domingo, 7 de abril de 2024

UNA VISITA INESPERADA (Inspirado en Tolkien y en Andersen)



Este cuento fue publicado originariamente en Estel. Revista Oficial de la Sociedad Tolkien Española, nº 98, Invierno de 2002, pp. 60-61.  Junto a la inspiración en J. R. R. Tolkien y Hans Christian Andersen, debo una parte esencial de la idea del desenlace a Josu Gómez, Eleder en la STE, profesor del alto élfico y actualmente elfo viajero, a quien podéis acompañar en su blog: https://escritura.social/eleder/



Desde luego que no era una noche para salir a pasear, pero menos aún para importunar a las personas decentes aporreando de tan malas maneras la puerta de la casa. Así rumiaba entre dientes el viejo Maggot, mientras se dirigía a la puerta de su casa, e intentaba imaginar por qué sus perros no habían espantado a aquel inoportuno visitante.

-¡Ya va, ya va!.— Gritó, esforzándose en que su tono reflejara todo el fastidio que le había causado tener que levantarse de la cama. Aunque su esfuerzo era vano, ya que la curiosidad por saber quién estaba llamando, era incluso superior a su enfado. De hecho, sus conocidos enfados eran más simulados, que reales, pero si te has creado una fama, te debes atener a ella, y además ¿por qué negarlo?, se divertía mucho interpretando el papel de cascarrabias.

Sin embargo, no tuvo que fingir la expresión de asombro que se le quedó en la cara, impidiendo que de su boca brotaran los habituales improperios que solía dedicar a todos los que le molestaban. Abrir la puerta y quedarse ojiplático, boquiabierto y patitieso fue todo uno. Jamás en toda su vida, había visto un ser más bello que aquella joven que le sonreía con hermosos ojos desde el dintel de su puerta donde los perros revoloteaban con inusitada alegría. 

—Buenas noches, señor mediano —aquella voz era pura música en los oídos de Maggot que ya no pudo prestar más atención al resto del saludo hasta que otra voz, ahora desde dentro del hogar, le llamó.

—¡Señor Maggot! ¿Qué haces levantado a estas horas! ¿Por qué has abierto la puerta?.

El viejo Maggot respondió, sin ser consciente de lo que decía. 

—Una princesa elfa ha llamado a la puerta y nos pide que la alojemos en casa esta noche.

—¡¿Qué elfa, ni qué elfo?! Deja de decir tonterías y vuelve a acostarte.

—Ven, mírala tú misma. 

La señora Maggot no sabía que le había sorprendido más, si la bobada que había dicho su marido, o el dulce tono musical que el viejo cascarrabias había empleado.

El señor y la señora Maggot no tardaron ni un periquete en preparar una improvisada, pero no por ello incompleta, cena con la que agasajar a su maravillosa huésped. Los granjeros se sintieron muy honrados y orgullosos cuando la bella princesa alabó tanto sus hongos, como la forma de cocinarlos.  Verdaderamente le habían gustado, pues con toda la delicadeza del mundo, la elfa les preguntó si podía repetir otro plato de hongos.

Sin embargo, un asunto impedía que la señora Maggot disfrutara totalmente de tan excelente visita. No le preocupaba el arrobo con que su marido contemplaba el rostro de la elfa, porque ¿quién no se deslumbraría ante la visión de una princesa élfica?. Esa precisamente era la preocupación de la señora Maggot, cómo comprobar que su huésped era una verdadera princesa élfica La señora Maggot acababa de tener una idea. 

—Perdonadme, que me levante, pero es que voy a preparar la cama de nuestra invitada. 

A la mañana siguiente, sentadas ante un suculento desayuno, la señora Maggot preguntó a su huésped. 

—¿Qué tal has dormido, mi señora? 

—Su hospitalidad es magnífica, señora Maggot, y le estaré agradecida eternamente, pero apenas he podido dormir. La cama era cómoda, la almohada mullida, las sábanas suaves y las mantas acogedoramente cálidas, pero he sufrido continuos episodios de estornudos, hasta que me he incorporado. Perdóneme, señora Maggot, porque no está en mi intención ofenderla, pero al levantarme, moví sin querer la almohada y…  encontré bajo ella…  pelos de gato. 

La señora Maggot sonrió con satisfacción y le respondió. 

—No me has ofendido, mi señora. Al contrario, me siento honrada y agradecida de que estés en mi casa, princesa. 


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