martes, 21 de diciembre de 2021

EL VILLANCICO


Siempre le causaba una sensación particular de alivio, e incertidumbre; cerrar la puerta de su despacho hasta el próximo año, aunque tan sólo faltaran diez días para el inicio del año 2022. Además, no pudo reprimir su habitual cabeceo entre abatido y displicente al leer el rótulo con su nombre junto a la puerta de su despacho:


Asier F. Gorrotxategi

Lecturer in Spanish Language and Linguistics. 


Ni podía entender que en EE UU, y más aún, en una institución como la Emory University de Atlanta, Georgia, no comprendieran que Fernández fuera su primer apellido, ni podía acostumbrarse a ello. Él era el hijo de José Fernández y de Asun Gorrotxategi, por lo tanto su nombre era Asier Fernández Gorrotxategi. Pero no hubo manera; desde que llegó a EE UU, su primer apellido se transformó en un segundo nombre representado por la letra F. Al menos, le quedaba la inocente maldad de disfrutar con los apuros que sufrían  los “gringos” para pronunciar su apellido materno. Lo que se había reído su ama cuando Asier se lo contaba, hasta que se iba haciendo evidente que Asun estaba perdiendo la capacidad de reír. La situación de la pandemia no sólo agravó aún más la enfermedad, sino que además, dificultó la realización de las pruebas necesarias para un correcto diagnóstico, desde el que abordar la terapia, que aunque solo ralentizase el deterioro, que su ama precisaba.

A principios de febrero  Amaia, su hermana melliza,  le contó los resultados de las últimas pruebas por videoconferencia.

-Asier, los médicos dicen que el alzheimer de ama es más agudo de lo que pensábamos. No falta mucho para que no sepa quién es ella misma.

Tardó unos instantes en decir algo. Conocía de sobra las respuestas a todas las preguntas que tenía y no quería que su hermana tuviera que pasar el trago de contárselo, pero tampoco quería que Amaia no escuchara más que el silencio de su mellizo. 

-¿Y tú,  y aita...?

-Nunca he visto a aita tan jodido. Asier, tú sabes cómo es, fuerte como acero para los barcos… -Amaia no pudo continuar.

El zumbido de su móvil le devolvió a la puerta del despacho. Era un mensaje de Margaret, que en un español perfecto, le confirmaba que ya había concertado con la compañía, la hora en que un taxi les recogería para llevarlos a los tres al Aeropuerto de Atlanta. También le decía, entre varios emoticonos de guiños y risas que Joey se estaba poniendo muy cansino con que por fin podría mostrar a izeko Amaia que ya dominaba los rudimentos del euskera.

La escena que le había descrito su esposa, le hizo sonreir. Joey estaba muy emocionado con la posibilidad de volver a España, después de casi dos años de pandemia, para pasar la Navidad en Barakaldo. A sus ocho años, Joey entendía el estado en que se encontraba amama Asun, pero nada puede con la ilusión de un niño en Navidad. Ni siquiera, que su madre le diga que es un cansino. Margaret había descubierto esa palabra en la repetición de un programa navideño de humor de una televisión española y, al momento, la aplicó a su hijo. 

Se despertaron con el aviso de que su avión estaba a punto de aterrizar en Madrid. A pesar de las emociones y de las preocupaciones que bullían en ellos tres, habían conseguido dormir la mayor parte del vuelo, así que se encontraban relativamente frescos y descansados. Aprovecharon el tiempo de espera en Barajas hasta poder tomar su vuelo a Loiu, para estirar algo las piernas, canjear sus dólares por euros para comprar mascarillas y telefonear a Amaia, que ya había llegado a Loiu para recogerlos, porque sabía lo que su mellizo le iba a pedir.

-De verdad, Amaia, no te preocupes, que no estamos cansados del viaje.

-Aita, los tíos y Manu nos esperan en Bista Ederra, la Residencia de ama, qué tu familia te conoce muy bien y ya nos imaginábamos que queríais ir lo antes posible a verla.

Una hora después, estaban ya en el coche de Amaia, camino de la Residencia.

-Los primeros días fueron muy duros, Asier. Veíamos a ama muy tranquila en la Residencia, pero cuando volvíamos a casa… Ya sabes cómo es aita, no se queja nunca, pero se le veía a la legua que estaba destrozado. Yo lo pasé fatal,  menos mal que Manu ha sido mi refugio estos meses. En estas últimas semanas ama va teniendo mejor aspecto, y, bueno, ya sabemos lo que es el alzheimer, pero, parece que va un poco más lento. Nos conoce enseguida, al cabo de unos minutos se le olvida, pero bueno, ese ratito… Me da un poco miedo cuando lleguemos, porque a vosotros, no os ha visto desde hace más de dos años, y encima… las mascarillas, ¡mierda de virus! 

-Lo habíamos pensado también nosotros- dijo Margaret, mientras, venciendo su timidez sureña, apoyaba la mano en el hombro de su cuñada. –Nos hemos estado concienciando estos días de que puede que no nos conozca,  pero quién sabe, a lo mejor…

En torno a la mesa de piedra del jardín de la Residencia se sucedían besos, abrazos, palabras y miradas cariñosas,  lágrimas… Con miedo y esperanza entremezclados José se dirigió a su esposa, que parecía ajena a todo ese alborozo. 

-Mira, Asun, estamos todos, estamos todos, como te prometí. 

La imagen de su marido, con sus hijos y sus cónyuges y con su nieto  reavivó algunos recuerdos en el ánimo de Asun, y con su voz hermosa y afinada por años de coro parroquial, empezó a cantar:

Hator, hator,

mutil etxera (…)

  







1 comentario:

  1. Muy guapo Juanmma. Muy buenos tendran que ser los otros relatos sibeste no alcanza un puesto elevado... aunque haya tenido que buscar que significa Hator, hator....😃

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