viernes, 29 de diciembre de 2023

EL CAMINO A BELÉN


¡Vamos, Astotxo, venga, qué vamos a llegar tarde! Sí, ya sé que llevamos más de seis meses caminando mucho, comiendo poco y durmiendo mal. Pero justo, por eso mismo, ya que hemos llegado hasta aquí, tenemos que esforzarnos más, y llegar hasta ese pueblo llamado Belén. Ese fue el lugar que nos dijo el criado del sabio persa que vimos ayer, ¿no?. Quizás deberíamos habernos unido a su caravana, pero esos animales tan raros que montaban no me daban buena espina, ¿cómo pueden tener las patas tan largas? ¡La cantidad de cosas extrañas que nos estamos encontrando desde que salimos de Oiz!

¡Eh, mira, ahí arriba! ¿ves la Estrella?, cada día que pasa brilla un poco más, porque está a punto de llegar. No, yo tampoco sé muy bien quién va a llegar. Pero, cuando, a principios de primavera, resplandeció en el cielo la más brillante de las estrellas, sentí que esa estrella me anunciaba que alguien me llamaba a acudir a su llegada. Ya sé que es muy extraño, y yo tampoco lo entiendo, pero desde entonces sé que tengo que conocer al que va a llegar.

Sí que es raro todo esto, porque según nos acercamos a Belén me siento más descansado, tranquilo y feliz, y eso que buen susto nos llevamos aquel día ¿eh?. ¿Te acuerdas que me tuve que tirar de cara al suelo, porque pensé que me iba a quedar ciego?. Y tú rebuznaste y pateaste como cuando un rayo quemó el Gran Roble donde se juntaban los gigantes a descansar después de hincar las Piedras Largas en el suelo. Bueno, o al menos eso nos contaba padre sobre las Piedras Largas, y a él se lo contó el suyo, quien decía que el padre del padre de su padre vió una vez a uno de esos gigantes medio dormido junto al roble.

Pero, ¿qué te pasa? ¿qué has oído?, tranquilo, Astotxo, tranquilo. Bueno, bueno, nos salimos del camino, que te has asustado, y tu buen oído ya nos ha salvado más de una vez. Ah, ya lo oigo yo también. Son soldados, soldados romanos. No parece una patrulla, ni un destacamento de castigo, pero tienes razón, mejor nos escondemos hasta que pasen de largo.

Claro, por eso nos hemos encontrado tanta gente en los caminos, desde que hemos entrado en este país y están todas las posadas llenas. El César de Roma ha decretado que todo el mundo se empadrone en su ciudad de origen, pues bien lejos estamos de casa nosotros. Pero, bueno, de momento nosotros a lo nuestro, que es llegar a Belén, y los asuntos del César, para el César.

Mira, mira, Astotxo ese pueblo debe ser Belén, no parece un sitio importante, a ver si nos hemos equivocado. Pero fíjate, que la Estrella, está ahí, a las afueras del pueblo. No sé qué decirte, la Estrella señala justo ahí, pero parece un establo o una cueva, no sé, no sé... Eh, ¿a dónde van esos pastores con tanta prisa?. ¡Van hacía donde está la estrella! Venga, vamos con ellos, que se les ve ilusionados y parecen conocer bien el camino.

¿Has oído lo que han dicho? Que un mensajero del Señor de las Alturas les ha anunciado que ahí, a las afueras de Belén, ha nacido el Salvador para toda la humanidad y que aunque es el Señor de todas las criaturas, lo encontraremos envuelto en pañales, reclinado en un pesebre. ¿Será cierto que el Señor de las Alturas no nos ha abandonado, que nos va a salvar de la Oscuridad de este mundo, como decían las profecías del Viejo Baskardo?. Si no hubiera visto sus caras radiantes de felicidad y no hubiera oído en sus palabras la belleza de la Verdad, pensaría que a esos pastores se les fue la mano con el vino, pero ni estaban ebrios, ni mentían; lo que han contado es cierto.

Ya sé que no ves nada con tanta gente, Astotxo, ya te cuento yo. Un muchacho se ha adelantado, con pasos tímidos, entre la muchedumbre, y está tocando maravillosamente un tambor. La melodía me recuerda a las que se tocan en la montaña, casi me parece oír a padre tocando para madre. Todos los días tocaba para ella, hasta que madre murió. Nunca más volvió a tocar. Son recuerdos muy dolorosos, Astotxo, pero hay algo en la música de ese pequeño tamborilero que enjuga mi tristeza y sé que tiene que ver con el niño que ha nacido. Acerquémonos más, que quiero verlo.

Mira que justo ahora lo está levantando su madre. Su madre es bastante más joven que yo, pero en sus ojos veo los de madre, en sus manos veo las de madre. Es como volver a ver a madre. Y su marido, José me han dicho que se llama, bien se ve que es un trabajador; fuerte, serio, no dice nada, pero ¡con qué cariño le ha preparado un asiento a su esposa y con qué ternura sostenía al niño mientras ella se sentaba!. Y el niño nos mira y sonríe, ¡nos ha conocido Astotxo!. Él nos llamó porque nos ha elegido para que llevemos a las montañas la noticia de que ha nacido el Hijo del Señor de las Alturas, y que empieza un nuevo tiempo, el Tiempo de lo Bueno, que yo, Onentzaro, conmemoraré cada año.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

...Y LLOVÍA

Los sentidos nos despiertan los recuerdos con más fuerza que la memoria, y también rememoramos mejor las sensaciones que los hechos. A fin d...