miércoles, 29 de enero de 2025

PAN

 

Ana lleva casi ya dos horas pegada a la ventana, con el móvil en la mano. Roque le envió un whatsapp, a eso de las cuatro de la tarde, al terminar el reparto del pan por los pueblos. Hace un rato que está nevando y bien se puede tardar hora y media en bajar desde el Alto de Bedón hasta Villarcayo, pero ya debería estar a punto de llegar. Duda si llamarle o no, porque, a pesar de que Bego consiguió que su padre instalase un dispositivo de manos libres, a Ana no le gusta que su marido atienda el teléfono mientras conduce. Diez minutos, se dice a sí misma, si en diez minutos no ha llegado, le llamo. Antes de que se cumpliera ese plazo, suena el móvil de Ana, sin embargo, no es el nombre de Roque el que aparece en la pantalla, sino el del sargento Pereda, el comandante del puesto de la Guardia Civil.

Roque no reconoce la habitación donde se ha despertado con todo el cuerpo dolorido. Oye voces en la habitación de al lado, y no sin cierto temor, pregunta:

-¿Hola? ¿Quién hay ahí?

Varios rostros conocidos entran en la habitación. Ver todas esas caras, en especial la de su esposa, Ana, que corre a abrazarlo, tranquiliza a Roque, aunque sigue sin comprender nada de lo que está pasando.

-¡Vaya susto que me has dado, bueno, que nos has dado a todos! Cuando me llamó Pereda para decirme que habías tenido un accidente… ¿Por qué no te quedaste en Bedón, en casa de Fonso y Marta, hasta que se hiciera de día y quitaran la nieve de la carretera? Y, así, no te arriesgas por esos caminos dejados de la mano de Dios. Me llamas desde allí y ya me quedo yo tranquila y Bego también, que me ha costado convencerla para que no viniera desde Bilbao hasta que se pudiera pasar por El Cabrio y por Bocos. He avisado a Carlos, el de la Diputación y a pesar de estar jubilado, ha logrado con un par de llamadas que enviaran urgentemente las quitanieves a despejar los puertos y en cuanto los han abierto, ha ido él mismo a Bilbao para que Bego no tuviera que conducir estando nerviosa, ya estarán por El Crucero. Pero tenías que haber esperado en Bedón.

Hace un par de años que operaron a Ana de un tumor, la operación fue un éxito, y aunque ella aún sufre varias secuelas por la radioterapia, todas las pruebas que le han realizado señalan que ya no hay rastros de cáncer en su organismo. Sin embargo, Roque no ha superado todavía el miedo a perder a Ana por la enfermedad y ahora necesita oír todas las noches como su mujer respira al dormir, pero es demasiado vergonzoso como para decírselo a ella y menos aun en público.

-¿Accidente, qué accidente?

-Un vehículo, que no llevaba las cadenas puestas, perdió el control en una de las curvas entre Butrera y Torme, justo en el momento en que te cruzabas con él. Ambos vehículos caísteis por un terraplén, dando varias vueltas de campana. -El sargento se esforzaba en mantener el tono profesional, pero era evidente que se había temido lo peor cuando vio el estado de la furgoneta de su amigo. -El cinturón de seguridad te salvó la vida. El otro conductor no lo llevaba y ha fallecido. Menos mal que tu hija estudia para teleco, y te tiene bien configurado el aviso automático de la aplicación AlertCops, para que recibiéramos tu localización enseguida, pero era muy difícil llegar hasta el lugar del accidente, incluso con el nuevo todoterreno del puesto. Y para la ambulancia era imposible. Entonces fue cuando la cabo Silva me dice que va a avisar a su amigo Román, para que nos abra camino con el tractor y una pala de excavadora. La dotación del puesto no me responde tan rápido como Román a la cabo. Tenía el tractor preparado con la pala antes de que llegáramos nosotros a Torme.

-Es que, por Roque, lo que sea, que es más que nuestro panadero, es nuestro amigo. -Interviene Román con las mejillas más sonrosadas de lo habitual. -Él siempre está pendiente de todos en los pueblos del Trema, aunque viva poca gente, aunque no le sea rentable llegar hasta algunas casas, a ningún vecino del valle le ha faltado nunca una barra de pan desde que Roque abrió la panadería. ¿Verdad, Nila?

A Román le arden las mejillas y necesita que su juiciosa vecina le tome el relevo.

-Desde que Dámaso primero y Tomás después se jubilaron, tenemos que bajar a Villarcayo para hacer las compras, y la gente mayor dependemos de que alguien pueda llevarnos. -Nila se acerca a Roque -Al menos, gracias a ti tenemos pan todos los días en la puerta de casa, y no solo pan. Nos das un rato de conversación a los que estamos solos, y a mí me has sintonizado los canales de la tele un montón de veces, y a más de un vecino del valle le ha atendido el médico porque has llamado a urgencias, si nadie respondía al timbre cuando llegabas con el pan. Para los vecinos de los pueblos del Trema, Ana, Bego y tú sois parte de nuestras familias. Por eso, todo el pueblo se ha volcado con vosotros, aunque, como todos sabemos, Román tenía otro motivo más.

Hasta Roque, a quien le sigue doliendo todo el cuerpo, se une a la risa generalizada para decir:

-Silva, Román, esto es un pueblo, aquí se sabe todo…, id anunciado vuestra boda, que de que en el banquete se coma el mejor pan del mundo, me encargo yo.

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