domingo, 20 de noviembre de 2022

La Resistencia

 La Resistencia

  -Papá, si vas a ir a ese sitio ten cuidado, ¡que nadie te vea!

  El anciano respondió que tendría cuidado, más por no preocupar a su hijo, que por temer las consecuencias de que alguien le viera. Le parecía inconcebible tener miedo a esos cantamañanas, ¡cuánto agradecía a su abuelo que le hubiera enseñado esa palabra!, cuya absurda influencia gobernaba la sociedad.

  De hecho, le había parecido inconcebible que, después de casi un siglo de pandemias y crisis climáticas y cuando por fin se logró llevar a cabo la Megacumbre Global Virtual Presencial para la Justicia y la Sostenibilidad, la mayoría de los estados, alianzas, comunidades y redes hubieran decidido aceptar la propuesta de los Rebooters. Esa pequeña pero activa red, cuyas sencillas consignas eran vistas por prácticamente toda la población mundial varias veces al día en cualquiera de sus visualizadores personales. Su esposa y él fueron de los pocos que se sorprendieron al ver que tras el anuncio de la Portavoz de los Animadores de la MGVPJS, los sonrientes Rebooters apartaban a manotazos a la propia Portavoz del foco de la cámara para empezar a gritar sus consignas.

  -¡EL FUTURO ES VUESTRO! ¡EL FUTURO ES NUESTRO! DON’T LOOK BACK! ¡FELICIDAD!

  Eso era todo. Nunca gritaban nada más. Sin embargo, esas palabras lo cambiaron todo o lo reiniciaron todo, como desde entonces decían los Más Mejores Fieles a los Rebooters. Se prohibió mirar atrás, es decir, no estaba permitida la difusión de ningún contenido creativo anterior al establecimiento de la red de los Rebooters. De hecho, solo las emisiones de los Rebooters, es decir, sus consignas de siempre y algunas breves grabaciones suyas en las que celebraban su sincera amistad, circulaban libremente por el ciberespacio al que estaban conectadas todas las pantallas. El resto de los contenidos debía esperar a ser aprobado por los Rebooters o por el Club Próximo de los Más Mejores Fieles a los Rebooters. Como estas aprobaciones se demoraban mucho en el tiempo, al final se decidía que no se podía difundir esos contenidos porque ya estaban obsoletos. 

  El reinicio fue un éxito total y absoluto. Aunque la cultura y el ocio popular quedaron reducidos a las emisiones de los Rebooters, a casi nadie pareció importarle. De hecho, la sensación generalizada era de alegría y despreocupación por lo fácil y liberador que era, después de esos cien años tan difíciles, reírse, aunque fuera sin motivo, con los contenidos de los Rebooters.

  Sin embargo, y a pesar de las prohibiciones, su esposa había mantenido, escondidos en su casa, materiales y objetos que habían pertenecido a sus padres y abuelos. Ella insistió en ofrecer a su hijo una educación alternativa y clandestina, basada en un legado del pasado que el joven nunca podría utilizar, pero que su madre no estaba dispuesta a permitir que se perdieran.

  Cuando su esposa falleció, después de que los Rebooters también empezaran a aconsejar en cuestiones científicas, decidió aceptar la invitación que sutil, pero insistentemente, le había realizado un viejo amigo.

  -Sabía que no rechazarías mi oferta de unirte a la Resistencia. El nombre- le dijo su amigo, según entraban en el sótano donde celebraban las reuniones -es un homenaje a una serie de televisión del siglo XX que veían mis abuelos. Además, mi abuelo me contó que, a su vez, la serie era un homenaje a unas personas que lucharon por la libertad en una guerra de ese mismo siglo. Esa fue la primera guerra en que se usaron la informática y las armas nucleares. Por eso, por la serie y por la guerra, nos dedicamos a recuperar la cultura del siglo XX. No somos más que un puñado de viejos soñadores e inofensivos, aunque seguro que según esos cantamañanas, cómo tú los llamas, damos el perfil de los sospechosos habituales. Pero durante estas horas en que miramos hacia atrás, ¡jodeos, rebooters!, algo se despierta dentro de nosotros. Y ¿quién sabe? quizás con el tiempo…, podamos recuperar el siglo XX para más gente. Pero, bueno, de momento, vamos a disfrutar de la maravilla que nos está leyendo una compañera, ya verás como te toca el alma.

  En seguida, entendió las palabras de su amigo y le dolió en lo más profundo de su ser que la enfermedad le hubiera arrebatado a su esposa la oportunidad de escuchar aquella lectura. Se trataba de una novela que se había publicado en tres tomos de papel a mediados del siglo XX y que la abuela de la lectora, ella recordaba que se refería al libro como "mi tesoro", había conservado en una edición digital de principios del siglo XXI. Según les había contado esta historia familiar, les había parecido a todos que la luz que emanaba ese dispositivo de lectura era diferente a la de cualquier otro visualizador. 

  Aquel día, escuchaban la lectura de los dos capítulos finales del libro. Cuando la lectora hubo declamado la última frase del libro, los demás resistentes aplaudieron como hacía años que no aplaud  ían, rieron y lloraron como niños, se abrazaron, brindaron y hasta bailaron.

  Él se acercó a su amigo y le dió la mano agradecido. Después sonriendo entre lágrimas miró hacia arriba, y dijo:

  -Tú has ganado, ellos no. Tú has ganado.



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