viernes, 13 de mayo de 2022

ESTRELLAS


En las profundidades del Gran Océano, justo donde apenas alcanza a llegar la luz del Sol durante el día o de las estrellas y de la Luna durante la noche, alguien luchaba con todas sus fuerzas por elevarse hacia la superficie, y así poder ver a sus hermanas del cielo nocturno. Sabía, por los peces, que las estrellas vivían y viajaban brillantes y luminosas por las inmensidades del firmamento. Como los peces no recuerdan historias ni cuentos, ninguno sabía mucho más sobre las estrellas del cielo, pero Notomy no dudaba de que aquellas estrellas eran más afortunadas que ella que a duras penas se desplazaba por el áspero e inhóspito suelo del lecho marino.

Así, noche tras noche, Notomy concentraba todas sus fuerzas en arquear los brazos para impulsarse hacia la superficie. No importaba que nunca lograra elevarse más que unos centímetros del suelo, para acabar, cayendo otra vez y completamente agotada. Ni le preocupaba que en varias ocasiones había estado a punto de ser devorada por una bestia que la engañó con una luz delante de sus horribles fauces.

Nada de todo ello le importaba ni le atemorizaba porque sentía que su lugar estaba cerca de sus hermanas porque en el fondo del Gran Océano no había estrellas. Había peces que nadaban sin un rumbo aparente, peces que se arrastraban por el lecho, peces que se escondían, pero sobre todo había bestias que devoraban a los peces, como la que había intentado devorar a Notomy en varias ocasiones. Así que, Notomy tenía muy claro que no pertenecía a ese lugar. No era capaz de imaginarse por qué había caído allí desde el firmamento, de hecho, no recordaba haber estado jamás en ningún otro lugar, y eso agravaba la dolorosa angustia que le producía vivir en el fondo del Gran Océano. Se sentía fuera de lugar, rodeada de seres con los que no tenía casi nada en común, que o bien apenas se interesaban por ella, como hacían los peces, o solo se interesaban para devorarla, como hacían las bestias. Todas sus esperanzas se basaban en salir de allí, y unirse a sus hermanas. Era algo más que un asunto de mera supervivencia, era la necesidad de vivir y de sentirse viva y real al mismo tiempo que sentirse parte de un grupo, de una sociedad de iguales. 

Fueron pasando las estaciones mientras Notomy no dejaba de esforzarse por alcanzar la superficie noche tras noche. Hasta que una noche sintió algo extraño al intentar tomar impulso. Tantas veces había examinado el suelo con sus brazos para buscar el mejor lugar desde el que tomar impulso, que era capaz de advertir la más mínima variación del lecho marino que no hubiera sido provocada por un pez que se arrastraba. Aquella marca en el suelo se parecía a las que sus propios brazos dejaban cuando se apoyaban en el suelo para tomar impulso. Asombrada e ilusionada, pero también asustada miró hacia todos, sin saber muy claro qué debía buscar. La arena levantada del fondo había enturbiado el agua, lo que unido a la natural escasez de luz impedía ver e identificar lo que fuera que hubiera dejado esa huella. Sin embargo, el corazón de Notomy reconoció lo que sus ojos no podían ver. 

-¡Estrellas! ¡Sois estrellas y habéis venido desde el firmamento para que me vaya con vosotras! ¡He deseado este momento toda mi vida!

-¿Estrellas? Claro que somos estrellas, pero no hemos venido desde el firmamento. Todas hemos nacido y vivimos en el Gran Océano, como tú. Somos como tú, exactamente como tú.

-Pero ¿y los peces? ¿y las estrellas que brillan en el cielo? Ellos me contaron que todas las estrellas viven y viajan brillantes por el cielo, y que yo tuve que caerme del cielo hace mucho tiempo, y por eso yo quiero salir del Gran Océano para viajar brillando por todo el cielo junto a mis hermanas, con vosotras, pero…

-Las estrellas vivimos en el Gran Océano, éste es nuestro hogar, nuestra vida.

-No puede ser, no puede ser. Las estrellas vivís en el cielo, viajáis por el cielo, brillando por las noches y sois muy felices.

-Hay estrellas en el cielo, en eso tienes razón, pero no son estrellas como nosotras, como tú, porque no están vivas. No hablan, no viajan, no son felices porque no están vivas. Brillan, sí, brillan mucho y son hermosas, pero no están vivas como nosotras, no están vivas como tú. Brillan, pero no viven, fascinan, pero no viven, no lo olvides nunca.








 


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