharan una historia, que le había contado un primo segundo de su padre que había estado destinado en Hong Kong, sobre los conocimientos tan extraordinarios que tenían las gentes de aquel país:


“Después de seguir fielmente las enseñanzas de su anciano maestro, el más brillante de sus aprendices le dijo: Maestro, ya nos has enseñado todo lo que hay que saber sobre el noble arte de la caza del dragón, pero, dado que los dragones no existen, ¿qué podemos hacer con lo que nos has enseñado? El anciano miró a su discípulo con afecto y una chispa de sarcasmo en los ojos, y le respondió: Siempre podrás adiestrar a otros en el noble arte de la caza del dragón.”


En cuanto Miller terminó su relato casi todos los soldados rieron con sonoras carcajadas, algunos permanecieron desconcertados, y otros barruntaron que en las palabras de aquel cuento se escondía más sabiduría de lo que parecía. Justo entonces, su oficial; el teniente John Ronald Reuel Tolkien sonrió porque sentía la mayor felicidad que había experimentado desde que su llegada al frente, miró al soldado de primera Miller, y después al resto de la compañía, mientras afirmaba con total seguridad: “Los dragones existen”.



sábado, 18 de septiembre de 2021

LA DECISIÓN

El relato que aparece en esta entrada es una versión corregida y aumentada de un cuento, que presenté a un concurso organizado por la revista literaria Zenda sobre cuentos de Navidad. El enfoque que le dí no era realmente navideño, pero quería dedicarlo a la figura de la Sagrada Familia de la que tenemos menos información: San José, el discreto, valiente, fiable y esposo de Nuestra Señora, y justo, devoto y fiel creyente en Dios. 


José no pronuncia una sola palabra en todo el evangelio, pero estoy seguro de que participó activa y amorosamente en la educación de Jesús. Sin duda lo amó y cuidó como si hubiera sido su hijo biológico, por usar el término actual. Sin olvidar que, antes de que le fuera revelado el origen del estado de  María, José decidió no cumplir rigurosamente la ley de su pueblo, para proteger la vida de su esposa y la del bebé que esperaba María. 


Me parece muy posible que Jesús, como intentamos hacer todos con las enseñanzas de nuestros respectivos padres, utilizara las enseñanzas de su padre adoptivo durante el anuncio de la Buena Nueva de su Padre. De hecho, la genealogía de José es fundamental para que Jesús naciera en Belén; la ciudad de David, aunque no encuentre alojamiento en la misma, a pesar de que María está a punto de dar a luz. 


Durante los meses del confinamiento de 2020, del ERTE, y la enfermedad a la que se enfrentó mi esposa durante el verano del año pasado, el ejemplo de San José, junto al de mi propio padre, me sirvió como modelo para afrontar esas situaciones con discreción, valor y amor. En el pasado Adviento, gracias a la invitación de mi hermano congregante y amigo Pedro Martín y a la iniciativa de nuestro hermano cofrade y amigo Tomás González, tuve la enorme fortuna de poder compartir lo que me ayudaron dichos modelos en la Oración Cofrade de la Coordinadora Diocesana de Cofradías de Salamanca. 


Por todo ello quiero aprovechar mi 50 cumpleaños para intentar este pequeño homenaje y agradecimiento a San José, en el año que le está dedicando la Iglesia con motivo del 150º aniversario de que fuera declarado patrón de la Iglesia, como grandísimo ejemplo que es para todos los que compartimos las imperfecciones propias del ser humano. 




La decisión


“Si abandonas esta casa y te vas a trabajar para ellos, yo dejaré de tener un hijo y tú dejarás de tener un padre.” 


Después de llevarse las manos a la barba, Jacob se dio la vuelta confirmando el fin del parentesco con su hijo menor. Su esposa e hijas guardaban silencio, no les estaba permitido intervenir. Tan sólo, Cleofás, cuya posición de primogénito le permitía mirar a su padre, expresó sutilmente su disgusto, porque no podía contradecir la palabra del anciano. Su hermano pequeño era su debilidad y le dolió la tajante sentencia: a José no se le permitiría volver nunca más al hogar de sus antepasados. 


José, en cambio, no alteró la expresión de su rostro. Estaba decidido, la ciudad de Belén no le ofrecía ningún futuro y debía marcharse. Él no estaba obligado a soportar el mismo yugo  que pesaba sobre su hermano por ser el primogénito de un descendiente de David; rechazar cualquier trato con los impuros gentiles, aunque de ello dependiera la subsistencia propia o la de su familia .


Había oído que en Galilea los idumeos y los romanos estaban levantando una ciudad lejos de la levantisca Jerusalén y que había trabajo abundante para jóvenes fuertes, y hábiles constructores. Además, como se decía en Judea: "nada bueno puede salir de Galilea", así que era fácil imaginar que los contratistas preferirían a un trabajador de cualquier origen, antes que a un galileo. 


Llevándose tan solo una túnica y un manto, se ciñó y, sin poder mirar atrás, cruzó la puerta del hogar paterno. Caminó todo lo rápido que pudo, para abandonar Belén lo antes posible.


No era la primera vez que salía de su ciudad natal, había visitado Jerusalén en las fiestas señaladas por su Fe, pero jamás había realizado un viaje tan largo en solitario y tan lleno de incertidumbres; para llegar a Galilea debía atravesar Samaría y en ambas regiones sería considerado extranjero. Es más, para sus nuevos vecinos, iba a ser un extranjero proveniente de la orgullosa Judea, lo cual no era una perspectiva en absoluto halagüeña. 


Sin embargo, en ese preciso instante, una voz que parecía llegar desde todas partes le habló directamente a lo más profundo de su ser. No pudo entender bien el mensaje, pero esa voz aprobaba su marcha a Galilea y le animaba a seguir adelante. Desde ese momento, su decisión había entrado en los planes de Dios. 



jueves, 9 de septiembre de 2021

Por aquellos ojos

 No conseguía dormir desde que regresó de la última misión que cumplió en Afganistán. Se despertaba sobresaltado varias veces cada noche, y eso, en las ocasiones en que lograba conciliar el sueño relativamente pronto. Tan sólo se sumía en un sueño profundo y reparador unos momentos antes de que llegara la hora de despertarse. El sonido del despertador, a pesar de reproducir su canción favorita: Halelujah de Leonard Cohen, daba paso a un despertar incompleto y desanimado que le hacía sentirse fatigado desde el inicio de cada nuevo día.


Las primeras semanas lo achacó al cansancio acumulado durante el servicio, o al drástico cambio que suponía la vuelta a casa, la vuelta a la normalidad. Pero ¿acaso “normalidad” significa algo? A pesar de los esfuerzos de su familia y amigos, no lograba apartar la desazón y la angustia de sus pensamientos. Estaba en casa, pero aún quedaban muchos amigos allí, en Herat; empezando por sus compañeros del Regimiento de Ingenieros de Salamanca, que seguían sorprendiendo a los afganos cuando veían a las militares españolas cumpliendo con su deber exactamente igual que los hombres, tanto con el fusil, como con la pala.


La guerra, pues tal era la situación de Afganistán, había creado lazos de amistad muy fuertes entre las tropas destinadas allí. No en vano, sus vidas y el éxito de la misión dependía de la confianza en los demás compañeros, de su adiestramiento y del cumplimiento de las precauciones correspondientes. 


También tenía amigos entre el resto de los militares de la ISAF que habían servido o aún permanecían en Afganistán. Salvo contadas excepciones, todos ellos se habían sentido conmovidos por la situación del pueblo afgano. A pesar de que no era raro sufrir el hostigamiento de milicianos simpatizantes con los talibanes, la mayoría de las tropas internacionales que trabajaban más estrechamente con los afganos sentían un sincero aprecio por aquella gente cuyo pasado era terrible, su presente difícil y su futuro incierto y temible.


A él le había conmovido especialmente el relato que, en silencio, le narraban cada día unos ojos dolorosamente enmarcados por un niqab. Aquellos ojos presentaban tanto una belleza de un verde intenso, como una mortificante y profunda herida. Durante los escasos segundos que su vehículo tardaba diariamente en pasar junto al puesto ambulante donde aquella heratí vendía pistachos a las tropas de la ISAF, podía leer en sus ojos todo el sufrimiento del pueblo afgano causado por décadas de guerras y toda el daño infligido a las mujeres afganas por esas guerras y el régimen tiránico de los talibanes. 


Al igual que el resto de la dotación del vehículo, estaba convencido de que la única respuesta que podían ofrecer al relato de la vendedora de pistachos era no dar por cumplida su misión, la misión de toda la ISAF, la misión de todos los gobiernos de los países que participaban en la misma, la misión de sus respectivas sociedades, hasta que las mujeres afganas no tuvieran la oportunidad de aspirar a mucho más que a subsistir con la venta ambulante de pistachos, encerradas en aquella prisión de tejido y... con una más que probable situación de sometimiento humillante en sus casas. 


Por eso, una insoportable y devastadora sensación de frustración y fracaso se apoderó de su ánimo un día de agosto de 2.021, cuando vio la fotografía de la portada del periódico. Junto al muro del aeropuerto de Kabul, en medio de un numeroso grupo de civiles indefensos, los brazos de la vendedora de pistachos levantaban dos criaturas; una niña y un niño, en un intento desesperado para que algún occidental los llevara lo más lejos posible de Afganistán, mientras que las ametralladoras de varias camionetas repletas de talibanes apuntaban hacia aquel desamparado grupo. 


UNA VISITA INESPERADA (Inspirado en Tolkien y en Andersen)

Este cuento fue publicado originariamente en Estel. Revista Oficial de la Sociedad Tolkien Española , nº 98, Invierno de 2002, pp. 60-61.  J...