lunes, 18 de octubre de 2021

DÍA MUNDIAL CONTRA EL CÁNCER DE MAMA

 
Hace algo más de año y medio, un enemigo microscópico atacó a toda la Humanidad de una forma tan imprevista y letal que literalmente sitió a todo nuestro mundo, mientras causó cientos de miles de víctimas mortales. Mi familia no fue una excepción para esa amenaza, así que  tuvimos que disponernos a aguantar el cerco, para ceder el mínimo territorio posible al enemigo, y mantener la máxima normalidad posible dentro de los muros del hogar.

Mi esposa y yo no podíamos permitir que la situación afectara a nuestra familia. Juntos logramos crear un muro de escudos con amor, confianza, fe y esperanza para resistir frente la amenaza del virus. Para cuando, aún sin haber derrotado al virus, el cerco fue levantado nuestros escudos presentaban abolladuras y grietas y algunas esquirlas nos alcanzaron a nosotros y a nuestros hijos. A pesar de los daños morales y económicos sufridos, nos sentíamos aliviados porque habíamos mantenido al enemigo fuera de nuestra fortaleza familiar y habíamos mantenido a salvo a nuestros hijos. Sin embargo, no sabíamos que otro enemigo había atacado traicionera, silenciosa y gravemente a mi esposa.


El primer día después del fin del confinamiento, ella recibió una llamada del Hospital. Había algo preocupante en los resultados de las  pruebas rutinarias que le habían practicado justo unos días antes del inicio del citado confinamiento. Durante las dos semanas siguientes, y en el contexto de un Hospital que seguía en pleno combate contra el virus, los médicos le realizaron varias pruebas que confirmaron el diagnóstico: un tumor maligno de pecho. Gracias a Dios, esas pruebas desvelaron también el tratamiento a seguir para eliminarlo con los conocimientos y pericia de los sanitarios. Además, contábamos con la ayuda de Dios para que mi esposa afrontara con valor y esperanza el cáncer y su tratamiento, y para que sus amigos, el resto de su familia, y sobre todo, sus hijos y yo mismo, también contáramos con el valor y la esperanza necesarios para respaldarla y cuidarla.


Desgraciadamente, no es cierto ese mito, que de vez en cuando circula por los medios de comunicación y por las redes sociales, de que el cáncer se puede derrotar con la fuerza de voluntad y el valor del enfermo, pero el hecho de que el enfermo afronte esta enfermedad con valor, fuerza de voluntad y esperanza le ayuda muchísimo a no caer en el desánimo para no rendirse y poder soportar el largo y penoso tratamiento necesario para extirpar el tumor y evitar su reaparición en próximas ocasiones.


Yo necesité varias semanas para poder pronunciar la palabra cáncer. Sin embargo, desde el preciso momento en que la cirujana de patología mamaria, (con todo el tacto, y delicadeza, pero también, con toda la profesionalidad y claridad del mundo), nos confirmó el diagnóstico, mi esposa lo asumió con un valor y una serenidad que me hizo sentirme aún más orgulloso de ella, y estar plenamente seguro de que ella no sólo iba a poder con el cáncer, sino que también iba a ser un ejemplo para todos los que la amamos y para otras mujeres que tengan que enfrentarse a esta enfermedad.


No es un camino fácil. La operación fue un éxito, pero los riesgos eran muy graves y reales. Las suturas no se cerraban bien. La radioterapia se complicó en varias ocasiones y además mermaba las capacidades físicas de la paciente, lo cual también repercutía en su ánimo. Las pruebas y los tratamientos posteriores son poco llevaderos y se dilatan durante varios años. Sin embargo, quiero lanzar un mensaje de esperanza a las mujeres que padecen cáncer de pecho, porque la cura es posible. Contamos con buenos medios para el tratamiento, y grandísimos profesionales de la salud para aplicarlo. Es totalmente justo agradecer al personal del Hospital Universitario de Salamanca su humanidad y profesionalidad, y más aún en el difícil contexto de la pandemia, tanto en el trato, como en el tratamiento que han dispensado a mi esposa. También es más que importante que la sociedad reclame a las diferentes administraciones que dediquen más recursos a la investigación y al tratamiento del cáncer y que apoyemos a nuestros sanitarios en su labor. También me gustaría destacar a las organizaciones como la Asociación Española Contra el Cáncer y sus iniciativas para ayudar a las enfermas del cáncer de pecho, y de cualquier otro cáncer, y a sus familias en todo lo necesario para sobrellevar este trance. Por otro lado, el apoyo de familiares y amigos también es fundamental para que las pacientes puedan soportar todo lo que conlleva el cáncer, y en nuestro caso, y a pesar de la distancia impuesta por la pandemia, nos hemos sentido muy acompañados por familiares y amigos. Y para los que contamos con la fortuna de tener Fe en Dios, la certeza de su Amor sostiene definitivamente la Esperanza de las enfermas y de sus familias y renueva las fuerzas necesarias para aguantar todo el proceso.


Finalmente, quería volver a decirle a mi esposa todo lo que la quiero y la admiro, todo lo que le agradezco el ejemplo que me ha dado, que me sigue dando con su valor y entereza, lo orgulloso que me siento de ella, y lo afortunado que soy de que podamos seguir compartiendo la vida, porque ella le plantó cara al cáncer y no baja la guardia en su lucha. 


2 comentarios:

  1. Pues si Juanma, se puede derrotar, pero hay que tener mucha fe y esperanza. En los avances cientificos y en cogerlo a tiempo.
    Un abrazo.

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  2. que sigamos compartiendo la vida !!!

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