miércoles, 11 de agosto de 2021

EL GRAN RELATO

 “Es cierto que algunos pocos, muy pocos de entre los nuestros dudan de que sucediera tal como aún se cuenta, tal como lo seguimos contando nosotros cada noche que no hay Luna. Esos, que piensan más de lo que trabajan, dicen que han pasado muchas generaciones y que algunos hechos se fueron perdiendo de boca a boca, y que otros fueron añadidos por la imaginación o el entusiasmo de los sucesivos narradores. Hasta se atreven a dudar del nombre de nuestros primeros padres, o de que sus hazañas fueran realmente heroicas. Incluso, llegan a decir que Aquellos que Merecen el Olvido no lo merecían, y que no eran como se describe en el relato, en el Gran Relato. Pero nada de eso importa, porque nosotros sabemos que el Gran Relato es cierto, y que esta tierra es nuestra y que nosotros somos de esta tierra.”


Respiró profundamente, mientras el eco de aquellos pensamientos se apagaba para dar paso a los recuerdos que formaban parte del Gran Relato que demostraba la grandeza del Pueblo.

Aquellos exploradores, entre los que se encontraban sus antepasados directos, llegaron al Valle después de haber caminado durante varios inviernos, porque en aquel tiempo la única estación que conocían los años era el invierno. Contemplar aquella tierra libre de hielo, donde el agua corría y crecía la vegetación fue un auténtico regalo para sus ojos. Ahí estaba el merecido premio por los sufrimientos padecidos y la esperanza palpable para el futuro del Pueblo, cuya mayor parte caminaba a un día de distancia siguiendo el rastro que le marcaban los exploradores de la avanzadilla.


El más rápido de los exploradores salió corriendo a avisar al Pueblo del hallazgo del Valle. Las buenas noticias insuflaron nuevas fuerzas a todo el pueblo; guerreros, cazadoras, niños y ancianos como si sus pies no sintieran el peso de todos aquellos años de viaje. En unas pocas horas, todo el Pueblo había llegado al Valle, a su Valle.


La hija del Primer Brazo cazó un ciervo que fue la primicia que el Valle ofreció al Pueblo, y por ello, llamaron a su hogar el Valle del Ciervo. Asimismo, la futura Primer Brazo recibió el título de Sustentadora del Pueblo, y desde entonces a ella eleva el Pueblo sus plegarias cuando la caza escasea.


Al cabo de unos días ya estaban perfectamente asentados en su nuevo hogar, en su hogar, su tierra: el Valle del Ciervo. Así que no tuvieron ninguna duda a la hora de enfrentarse a Aquellos que Merecen el Olvido. No podía haber piedad y no la hubo. El Pueblo había sufrido durante demasiado tiempo como para permitir que Aquellos que Merecen el Olvido le negaran su esperanza y su futuro. Todos  murieron, y como es lógico y justo, nadie del Pueblo recuerda ni sus nombres, ni su lengua.


Satisfecho con su recuerdo del Gran Relato, el actual Primer Brazo hundió los dedos en el cuenco lleno de pigmento ocre y después trazó varias líneas en su rostro y brazos. Todos los guerreros y las cazadoras imitaron el gesto que les revistió de la fuerza y el valor de sus antepasados desde hacía tanto tiempo como el mundo es mundo, como el Pueblo vivía en el Valle del Ciervo. Ahora estaban preparados para luchar, para matar a los Recién Llegados, a los Usurpadores del Valle, porque como se contaba en el Gran Relato aquella tierra era del Pueblo y el Pueblo era de aquella tierra desde siempre y así, iba a ser  para siempre.

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