jueves, 7 de abril de 2022

Nuestra Señora de las Angustias, Madre de Dios, Madre de todos.




María sostiene tiernamente en su regazo el cuerpo muerto de su Hijo. Lo rodea con el brazo derecho, casi de la misma manera en que lo hacía  para que se calmara y se durmiera cuando era un bebé, durante el tiempo que tuvieron que refugiarse en Egipto (Mt. 2, 13-21). Sobre la mano izquierda de María,  reposa la mano de su Hijo. La misma mano de la que María le llevó de nuevo a Nazaret,  después de encontrarlo, tras tres días de búsqueda, en el Templo de Jerusalén enseñando a los maestros de su Fe (Lc. 2, 46-50). 

Pero, sobre todo, María mira el rostro de su Hijo. A los pies de la Cruz en que Jesús ha entregado su vida para redimir a la humanidad, María dedica a su Hijo su mirada más amorosa. Está sufriendo el terrible dolor de la espada que le atraviesa el corazón (Lc. 2, 35), pero su Amor de Madre es más fuerte que el dolor, y su Corazón es más fuerte que la espada. Tal como nos cuenta San Lucas, María conservaba en su Corazón las palabras de Jesús  (Lc. 2, 51), y asume que su Hijo está en las cosas de su Padre (Lc. 2, 49). Podemos percibir en el rostro de María las Angustias que está sufriendo, pero también que su Amor y su Confianza en Jesús le permiten mantener la Esperanza que verá cumplida con la Resurrección de Nuestro Redentor.

No es extraño que fuera San Lucas, el evangelista de la Misericordia, quien recogiera los recuerdos que María guardaba desde el momento en que aceptó ser la Madre del Hijo de Dios (Lc. 1, 35-38).  Tampoco es extraño, que fuera San Juan, el discípulo a quien el Señor amaba, al que Jesús desveló la identidad de quien le iba a entregar (Jn. 13, 23-26), quien narre el Primer Signo que realizó Jesús, con la intercesión de su Madre  (Jn. 2, 1-12). San Juan fue testigo de que María estaba presente cuando se manifestaba la Gloria de Jesús, y supo que el Amor del Hijo y el de la Madre se harían extensivos a toda la humanidad. Al igual que el Ángel del Señor le anunció a María que iba a ser la Madre del Hijo de Dios, el propio Jesús le anunció a María que sería Nuestra Madre y a nosotros que seríamos sus hijos (Jn. 19, 25-27).

La imagen de Nuestra Señora de las Angustias no está recogida en los Evangelios canónicos, pero la piedad popular asumió con sensatez y sensibilidad que María como Madre y como mujer llena de Fe, Esperanza y Amor sostuvo el cuerpo del Señor en el descendimiento de la Cruz. Por ello el pueblo situó dicho momento en la XIII Estación del Via Crucis, que es uno de los ejercicios más representativos de la piedad popular. La sensibilidad de la piedad popular es justa, coherente y reconocida, pero también hay que reconocer la justicia y coherencia de su sensatez. Hemos visto como en la imagen de Nuestra Señora de las Angustias, la piedad popular percibe varios de los aspectos fundamentales que los Evangelios resaltan, efectivamente, de la figura de la Madre del Redentor: su entrega libre y consciente a la Voluntad de Dios, el Amor y la Confianza que tiene en su Hijo, su fortaleza, su Esperanza, a pesar del sufrimiento previamente conocido y después realmente vivido, su eficaz intercesión entre su Hijo y los hombres, y por todo ello su cualidad de ser Nuestra Señora y Nuestra Madre. Por eso, cuando rezamos ante Su imagen, le decimos a Nuestra Madre a Nuestra Señora de las Angustias: “… ayúdanos a encontrarnos con Dios Padre y con los hermanos en las tristezas y en los gozos, en las angustias y esperanzas de la vida.”

UNA VISITA INESPERADA (Inspirado en Tolkien y en Andersen)

Este cuento fue publicado originariamente en Estel. Revista Oficial de la Sociedad Tolkien Española , nº 98, Invierno de 2002, pp. 60-61.  J...