Con el reestreno de las tres películas con las que Peter Jackson adaptó a la gran pantalla la novela El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien y la sucesión de expectación y decepción creada por la ausencia de noticias y abundancia de rumores sobre la serie que Amazon está produciendo bajo el título de El Señor de los Anillos, ha reaparecido, si es que alguna vez desapareció, el debate entre los fans de la obra de Tolkien, y en general de los amantes de la literatura y el cine, sobre la relación de las obras literarias y sus adaptaciones a los medios audiovisuales. Por ello, me ha parecido interesante comenzar a llenar las estanterías de este blog tratando esta cuestión en el caso de la novela El Señor de los Anillos, que va a tener mucha relevancia en Lo que no ocupa lugar, y las películas realizadas por Peter Jackson.
Parto de la base que estamos ante tres muy buenas películas que adaptan una obra maestra de la literatura universal como es El Señor de los Anillos. Son tres películas de indudable calidad artística y técnica, realizadas con mucho respeto y cariño hacia la novela. Sin embargo, en mi opinión, las películas carecen de algunas de las virtudes que hacen de El Señor de los Anillos una obra trascendental en su mensaje y estilo. Aunque esta cuestión en torno a las adaptaciones cinematográficas arrancó mucho antes.
Es bien sabido que J.R.R. Tolkien se negó a que la compañía Disney, o los Beatles, adaptaran su obra al cine. Años después, su hijo Christopher Tolkien mostró claramente sus reticencias hacia las adaptaciones de Peter Jackson tanto durante su producción, como después de su estreno. Sin embargo, no me parece que Christopher Tolkien tuviera nada en contra del cine o de la televisión como tales, sus reticencias se debían a una realidad que habitualmente se deriva de las adaptaciones audiovisuales de bastantes obras literarias que conforman nuestro acervo cultural.
El cine primero, la televisión después, y en la actualidad todos los medios audiovisuales han formado la imagen popular de bastantes obras y personajes, con tal fuerza que ha sustituido la concepción original del autor. Por motivos del lenguaje audiovisual, de los medios técnicos o de intereses económicos se han limitado los matices, banalizado el sentido o estereotipado los características de los originales, por lo que las historias y personajes ya no son los que concibió el autor. Pensemos, por ejemplo, en personajes tan conocidos como Drácula o Sherlock Holmes, cuya imagen popular no sería reconocible por Stoker o Doyle. En este mismo sentido, se puede señalar la escasa simpatía que Tolkien sentía por la obra de Shakespeare, porque consideraba que el dramaturgo había deformado la imagen de los elfos y las hadas
Christopher Tolkien sabía que era imposible llevar a la pantalla algunas cuestiones esenciales de la obra de su padre, como, por ejemplo, la realidad, intangible pero perceptible, de la Tierra Media. Obviamente, El Señor de los Anillos es una obra de ficción, pero se vertebra en un conjunto de lenguas que Tolkien inventó previamente a la novela. Asimismo, los personajes de El Señor de los Anillos recitan cuentos y canciones que sustentan su mundo para demostrarnos a los lectores que es nuestro mismo mundo, como en La Iliada se cantaban gestas acontecidas en el mismo mundo en que vivían los antiguos griegos, porque como Aquiles, Héctor y Ulises, los personajes de El Señor de los Anillos son parte de una mitología que explica los orígenes ancestrales de nuestra cultura.
Al ser la Tierra Media un lugar real, también lo son los personajes que viven, aman, luchan y mueren en ella, y sólo hay una forma de conseguirlo: dotar a los personajes de un alma que también sea real. Los personajes de El Señor de los Anillos viven y sienten como nosotros, por eso nos hablan de lo que somos en lo más profundo de nuestro ser, de nuestra alma trascendente, de la belleza de la Naturaleza y del arte, de lo que amamos y de lo que tememos, de la esperanza de gente corriente que se sacrifica por todo aquello que ama, del valor de todas las criaturas, de la perversidad e inutilidad del poder cuando nace del odio y la codicia, frente a la autoridad benévola que nace del amor y ofrece esperanza.
Efectivamente, era imposible que Peter Jackson, o cualquier otro director (haría falta un John Ford o Howard Hawks), lograra plasmar todo esto, y el resto de emociones que siente el lector cada vez que lee El Señor de los Anillos. Jackson y su equipo tuvieron que optar por priorizar algunos aspectos de la obra sobre otros, para poder traducirlos al lenguaje cinematográfico. De esta manera, lograron realizar un magnífico espectáculo visual, sin dejar, por ello, de emocionar al espectador, a todos se nos ponen los vellos de punta con las diferentes frases de Sam, o con la carga de los rohirrim en los campos del Pelennor. Las tres películas gozan de un muy buen guión, un montaje ágil y eficaz, grandes interpretaciones, un soberbio diseño de producción y una banda sonora perfecta, por ello fueron aplaudidas y admiradas por el público y elogiadas por la crítica. Sin embargo, al centrarse en los aspectos “épicos” de la historia, a las películas les falta toda la lírica que se encuentra en las páginas del libro y la profundidad intelectual y espiritual de la obra de Tolkien, así que las películas ofrecieron una imagen deformada de la novela.. Las películas también mostraron una imagen deformada de bastantes personajes. Jackson no logró reflejar bien el papel en la historia de los hobbits o de Faramir, por ejemplo, que, como se aprecia en estas dos citas de la propia novela (tomadas de la edición de Minotauro de 1985), y que son el mejor final posible para este artículo, tienen una personalidad muy diferente y mucho más fuerte y profunda que la que aparece en las películas.
“Hay una semilla de coraje oculta (a menudo profundamente, es cierto) en el corazón del más gordo y tímido de los hobbits, esperando a que algún peligro desesperado y último la haga germinar” 1,VIII:31.
“—¡Ah, aquí pones el dedo en una llaga que a muchos les duele! —dijo Beregond—. Pero las cosas podrían cambiar cuando regrese Faramir. Es valiente, más valiente de lo que muchos suponen; pues en estos tiempos a los hombres les cuesta creer que alguien pueda ser un sabio, un hombre versado en los antiguos manuscritos y en las leyendas y canciones del pasado, y al mismo tiempo un capitán intrépido y de decisiones rápidas en el campo de batalla. Sin embargo, así es Faramir. Menos temerario y vehemente que Boromir, pero no menos resuelto” 5,I:149.
Gracias por abrir una nueva ventana a la Tierra Media.
ResponderEliminarPreciosa entrada.
ResponderEliminarTe sigo. Enhorabuena por el paso. Seguro que disfrutaremos.
ResponderEliminarYo estoy de acuerdo que las peliculas son buenas pero tengo que abstraerme (y con el tiempo lo logre hacer bien) del libro. No estoy viendo la obra de Tolkien, estoy viendo una adaptacion que tiene muy poco que ver con el libro salvo una linea argumental basica.
De acuerdo que hay escenas emotivas pero las disfruto desde el punto de vista cinefilo como disfruto de, por ejemplo, Braveheart o Espartaco.
Y asi me volvi con el paso del tiempo mas integrista, hasta el punto de desear que no hubiera ni serie de Amazon ni ningun otro proyecto futuro.
Infeliz de mi...
Vaya por delante mi más sincera enhorabuena por esta tu nueva singladura. Algo me dice que me voy a convertir en pasajero habitual.
ResponderEliminarSobre el tema que tratas en esta entrada de estreno, creo que conoces mi opinión, en verdad muy próxima a la tuya: siendo un gran admirador de las películas de Peter Jackson, no puedo evitar que mi relación con ellas sea de amor/odio. Amor, porque me mostraron la Tierra Media en todo su esplendor: me quedé con la boca abierta cuando por primera vez vi la Comarca, y veinte años después creo que todavía no se me ha cerrado; me quedaría a vivir en ese Rivenvel incrustado en las montañas; me estremecí en Moria; se me encogió el corazón ante la majestuosa inmensidad de la Torre Oscura... Y odio (aunque sí, es mucho decir), porque fue una increíble oportunidad perdida, porque no tocó el cielo. Por suerte, Peter Jackson hizo tres grandes películas. Por desgracia... Peter Jackson hizo tres grandes películas. La trilogía de Jackson supone un portazo a la posibilidad de que podamos disfrutar de una nueva versión. La película de Ralph Bakshi, en gran parte por quedar incompleta, dejó una puerta abierta de par en par; pero ahora, que casi ha pasado el mismo tiempo que medió entre la película de Bakshi y las de Jackson, ¿alguien puede soñar siquiera con una nueva versión? Como diría Vizzini en La princesa prometida: "¡Inconcebible!".
En cuanto a cómo se enfrenta un trabajo, me gusta especialmente una frase de El Señor de los Anillos:
...en todo lo que hacemos ponemos el pensamiento de todo lo que amamos. (2,VIII:30)
Muchos, con mayor o menor éxito, intentamos conducirnos por esta premisa. Peter Jackson, parece, no ama esta obra lo suficiente.
Eres todo un periodista-escritor
ResponderEliminarEres todo un escritor-periodista
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