jueves, 28 de julio de 2022

Éowyn de Rohan

 

Hacía mucho tiempo que me apetecía dedicar una entrada del blog a uno de mis personajes favoritos de El Señor de los Anillos y de todo el legendarium tolkienianio: Éowyn de Rohan. No sólo es uno de mis personajes favoritos, sino que Eowyn es uno de los personajes más apreciados por la mayoría de los lectores de Tolkien. Hay varias razones que explican su aprecio por parte del público, entre otras las que siguen. Por un lado, Éowyn es uno de los personajes con los que cualquiera puede identificarse más fácilmente. Es cierto que es una princesa, pero no es una princesa waltdisneyana, en un cuento de hadas, pero ESDLA no es cuento de hadas hollywodiense, sino que es un cuento de hadas que sigue las normas y estilo de los cuentos de hadas tradicionales que devinieron en los mitos fundacionales de cada pueblo y en el germen de toda la literatura, así que es muy fácil ver representados nuestros sentimientos y anhelos en los pensamientos y actos de Éowyn.

Por otro lado, gracias a su valor, pericia militar, y amor por sus seres queridos eliminó al más poderoso de los servidores de Sauron. Esta hazaña ha situado a Éowyn en el debate sobre la escasez de personajes femeninos en el legendarium. Es innegable que hay pocos personajes femeninos, pero los que aparecen tienen personalidad y cualidades tales que los hacen personajes más trascendentales para el desarrollo y desenlace de la trama, que la mayoría de los personajes masculinos de la obra, y de la mayoría de los de la Historia de la Literatura. No olvidemos que el poder Melian defiende el reino de Doriath mejor que las armas de Thingol, que Lúthien rescata a Beren, que Andreth es la única humana capaz de mantener un pulso intelectual con los elfos Noldor, de entre los que destaca Galadriel en poder y sabiduría, aún en el ocaso de su pueblo, o que la invocación a la Valië Elbereth fortalece el ánimo de los elfos y de otros pueblos libre de la Tierra Media más y mejor que la invocación a cualquiera del resto de los Valar, ni, por la supuesto que la propia Éowyn mató al Rey Brujo, a quien ningún hombre estaba capacitado para matar.

Sin embargo, el atractivo y la grandeza de Éowyn no obedecen solo a su habilidad con las armas, ya que me parece demasiado simplista confiar la importancia de un personaje femenino (o masculino) a su habilidad y determinación guerreras, porque como dice el maestro Yoda: “la guerra no le hace a uno grandioso”, sino que también a la fuerza de su carácter. Dicha fuerza es el reflejo de una inteligencia y de una personalidad multidimensional que le permite contemplar y entender la complejidad del mundo mucho mejor que el resto de los personajes mortales de la novela, salvo con la excepción de dos, en los que encontró una inteligencia y altura de miras como las que ella poseía.

Encontramos a Éowyn en el Castillo Dorado de su tío,  Théoden Rey de Rohan. Ella está, vestida de blanco, de pie, detrás del Trono del Rey, cuyo aspecto es el de un anciano al final de sus días, con la voluntad tan quebrada como el cuerpo por el dolor de la muerte de su hijo y de la, aparente, traición de su sobrino. Gríma, Lengua de Serpiente, que se encuentra sentado a los pies del Rey, pero al servicio de Saruman, ha envenenado el ánimo de Théoden, porque codicia a la Blanca Dama de Rohan.

Sin embargo, Éowyn mantiene su fuerza y vigor templados como el acero, que eran la última protección del Rey ante el poder de Saruman. Así la vio Aragorn, tan hermosa y fría, como fuerte y firme, cuando deja a solas a su tío con Gandalf. Pero no sólo Aragorn se fijó en Éowyn reconociendo su ánimo resuelto y decidido. La andrajosa vestidura de Aragorn no fue obstáculo para que Éowyn percibiera en él la nobleza, sabiduría y el poder que le conferían su linaje y sus propios méritos. Un poco más tarde, cuando ya recuperado, Théoden ha decidido que Rohan luchará contra Saruman hasta la muerte, y debido a la posibilidad de la misma, el rey comparte con sus invitados una copa de vino que Éowyn va ofreciéndoles. En el momento en que Éowyn llega a donde está Aragorn, nos quedan claros los sentimientos de la Dama de Rohan hacia el Heredero de Isildur, que la admira, pero que no la ama.

Ante la inminente partida de Théoden y de Éomer, el Rey inviste a Eowyn como Señora de Rohan. No sólo porque ella sea un miembro de la Casa de Eorl, sino que también porque está plenamente capacitada para cuidar y gobernar al pueblo de Rohan. Háma le señala a su Rey que Éowyn tiene las virtudes necesarias para ejercer el gobierno: valor y generosidad y que al contar con el amor de su pueblo, será gustosamente aceptada y obedecida por los eorlingas. A pesar de la tristeza de Éowyn por la marcha de su tío, de su hermano y de Aragorn, que éste finge no haber notado, Tolkien nos retrata a Éowyn en toda su majestad: "Allá en lo alto de la escalera, de pie, sola delante de las puertas, estaba Éowyn, las manos apoyadas en la empuñadura de la espada clavada ante ella en el suelo. Ataviada ya con la cota de malla, resplandecía como la plata a la luz del Sol." 3, VI: 163.

Mientras se desataba la batalla en el Abismo de Helm y en Isengard, Éowyn ha cumplido la misión que su Rey le había encomendado. Ha dirigido a su pueblo hasta el Sagrario, donde estarán a salvo de las amenazas y ataques del enemigo. Allí llegará también Aragorn, al frente de la Compañía Gris, para dirigirse al Sendero de los Muertos. La conversación con Aragorn le certifica a Éowyn que no puede esperar contar con el amor del Heredero de Isildur. Quizás, ella se haya dado cuenta que su admiración y simpatía por Aragorn son reales, mas que su amor por él, bien podía haber sido una puerta que buscaba su espíritu inconformista y consciente de su propia valía como persona, para escapar del destino diseñado para ella por ser mujer. En ese momento, Éowyn decide tomar las riendas de su propia vida. Sin embargo, Aragorn le recuerda que son pocas las personas que de verdad pueden vivir la vida según sus deseos, y menos aún aquellas que puedan hacerlo, teniendo un deber para con su pueblo. A lo que Éowyn le responde que está cansada de esperar a que otros luchen por ella. Está cansada de esperar en el hogar, por ser mujer, que otros mueran por ella, y acabar inmolada en su hogar, en vez de haber aprovechado la oportunidad de morir luchando por aquellos a los que ama. No teme al dolor ni a la muerte, tan solo teme a vivir en una jaula, aunque ésta fuera dorada, hasta que el tiempo le haga olvidar sus anhelos de gloria, hasta que el tiempo le lleve a aceptar no ser ella misma, sino la persona que otros esperan que sea. Éowyn no permitirá que esto le suceda, aunque para ello tenga que abandonar el cuidado de su pueblo.

Asumiendo la identidad falsa de Dernhelm, Éowyn se une a la hueste de Rohan que parte a socorrer a la sitiada ciudad de Minas Tirith. Sin que el hobbit la reconozca bajo el casco, se lleva a Merry, consigo porque entiende, mejor que nadie, el deseo del mediano de luchar, de morir, si fuera necesario para defender todo aquello que ama, en vez de esperar y sufrir temiendo la muerte de sus amigos y la derrota de los Pueblos Libres ante el Señor Oscuro. Sin embargo, Éowyn está abandonando a su pueblo. Los que permanecen en la retaguardia ya no tienen una Señora que les guíe y les proteja, y que organice la última defensa en el caso de que los rohirrim sean derrotados ante los muros de Minas Tirith. Más aún, está faltando a la confianza que su tío ha depositado en ella para que en el caso de que tanto Théoden, como Éomer mueran en la guerra, la corona de Rohan sea asumida por una persona de la Casa de Eorl, que tenga una valía reconocida y que sea aceptada por todo el pueblo de Rohan.

A pesar de ello, y debido a que Éowyn no actuó guiada por el egoísmo, sino por el amor a sus seres queridos y a su pueblo, y a que no dudó en arriesgar sus posibilidades de reinar, e incluso su propia vida, su inclusión clandestina entre los rohirrim, y su participación en la Batalla de los Campos del Pelennor será decisiva para la victoria de los Pueblos Libres, la salvaguarda del honor de su Rey, la gloria de su pueblo y el cumplimiento de la profecía de Glorfindel; ningún hombre podrá acabar con el Rey Brujo. Éowyn mató al más poderoso de los servidores de Sauron, con valor, decisión, fuerza e inteligencia, ya que el jefe de los Nazgûl no se esperaba la respuesta de su oponente: "¡Es que no soy ningún hombre viviente! Lo que tus ojos ven es una mujer. Soy Éowyn hija de Éomund." 5, VI: 15, y Éowyn aprovechó la ambigüedad propia de cualquier profecía y la soberbia de su enemigo, para que el cuello del Rey Brujo probara la destreza de su mano empuñando el acero.

Sin embargo, nadie sale indemne de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con un nazgûl, y menos aún, si se trata de su capitán: el Rey Brujo de Angmar. Éowyn recibió sendas heridas en los brazos. El que sostenía el escudo presentaba una herida visible y curable por parte de los sanadores gondorianos, pero el brazo que empuñaba la espada quedó afectado por negro espíritu del nazgûl. A lo que se añadía una tristeza desesperanzada que embarga el ánimo de Éowyn. Aragorn pensaba que esta tristeza tenía un origen muy lejano en el tiempo, hasta que Éomer le señaló el verdadero motivo. Aunque Éowyn había sufrido por las acechanzas de Lengua de Serpiente y por el hechizo del Rey, la terrible tristeza de Éowyn se produjo al cruzar sus ojos con los del Heredero de Isildur. Aragorn reconoce que ya lo sabía, y que se sentía avergonzado de no poder corresponder al amor de Éowyn. Por ello, Aragorn espera poder curar el cuerpo de la Dama de Rohan, porque "las manos del rey son manos que curan" pero la cura para el espíritu  de Éowyn está fuera del alcance de sus manos.

Efectivamente el cuerpo de Éowyn sanaba y recuperaba su vigor, pero ella no sentía deseos de vivir. Había perdido la esperanza de la felicidad y más allá de los muros de Minas Tirith continuaba la guerra de la casi nadie esperaba un desenlace favorable para Gondor y Rohan. Éowyn deseaba la muerte, y la muerte era lo que esperaba a los Pueblos Libre, así, que la Dama solicitó a sus cuidadores que la permitieran marchar de nuevo a la guerra. Ellos le remiten a la autoridad del Senescal de Gondor, que al igual que ella, es otro valeroso y capaz guerrero que también ha sido herido combatiendo contra el Capitán de los Nazgûl, y que asimismo lleva una gran tristeza en su corazón: Faramir hijo de Denethor.

Tal como aparece representado en las películas de Peter Jackson, el enamoramiento entre Faramir y Éowyn puede parecer forzado para ofrecer un final feliz hollywoodiense a estos dos personajes, pero, en la novela Tolkien nos ofrece un precioso y coherente relato de cómo nace el amor entre dos personas que compartían inquietudes y anhelos que no eran comprendidos por sus allegados.

Tanto Éowyn, como Faramir han sufrido la pérdida de seres amados, y ambos han sufrido por ver que su amor noera correspondido como ellos esperaban y de quien ellos más lo esperaban; en el caso de Éowyn por parte de Aragorn, y en el caso de Faramir por parte de su padre. Los dos son hermanos de grandes y reconocidos guerreros. Ambos, a su vez, han demostrado su valía en la batalla, muy por encima de la inmensa mayoría de su gente, y ambos fueron heridos gravemente combatiendo al más poderoso siervo de Sauron aunque sólo Éowyn fue capaz de derrotarlo. Por causa de esas heridas, ambos fueron curados por las manos de Aragorn, y se conocieron durante su convalecencia en las Casas de Curación.

No cabe duda que Éowyn y Faramir tienen mucho en común, pero tienen algo más en común, y, en mi opinión, más importante que lo ya mencionado. Las palabras de Faramir, enamorado de Éowyn desde la primera vez que la ve y habla con ella, se encuentran con la barrera de la tristeza y de la desesperanza de la Dama de Rohan. Pero en un proceso mutuo y personal, que les lleva a cada uno a descubrir el interior del otro, y parte de su propio interior, de una forma relativamente similar al que desarrollan Elizabeth Bennet y Darcy en "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen; el enamoramiento de Faramir se consolida en amor verdadero, y el desdén de Éowyn se transforma también amor verdadero, incluso antes de que ellos se den cuenta. "Y mientras esperaban, las manos de los dos se encontraron y se unieron, aunque ellos no lo sabían. Y así siguieron, esperando sin saber qué esperaban." 6,V:42. Porque ambos son personas con una visión del mundo y de la vida mucho más amplia que el resto, son más inteligentes y sensibles que los demás. Faramir perdona la vida a Gollum, jugándose la suya propia, porque confía en Frodo, a pesar de que la situación aconsejaría no hacerlo, y Éowyn no dejó de cuidar y proteger a su tío cuando se encontraba bajo la influencia de Saruman, ni permitió que dejaran atrás a Merry sin que éste pudiera acudir a auxiliar a sus amigos.

Por otro lado, ambos han albergado siempre un anhelo por ir más allá, de lo que por su status se esperaba de ellos. Faramir es un soldado, pero también es un hombre de libros y ciencia, aunque su familia no entienda que encuentre placer en el conocimiento. Éowyn es la más alta Dama de la Corte de Rohan, pero también es un soldado porque quiere y sabe que puede hacer algo más que esperar en la Corte, y su familia tampoco entiende su deseo por luchar, por no estarse quieta. Así pues, llegado el momento, ambos reconocieron su mutuo amor, despojados de los condicionantes externos que habían soportado hasta entonces. Por eso mismo, Éowyn descubre que, como señalaba Yoda y también el propio Faramir, la guerra no hace grandioso a nadie, ya sea hombre o mujer, sino que la grandeza está en un corazón noble al servicio de los demás. Desde entonces, Éowyn decide dirigir sus esfuerzos a la ciencia de la curación.

Tan sólo restaba dar público conocimiento a su compromiso. La forma en que Tolkien nos presenta este anuncio es, probablemente, el momento que hace de Éowyn uno de los personajes femeninos más importantes y trascendentales de la historia de la literatura. Éomer tiene el honor de llevar a cabo dicho anuncio. "¡Faramir, senescal de Gondor y príncipe de Ithilien pide la mano de Éowyn dama de Rohan y ella se la concede de buen grado!" 6, VI,30. Como ya sucediera en las Casas de Curación, Faramir ha pedido su consentimiento a la propia Éowyn, y es ella misma, no ningún varón que la tutorice como era lo habitual en los cuentos de hadas, en las novelas de época y… en la realidad, quien le concede su mano a Faramir.

Éowyn ha escogido la profesión que ella ha querido y ha decidido compartir su vida con el hombre que ella ama libre y voluntariamente. Efectivamente, Éowyn es la dueña de su propia vida.







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