domingo, 16 de mayo de 2021

LAS ÁGUILAS LLEGARON EN EL MOMENTO ADECUADO.

No es mi intención principal responder a la recurrente pregunta de por qué no se encargó a las águilas portar el Anillo Único hasta Mordor para arrojarlo al fuego del Monte del Destino. De hecho, como diría mi amigo Juan M. Villa Gwaihir del Smial Montaraz de la Sociedad Tolkien Española, la respuesta es bien sencilla y totalmente lógica: porque así lo decidió el autor de la novela. Además, se puede añadir que si hubieran sido las águilas las encargadas de destruir el Anillo, estaríamos comentando un cuento de Monterroso, en vez de una novela de Tolkien, o... un ¿cuento de hadas? de J.R.R. Tolkien. Es decir, nos perderíamos la columna vertebral de la novela, aquella en que apreciamos la evolución de los personajes al compás del desarrollo de los acontecimientos, toda esa trama que nos permite empatizar con los miembros de la Comunidad del Anillo y con los pueblos libres de la Tierra Media, para hacer nuestros, los propios sentimientos de los personajes. Un libro así, careciendo de ese desarrollo, no calaría en el ánimo del lector, no llegaría al alma del lector, y por lo tanto sería una novela que no aportaría nada más que un rato, corto, de entretenimiento.



Sin embargo, la pregunta sobre las águilas responde a algunos de los síntomas del estado de crisis en que se encuentra nuestra sociedad actual que afecta a la cultura, los valores, la política, la economía etcétera. El rechazo a todo lo que pueda suponer un esfuerzo, y  más aún a lo que suponga un sacrificio es uno de dichos síntomas, lo que provoca una exaltación de las apetencias propias y de su consecución a cualquier precio, sin que importe nada más en absoluto. Otro de ellos es la opción casi exclusiva por el camino fácil, cómodo y sin compromiso para afrontar cualquier situación de la vida, tanto las que tienen importancia, como las  que carecen de ella. Un tercer síntoma consiste en la conversión de la inmediatez en un valor añadido, o más bien, en el mayor valor que puede ofrecer cualquier producto o servicio. Nuestra sociedad no puede esperar a que el transcurso del tiempo obre sus efectos, así que demanda que todo suceda en el mismo momento que se desea, impidiendo su desarrollo natural, maduración necesaria y asimilación correcta, por lo cual ese mismo todo se vuelve fútil, vano, banal y prescindible. 


En la propia novela El Señor de los Anillos Glorfindel llega a insinuar la posibilidad de optar por una solución fácil y rápida a la terrible situación que se les ha presentado: ya que no parece fácil destruir el Anillo, cabe enviarlo a los valar, a los poderes que Eru envió a la Tierra para terminar de completarla y protegerla, porque ellos podían impedir la victoria del Mal. Pero bien sabe Elrond que  dicha solución no es posible ni eficaz. En el párrafo 2,II:220 dice:  "Y aquellos que habitan más allá del mar no lo recibirán: para mal o para bien pertenece a la Tierra Media. El problema tenemos que resolverlo nosotros, los que aún vivimos aquí." La consecución de la victoria del Bien requiere del esfuerzo y del sacrificio de los habitantes de la Tierra Media, de los Hijos de Eru, (incluyendo a entre ellos a los de su adopción): elfos, enanos, hombres y hobbits, especialmente por parte de estos dos últimos que comparten el mismo origen.


Tolkien expresó muchas veces que no le gustaban las alegorías, y que su obra no es una alegoría de su Fe católica, pero no por ello se deja de percibir que El Señor de los Anillos era un libro católico, que su Fe estaba presente en el libro, y que era parte de la aplicabilidad del mismo. Por ello, la intervención divina se realiza también a través del esfuerzo y del sacrificio que realizan los Hijos de Eru, como también, nosotros, en el mundo real podemos favorecer la intervención divina mediante nuestros esfuerzos y sacrificios realizados por Amor a Dios y al prójimo. Mientras que una intervención divina más evidente, aunque indirecta, como son las águilas de Manwe, es una respuesta efectiva a ese esfuerzo y sacrificio previo, que no interfiere en la Libertad que Eru otorga a sus Hijos, que es la misma Libertad con la que Dios reviste a la humanidad. 


La necesidad del esfuerzo, del sacrificio no se refiere a que Dios desee nuestro sufrimiento. Las Escrituras señalan, varias veces, que Dios no se complace en el dolor humano, sino más bien al contrario, pero eso no significa que debamos optar por el camino fácil, o mejor dicho, por el camino cómodo, o incluso me atrevería a decir por el camino infantilizado, que no es lo mismo que infantil. Volviendo a las obras de Tolkien, en su diálogo con Finrod, la mujer sabia Andreth cuenta como Melkor engañó y esclavizó a los hombres mediante regalos y falsas promesas de aprendizaje y prosperidad fácil y sin esfuerzo para de los hombres.


El sacrificio consiste en hacer lo correcto aunque parezca difícil, en desprenderse de todo lo que nos impide actuar por generosidad, por servicio, por amor a nuestros semejantes y para los que somos cristianos, por Amor a Dios y a todas sus criaturas. En ese sentido, en El Señor de los Anillos Frodo y Sam, Sam y Frodo realizan su gesta por amor a La Comarca y a los hobbits y por todos los lazos de amistad que van tejiendo a lo largo del libro. O el caso de  los rohirrim, que arriesgan sus vidas por lealtad a Gondor, incluso vemos como este sacrificio les sirve para corregir el único aspecto negativo que de ellos se narra en la novela, el trato injusto que daban a los drúedain. En contra de todo esto, se podría decir que Aragorn, además de por sus amigos, lucha para ser Rey, y es cierto. Sin embargo, Aragorn no lucha para él mismo, lo hace para dar cumplimiento a un compromiso que tiene con su pueblo, y con todos los pueblos libres de la Tierra Media, el compromiso de acabar con la amenaza de la Oscuridad, y además para cumplir un compromiso con sus antepasados: asumir y honrar sus herencia y legado. La única motivación propia de Aragorn es su amor por Arwen.


Me parece que la posibilidad de hacer de este mundo un lugar mejor, más acorde al plan divino de Amor y Fraternidad, tanto si se es creyente como si no, realizando un pequeño sacrificio por los demás es una grandísima oportunidad que no debemos dejar pasar. 


2 comentarios:

  1. Como siempre, Juanma, solo con tus palabras es suficiente. No tengo mas que decir o comentar pues entiendes la verdad intrinseca delos escritos del profesor como nadie.
    Yo aun no siendo devoto religioso suscribo todas tus palabras.
    Y el titulo lo dice todo.

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  2. El camino de la verdad se hace paso a paso con fe y confianza.No hace falta sacar leyendas,que solo aturden y no dicen nada.

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