miércoles, 15 de diciembre de 2021

Mucho más que un colegio

 Junto a mis padres, y por extensión toda mi familia, mi Fe, y mis amigos, el Colegio de Nª Sª de Begoña de Sestao, popularmente conocido como Los Hermanos o La Salle, fue una de las principales influencias en mi infancia y adolescencia, y que en buena parte me convirtieron en la persona que soy en día.

Un colegio situado en un pueblo obrero como Sestao y que además pertenecía a una fábrica: Altos Hornos de Vizcaya, tenía que un fiel reflejo de dicha realidad. La inmensa mayoría de los alumnos éramos hijos de familias obreras; destacando especialmente los hijos de trabajadores de AHV. Asimismo, la mayoría éramos vascos de primera o, a lo sumo, de segunda generación. Allí estábamos hijos y nietos de gallegos, de riojanos, de castellano y leoneses, de extremeños, de andaluces y de vascos compartiendo nuestra infancia en un ambiente de igualdad. Aprendíamos euskera desde el principio de la EGB, junto a historia y tradiciones vascas, pero también aprendíamos la historia y tradiciones de España, y, en ambos casos con sus luces y sombras, sin olvidar la Historia Universal. La cultura local y la universal, la cultura vasca y la española eran promovidas en el colegio con mucho respeto y cariño y sin aspavientos, ni problemas.

En las instalaciones del colegio también se podía descubrir su origen industrial. Contábamos con un taller y un surtido de herramientas dignas de manos más hábiles que la mías para su manejo. El hermano Carmelo Urionabarrenetxea, que subió a la Casa del Padre hace cuatro años, se asombraba de cómo mi muñeca derecha realizaba prodigios jugando al futbolín, pero era incapaz de cualquier tarea artística o técnica en el taller.  

Pero, creo que el aspecto más destacable de las raíces fabriles del colegio consistía en el orgullo de pertenencia a la clase obrera. Se nos inculcaba que debíamos esforzarnos en llegar lo más alto posible en lo personal, cultural, profesional, etc., pero sin olvidar que éramos hijos de la clase obrera y que nos sintiéramos muy orgullosos de nuestros orígenes. Este orgullo puede ser mayor aún en mi generación, porque nuestros padres y nuestras madres pertenecían a la generación cuyo trabajo produjo el desarrollo económico del País Vasco y de España, al mismo tiempo que protagonizaron el cambio social y político necesario para la democratización del país.

Para ayudarnos a poder llegar lo más alto posible, junto a la enseñanza reglada el colegio procuraba que ampliáramos nuestro mundo, que tuviéramos más herramientas por medio de la Religión, la cultura y el deporte, para crecer como personas y poder desenvolvernos en una sociedad muy compleja y exigente.

Tanto en las pequeñas bibliotecas que creábamos en las aulas, como en la Biblioteca del Colegio, cuidada con una encomiable dedicación por el Hermanos Mikel Ameztegi, conocí a Los Cinco de Enid Blyton, al detective sueco Teban Sventon de Ake Holmberg (el noir nórdico comenzó en el campo de la literatura infantil y juvenil). Las novelas de Julio Verne, antes de que se llamara Jules, también cayeron en mis manos por entonces, al igual que las de H. G. Wells y alguna que otra de Isaac Asimov.

Tengo que hacer una mención muy especial para los libros de Alfred Hitchcock y los Tres Investigadores editados por Molino, que disfrutaba con verdadera pasión junto a mis amigos. El siguiente paso fue, lógicamente, leer a Arthur Conan Doyle y a Agatha Christie. La primera vez que leí Estudio en escarlata y Poirot en Egipto fue en ejemplares de la biblioteca del colegio. 

La colección El Barco de Vapor no podía faltar en la Biblioteca del Colegio. Entre ellos me impresionó mucho Charcos en el camino de Alan Parker, el reconocido director de cine. Parker narra la triste y dura experiencia de unos niños londinenses que deben ser evacuados de la ciudad a causa de los bombardeos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Es un tema representado con cierta frecuencia y abordado de diferentes maneras en otras obras más conocidas de la literatura británica, como por ejemplo en El señor de las moscas de William Golding o en El león, la bruja y el armario de C. S. Lewis, pero la menor popularidad de Charcos en el camino no se corresponde ni con su calidad, ni con el impacto que el libro puede causar en un lector que esté a punto de entrar en la adolescencia.

    La motivación a la lectura practicada en el colegio me descubrió a J. R. R. Tolkien. El Hermano José Antonio Rojas, mi tutor en 6º de EGB, era un apasionado de la literatura y el cine, con muy buenas dotes de narrador. Nos solía contar en clase películas y libros que él había visto o estaba leyendo, acompañando su relato con dibujos en la pizarra que eran auténticos storyboards para que pudiéramos sumergirnos en la historia casi como si la estuviéramos leyendo o viendo. En sus clases, por ejemplo, conocí a Momo (¡qué disgusto al enterarme de que su nombre se usa ahora para un monigote asusta-incautos!) a Bastian Baltasar Brux, y a Atreyu. Pero, sobre todo destaca para mí, la narración del Hermano José Antonio de El Señor de los Anillos que me abrió la puerta hacia la Tierra Media, que pude cruzar el curso siguiente cuando un amigo mío me prestó El Silmarillion.

Todos los amantes de la lectura sienten también el deseo, o para ser más exacto la necesidad de escribir. Expresar aquello que alberga nuestro yo más profundo, emular a los escritores que admiramos, responder a la humana necesidad de crear algo que sea bello (aunque no siempre se alcance dicha belleza) son anhelos que todos los lectores tenemos siempre. Las habituales redacciones de la asignatura de Lengua Española que nos impartía el hermano Moisés Arana, que también era el director del colegio, me permitieron cumplir esos anhelos, claro que con los rudimentos de un chaval de 7º. Además contaba con la gratificación de que el hermano Moisés más de una vez me invitara a leer en voz alta mis redacciones, a modo de reconocimiento del interés de las mismas. Creo que, a pesar del tema, a mis compañeros les gustó mucho un relato sobre un ataque realizado por un avión sin insignias, aunque era fácilmente deducible que era soviético, que arrojaba una bomba atómica sobre Sestao para destruir la industria y así desestabilizar la economía española. Eran los tiempos de la Guerra Fría, pero quién podía imaginar entonces que nuestra industria siderúrgica y naval sería desmantelada por el propio capitalismo, o por su versión más descarnada: el neoliberalismo. 

En el complejo de edificios que formaban el colegio y la parroquia había una sala de cine. Era una sala de cine comercial de las que ya no existen, con su pantalla enorme, su patio de butacas no menos grande y sus proyectores de películas de celuloide. En algunas ocasiones el cine estaba a disposición del Colegio, y podíamos ver alguna película en la pantalla grande, pero con lo que disfrutamos de más películas, tanto clásicas como actuales, fue con ese elemento tan ochentero y magnético que era el vídeo. Desde que el colegió adquirió un aparato de vídeo y acondicionó un sala para el visionado de películas, todos los profesores procuraban que sus clases fueran apoyadas por algún vídeo.

Las clases de Ciencias Sociales y de Religión del hermano José Luis Negro, mi tutor de 8º, se convertían en videoforums en los que estudiábamos, por ejemplo, la Guerra de Secesión de los EE UU con El maquinista de la General de Buster Keaton, o la barbarie totalitaria con El gran dictador de Charles Chaplin, o la dura vida de los campesinos con la serie de TVE La barraca.

Con aquellos libros y películas, que disfruté gracias a mi colegio, aprendí que se pueden encontrar enseñanzas para la vida mientras se disfruta del Arte, que para comprender al Mundo y a la Humanidad. que para satisfacer nuestra curiosidad humana y nuestra continua búsqueda de respuestas es necesario apoyarse en los hombros de gigantes, como Miguel Ángel, Velázquez, Picasso, Cervantes, Delibes, Tolkien, Blasco Ibáñez Chaplin, Keaton, Ford, Hawks…. porque estos gigantes hablan directamente a nuestro cerebro, pero sobre todo a nuestra alma. 



5 comentarios:

  1. Interesantísimo, y me ha hecho viajar a la biblioteca de mi colegio de EGB y del instituto de BUP en Barcelona, aunque no era de zona industrial ni sustrato obrero ni eran centros religiosos, por eso me resulta tan interesante viajar a tus recuerdos.

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  2. Me ha encantado cómo te has expresado y descrito tu colegio, mi colegio y algunos Hermanos como Carmelo, Moisés y Mikel mis educadores. Gran colegio, grandes personas con un mismo fin educar. Sin olvidarnos de todas y todos los educadores que curso tras curso han hecho posible que a día de hoy siga siendo un gran colegio con ese "algo" diferente a los demás. GRACIAS!!!

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  3. Tengo grandes amigos que estudiaron en ese colegio. Grandes personas, con altas capacidades y exitosas en sus vidas. Personas muy queridas y valoradas por mí. Todo esto me hace pensar que algo se hace muy bien el La Salle. Sin embargo, tanta referencia a "los hermanos" y las referencias a la literatura española y universal...a todas esas obras literarias y cinematográficas... Algo en todo eso me huele a rancio. Sin ánimo de ofender.

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  4. Tengo grandes amigos que estudiaron en ese colegio. Grandes personas, con altas capacidades y exitosas en sus vidas. Personas muy queridas y valoradas por mí. Todo esto me hace pensar que algo se hace muy bien en La Salle. Sin embargo, tanta referencia a "los hermanos" y las referencias a la literatura española y universal...a todas esas obras literarias y cinematográficas... Algo en todo eso me huele a rancio. Sin ánimo de ofender.

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    1. En absoluto me ofende tu comentario, pero me sorprende. Me sorprende que te huela a rancio descubrir los clásicos de la cultura a chavales de clase obrera a través de la literatura y al cine. Lo rancio es reservar la cultura solo para los hijos de las clases privlegiadas.

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