La teoría, o hipótesis, o intuición personal mía que presento a continuación es totalmente especulativa y no la puedo corroborar con textos del profesor. Tan sólo se basa en elucubraciones propias derivadas de múltiples lecturas de la obra de Tolkien, e interpretadas según el contexto social, el desarrollo histórico y el acervo cultural occidental muy influido por el mundial, y sobre todo desde los principios de la Fe católica que era la que profesaba Tolkien y que también profeso yo mismo. También es cierto, que mi amigo y compañero montaraz en la Sociedad Tolkien Española, Pedro Fernández Álvarez Gondowe Endorion me señaló, acertadamente, algunos aspectos en los que mi hipótesis cojea más que los orcos de las películas de Jackson. De hecho, el origen de los orcos forma parte de esa serie de temas de la Tierra Media que no podremos resolver, como también nos sucede con muchos asuntos de la "saga realidad".
A pesar de ello, como creo que las teorías sobre el origen élfico corrompido o las que apuntan hacia un origen animal de los orcos no acaban de encajar en el legendarium y como además, me parece que mi idea es más acorde con las firmes creencias del profesor, la expongo aventurada, pero humilde y conscientemente.
“Dicen los sabios de Eressëa que todos los Quendi que cayeron en manos de Melkor, antes de la caída de Utumno, fueron puestos en prisión y por las lentas artes de la crueldad, corrompidos y esclavizados; y así creó Melkor la raza de los Orcos, por envidia y mofa de los Elfos, de los que fueron después los más fieros enemigos.” TOLKIEN, J. R. R, El Silmarillion, Barcelona, Minotauro, 199010, p. 63.
Tanto por la lectura de El Silmarillion, como por cualquier otro medio todos conocemos esta teoría, que Peter Jackson adjudicó, en su versión cinematográfica, apócrifa y acríticamente a Saruman. Sin embargo opino que no es inevitable deducir que los orcos fueran creados desde elfos capturados, torturados y corrompidos por Melkor casi desde el momento en que los quendi vieron la luz de las estrellas en Cuiviénen. Hay varios motivos para dudar de esta teoría, el primero nos lo indica el propio Tolkien "Dicen los sabios de Eressëa…". Tolkien escribe el legendarium utilizando la figura del "manuscrito encontrado" y posteriormente traducido y editado por el autor. El "manuscrito encontrado" es un recurso clásico entre los grandes escritores de la literatura occidental, por ejemplo autores tan separados por el tiempo y el espacio como Cervantes, Borges y Umberto Eco lo utilizaron. Pues bien, dado que El Silmarillion es parte de un "manuscrito encontrado" que además se integra en un corpus de cuentos que conforman una mitología para Inglaterra, la teoría del origen élfico corrompido no es más que el mito con el que los afectados por la existencia de los orcos y la maldad de Melkor intentaban explicar el origen de sus enemigos. Es decir, estamos ante una leyenda élfica recogida en el "manuscrito encontrado", pero no es la explicación que el subcreador del legendarium ofrece canónicamente.
Mi hipótesis consiste en que Melkor utilizó a los elfos secuestrados y torturados como modelo para "crear" a sus criaturas. Del mismo modo que Aulë creó a los enanos, Melkor creó a los orcos. Sin embargo, sólo Eru puede crear verdadera vida pensante, sintiente, completa y libre otorgándole un alma. Así pues, a diferencia de los enanos de Aulë a los que Eru concendió un alma y adoptó como hijos cuando Aulë, humildemente, le pidió perdón a Ilúvatar, los orcos no recibieron ninguna bendición de Eru. Melkor no tenía la más mínima intención de pedir perdón como hizo Aulë, que no creó a los enanos por codicia y para que le sirvieran, sino que los creó por amor a las criaturas vivientes. Melkor, en cambio, creó a los orcos para sus propios fines, para tener servidores y para hacer mofa de la obra de Eru y para oponerse al mismísimo Eru, por lo que los orcos carecieron de alma, de fëa, nunca se les concedió y no pudieron ser libres para optar entre el bien y el mal. De esta manera, siempre fueron criaturas subsidiarias de su "creador", ya fuera Melkor, o más tarde Sauron o Saruman, aunque contaban con una inteligencia que posiblemente fue evolucionando de generación en generación órquica.
La ausencia de fëa no sólo les impedía ser libres sino que también les apartaba de la Redención que Eru ofrece siempre a sus Hijos, ya lo sean por creación y ya por adopción. Los hombres que lucharon del lado de Sauron en la Guerra del Anillo fueron perdonados, incluso Faramir nos recuerda que matar otros hombres provoca un sinfín de remordimientos y dudas porque la maldad no es consustancial al ser humano. También, a Saruman se le ofreció el perdón, incluso Sauron y a Melkor tuvieron en su momento la oportunidad de alcanzar el perdón que rechazaron por orgullo y codicia. En cambio, no se ofreció el perdón a los orcos.
Por otro lado, si los orcos hubieran sido elfos corrompidos, Melkor habría tenido que destruir su fëa para acabar con su voluntad y su libertad de criterio y no creo que torcer tanto la obra de Ilúvatar estuviera al alcance de su poder. Además, Tolkien, como subcreador, se habría visto obligado a narrar que parte de los Hijos de Eru habían sido abandonados en brazos del mal, sin ninguna posibilidad de salvación, y no creo que a Tolkien le hubiera satisfecho semejante circunstancia. Asimismo, la existencia de un enemigo dotado de inteligencia, pero carente de alma le permite al subcreador de la historia relatar la destrucción de dicho enemigo, sin tener que renunciar ni a su criterio moral, ni a su Fe que se asienta en el Amor divino y en la Esperanza en la Salvación. De esta manera, no hay ningún problema en matar a los orcos, ya que no pertenecen a la Creación de Eru. Si los orcos hubieran sido creados desde animales, su muerte implicaría un problema moral, porque los animales son criaturas de los valar y, por lo tanto, son criaturas de Eru.
Por su carencia de alma, de libertad de elección entre el Bien y el Mal los orcos también podían cumplir en el legendarium una función inspirada en la de las armas industriales que se emplearon en la Gran Guerra y que desgraciadamente, Tolkien, sus amigos y sus enemigos conocieron de primera mano. Los gases tóxicos, los obuses, las alambradas de espino matan sin que intervenga un ser con alma que tenga la mínima capacidad de apiadarse de la víctima, o de sentir ninguna emoción, aunque ésta fuera negativa. Hasta en el caso de las ametralladoras puede ser similar, ya que la distancia que esas armas mantenían entre los combatientes les impedía sentir esas emociones señaladas un poco más arriba. Es la misma idea que subyace en las opiniones sobre el mayor agravante moral que supone matar de lejos, y la nobleza de las armas blancas vertidas, aunque sean personajes de ficción, respectivamente por Diego de Alatriste y Obi wan Kenobi.
A pesar de todo ello, de que por haber sido creados incompletamente, sin alma, por Melkor, Sauron o Saruman no podían salvarse, también me gustaría indicar que Tolkien no deja de sentir movido por su Fe y ayudado por su formación humanística cierta piedad y consideración hacia los orcos, de la misma manera que también pudo sentirlas hacia los soldados que estaban en la trinchera enfrentada a la suya. Efectivamente, la conversación que mantienen Shagrat y Gorbag en el capítulo X del libro cuarto de El Señor de los Anillos destila bastante consideración por el miedo de los orcos hacia sus superiores y hacia los nâzgul, al combate; por su pena por la suerte de otros orcos; por nostalgia por alguna época anterior a la Guerra del Anillo y por el anhelo por una libertad que está totalmente fuera de su alcance:
“... Si tenemos una oportunidad de escapar tú y yo por nuestra cuenta, con algunos muchachos de confianza, a algún lugar donde haya un botín bueno y fácil de conseguir, y nada de grandes patrones.
-Ah -exclamó Shagrat-, como en las viejas épocas.” TOLKIEN, J. R. R., El Señor de los Anillos II Las Dos Torres, Barcelona, Minotauro, 198511, p. 489.
Incluso cuando los orcos “alistan” en sus filas a Frodo y Sam, Tolkien nos ofrece una imagen conmovedora sobre la situación de los orcos que ejercían de soldados rasos en las huestes del Enemigo, que seguramente es un eco de sus recuerdos del frente en la Gran Guerra:
“Era una banda de la raza más pequeña arrastrados a pelear en las guerras del Señor Oscuro: no querían otra cosa que terminar con aquella marcha forzada y esquivar los latigazos.” TOLKIEN, J. R. R., El Señor de los Anillos. III El Retorno del Rey, Barcelona, Minotauro, 19857, p. 273.
A pesar de mi propia hipótesis, me gustaría finalizar señalando que probablemente nunca podamos estar seguros de la veracidad de ninguna teoría que pretenda aclarar el origen de los orcos en el legendarium de Tolkien, pero que sea cual sea la hipótesis que podamos presentar sobre esta cuestión, hay cuatro aspectos que no pueden quedar fuera de la posible hipótesis: la Fe católica del profesor, la tradición cultural en que se educó Tolkien que incluía mucho más que las tradiciones culturales europeas, su calidad de filólogo: científico y amante de las lenguas y su experiencia militar de la Primera Guerra Mundial, para no descontextualizar la obra del profesor, ni desconectar nuestra hipótesis de aquélla.
Como ya hablamos en su momento, lo que expones es perfectamente posible. Esta claro que en su pensamiento posterior no llegó a una solucion definitiva, por eso dentro de la mitologia subcreada, como buena mitologia que es (nunca me cansare de repetirlo) prefiero ir a una solucion que englobe todos los origenes. La cuestion del fëa es peliaguda pero no imposible si pensamos, como te dije, en una hipotetica (y aqui es opinion mia sin fundamento mas que religioso) dilucion generacional al no proporcionarle Eru fëa propio a los sucesivos descendientes.
ResponderEliminarEn cualquier caso es indudable e irrebatible tu conclusion del ultimo parrafo. Aplicable a toda su obra.