domingo, 23 de mayo de 2021

PERDIDOS EN EL BOSQUE.

Llevaban casi un día perdidos en aquel bosque. No entendían cómo había podido pasar que se apartaran del grupo, en todo momento habían estado muy atentos tanto al guía, como a las indicaciones que les daba. A veces, se habían entretenido jugando  a buscar huellas o charlando entre ellos, pero no les parecía posible que se hubieran perdido por no querer aburrirse. Además, la seguridad estaba garantizada en aquella excursión invernal, estaba claro que el guía no se había preocupado lo suficiente por ellos, y ahora estaban perdidos, sin pertrechos de ninguna clase y sin apenas provisiones.  Estaba a punto de anochecer, pero ya hacía mucho frío. Estaban tan cansados como asustados, tan hambrientos como cansados, y el frío del atardecer les calaba hasta los huesos.


    - Deberíamos buscar leña mientras todavía haya luz. Así podremos encender un fuego para calentarnos y poder ver de noche.- Dijo el mayor de ellos, que intentaba actuar con algo de responsabilidad


    -¡Tengo hambre! ¡No puedo ir a buscar leña, si tengo hambre!-  Exclamó el más hablador de ellos con un descarado tono de fastidio. -Ve tú a buscarla, si tienes ganas.


    -¡Yo no sé buscar leña! ¡En mi casa tenemos calefacción!.¿Por qué nadie trajo una estufa?- Añadió el más pequeño, su voz y su rostro reflejaban la misma ingenua, pero estúpida, perplejidad 


    - Y, ¿por qué tengo que hacer lo que tú digas?- Dijo, secamente, el segundo en edad, mientras sus ojos desafiaban con chulería al mayor. -Iré a buscar leña, si me apetece, y... ¡no me apetece!.


    El mayor de los chicos seguía tratando de ofrecer seguridad y algo de autoridad a sus compañeros.


    -Bien, entiendo que tengas hambre, entiendo que no sepas buscar leña.- Iba mirando sucesivamente al hablador y al más pequeño. -Yo también estoy hambriento, y tampoco he recogido leña nunca. Pero si no lo hacemos ahora mismo, antes de que sea noche cerrada, ya no habrá tiempo.- Miró al tercero de sus compañeros. -Y tú, no debes buscar leña, o ayudar en lo que sea, porque yo lo diga, sino porque es lo que nos conviene a todos, y porque también te conviene a ti, tanto si te gusta como si no. ¡Necesitamos esa leña! Puede que nos ataque un animal, o que muramos de frío esta noche, ¡necesitamos esa leña!


    Sin embargo, ninguno de los otros tres se movió. Seguían llorando, protestando y quejándose. El mayor decidió ir él sólo a buscar la leña para el fuego, mientras que los otros tres se quedaron descansando y comiendo parte de la escasa comida que les quedaba.


    Según se iba alejando de sus compañeros se percataba de lo absoluta e inquietantemente silencioso que estaba el bosque. Siempre se había imaginado que todos los bosques eran ruidosos, que el viento, el agua, los animales y hasta las plantas formaban un incansable coro que cantaba un interminable y variado repertorio que mezclaba canciones amenazantes y relajantes. Sin embargo el bosque era silencio puro,  tan sólo roto por los ruidos que hacían los otros chicos y los pasos del mayor alejándose de sus compañeros.


    Al cabo de unos minutos, cuando apenas había recogido un pequeño haz de leña, oyó gritar a los demás. Asustado, porque solo podía ser que algo malo les sucedía a los demás, seguramente algún animal les estaba atacando, volvió corriendo hacia ellos. Se tropezó con unas raíces, y al rodar por el suelo se raspó la cara, las manos contra las piedras, y se le cayó la poca leña que había logrado recoger. Pero no había tiempo para preocuparse por sus heridas o incluso por la leña, tenía que llegar adonde estaban los demás y socorrerlos del peligro. Ese último pensamiento le hizo sentirse bien, durante los escasos segundos que tardó en llegar al campamento se vio a sí mismo como un héroe. 


    En el campamento se encontró a los otros llorando, con cortes, mordiscos y heridas por todo el cuerpo y la ropa manchada de sangre. La comida que les quedaba estaba tirada por el suelo. Se arrepintió de haberse ido a buscar leña, no debió haberlos dejado solos a merced de los peligros del bosque, de esas alimañas que casi habían devorado a sus compañeros. Si él se hubiera quedado allí, no les habría pasado nada. Si hubiese sabido convencerles para buscar leña entre todos, no les habría pasado nada. 

    

    En ese momento, uno de los pequeños habló.


    -Fue él, ¡él empezó!- Dijo mientras señalaba a otro de los chicos. 


    -¡Mentiroso!- respondió el señalado- yo sólo quería comer, ¡tenía hambre!


    -¡Mentiroso, tú!, que no querías compartir la comida. ¡La querías toda para ti!


    -No querían darme de comer, por eso los empujé-  explicó orgulloso el que había callado hasta entonces.


    -Quería pegarme- Dijo el primero que había hablado.


    -Yo sólo quería comer, tuve que defenderme.- Dijo otro de ellos


    El mayor se sentó en el suelo, sin saber qué hacer o qué decir. Después de permanecer un rato en silencio, habló y según hablaba, se enfadaba cada vez más.


    -Es de noche no se ve nada hace frío y he perdido la leña que traía. Habéis estropeado la poca comida que nos quedaba, estáis heridos, y no tenemos botiquín. A ver, ¿qué hacemos ahora?, ¡¿eh, qué hacemos ahora?! 


    -¡Tengo hambre! . 


    -¡Tengo frío! 


    -¡A mí, ni me mires, que te…! 


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EL TREN

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