domingo, 13 de noviembre de 2022

RECORDAR, VIVIR, LUCHAR

   

 Ella intenta recordar, porque recordar es volver a vivir algo, volver a vivirlo en su corazón, en su mente, en su imaginación… y llega un momento en que la vida está más llena de recuerdos que de ilusiones. Recuerdos que en su día fueron ilusiones, o… desilusiones, aunque en realidad ya no son más que la sombra de aquellos recuerdos. Hay recuerdos a los que no quiere volver, pero vuelve, porque los necesita, aunque le duelan y hay recuerdos a los que quisiera volver, pero no vuelve, porque ya no puede. Recuerdos que se han diluido como el terrón de azúcar que está removiendo en el café con leche de media mañana.


  Levanta la mirada del café, y ahí está Él, como cada mañana, como cada tarde. Él también está removiendo su café, mientras le habla y Ella lucha por recordarlo. Sonríe satisfecha cuando esa voz ha despertado sus recuerdos, y ve como a Él se le han iluminado los ojos al saberse recordado. Hay veces, que por mucho que Ella se esfuerce, no logra recordarlo. Su corazón le dice que sabe quién es Él, pero su mente le dice que no. Su rostro refleja el dolor que le produce no poder recordar, Él lo nota e intenta disimular. Sabe que Ella está luchando contra la sombra que envuelve los recuerdos y no quiere que sufra. Le sonríe y le coge las manos, como hace todos los días. Ella no le recuerda, pero le conoce bien y sabe que está disimulando, que a Él también le duele ver el dolor reflejado en su rostro. 


  "Ahora se pondrá a cantar". No sabe por qué lo sabe, pero cada vez que Ella no puede recordar, Él la mira, le coge las manos y se pone a cantar.


  -¡Ay la Clara, la Clara, la Clara, que antes era sosa y ahora resalada! ¿Cuánto tiempo hace de la última vez que la bailamos en el pueblo? ¿Cuarenta años? Algo más…, debió ser cuando la boda de tu primo Paco, así que hará cuarenta y siete años, porque fue cuando te quedaste embarazada de Josu, y Josu ya tiene cuarenta y seis años.


  A Él le ha gustado ver la sonrisa de ella mientras mencionaba que se quedó embarazada de su hijo pequeño después de la boda del primo Paco. Mientras que Ella, como le sucede a veces, ha recordado un momento alegre de su juventud.


  Le parece que está viendo un campo verde que empieza a amarillear porque aquella seca y cálida primavera estaba a punto de dar paso al verano. Un joven pastor que está cuidando de las ovejas la saluda muy efusivamente mientras la llama por su nombre.


  -¡Te lo dije, te lo dije! Allí hay mucho trabajo y bien pagado. Mi tío ha hablado con su jefe y le ha dicho que el trabajo es mío. Ya sé que construir barcos no tiene nada que ver con cuidar ovejas, pero el que sabe trabajar, sabe trabajar en lo que sea. Me da pena dejar el pueblo, dejar de ir a Salamanca a las ferias, pero es nuestro futuro. Después de la boda, nos iremos. Mi tío también nos ha buscado una casa, cerca de los astilleros, en el pueblo en el que vive él, Sestao. Dice que no es tan bonito como Llanos del Campo Charro, que siempre está lloviendo y que hay muchas cuestas. Pero estoy seguro de que seremos muy felices allí y nuestros hijos serán guapos como Salamanca y fuertes como los vascos.


  Ella no puede aguantar la risa al ver a su prometido levantando piedras del campo, como se dice que hacen los vascos. Al otro lado de la mesa, Él también se ríe.


  ‐No me digas que te estás acordando de lo de las piedras.


  "Bueno al menos recuerda algo divertido." Todo era aún más triste cuando Ella sólo recordaba los momentos más duros de sus vidas. Los conflictos laborales, como cuando a la petición de sueldos dignos, la empresa respondió recurriendo a los grises. Los zarpazos del terrorismo que destrozó la vida de varios amigos. La epidemia de la heroína que asoló los pueblos de la zona, y de la que lograron proteger a sus hijos. Luego llegaron las enfermedades, esa espalda que levantaba piedras en Llanos del Campo Charro, y que movía planchas de acero como si fueran plumas ya no le respondía sino con un insoportable dolor. Pero lo que más le dolía era la enfermedad de Ella que no le permitía disfrutar de lo que habían conseguido juntos, sobre todo de su mayor orgullo: sus hijos y nietos. 


  Sabe que puede sentirse satisfecho de lo que Él y su esposa lograron; ni más ni menos que ofrecer una vida mejor y con más oportunidades a las siguientes generaciones. Pero se repite a sí mismo que no es justo, que no es justo que Ella, su esposa, su compañera en la vida y en la lucha no lo pueda disfrutar.


  En ese momento Ella le mira con un brillo especial en los ojos y le dice.


  -No te preocupes que yo también lo sé.


  No le pregunta qué es lo que sabe. Prefiere pensar que, a pesar de todo, Ella sabe que una pareja de recién casados de Llanos del Campo Charro se fue al Norte, fundó un hogar a base de amor, sensatez y trabajo, garantizó un futuro para sus hijos y colaboró en el progreso de todo un país.




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